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ADN blanco y violeta

por Redacción
14 de octubre de 2015
Imagen: Rosa M. Martín

Imagen: Rosa M. Martín

“El punto de partida es tener autocrítica”

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Cadena SER: robo de cobre en Zorrilla

Relato participante en el II Concurso Literario Blanquivioletras, obra de Fernando Blanco (Valladolid)

 

Eran las 15.30 de un domingo de diciembre de 1983 y Fernandito ya estaba con la bufanda puesta. Aquella bufanda de lana que le hizo una tía suya y que estrenaba por primera vez para algo muy especial. Los colores de la bufanda eran el blanco y el violeta, y aquel niño de seis años estaba impaciente por ir al fútbol por primera vez. Su padre se levantó de la mesa, lo miró y le sonrió. –Ya vamos, ¡no seas impaciente!, le dijo.

Su madre le había ayudado a vestirse con pantalón del pijama por debajo del de pana, camiseta interior de manga larga, camisa, jersey y cazadora. Sin olvidar los calcetines gordos y unas botas de invierno recubiertas de borreguillo. –¡Abrígate hijo que hace mucho frío!, le aconsejó su madre…

El lugar donde quedaba su padre con sus tíos y primos era un bar de la calle Calderón de la Barca con Tirso de Molina –En la Rondilla profunda como dicen ahora–. Al entrar casi se masticaba el olor a faria y resonaban las fichas de dómino al golpear sobre aquellas mesas de madera. Era la hora del café y el momento de comentar que posibles jugadores saltarían al césped con la elástica blanquivioleta, hoy era un partido muy importante jugábamos contra el Madrid.

Mientras los mayores tomaban café, Fernandito, ‘Tito’ para la familia, y su primo Imanol, con lo que les quedaba de propina de ese domingo iban al quiosco de enfrente del bar a comprar golosinas y algún sobre para la cole…

Era el momento de marchar y todos subían al R-18 del tío Manolo. A la vuelta de la manzana, ya estaban a punto de salir los autocares del Bar Plaza enfrente de la residencia hacia el estadio.

En la radio, el carrusel deportivo conectando con los distintos campos de la geografía nacional. El Barcelona visitaba Sarriá después de haber ganado a domicilio al salamanca la anterior jornada y el Athletic de Clemente quería seguir arriba a costa de un valencia que había dejado escapar un punto contra el Mallorca en casa la anterior jornada, eran algunos detalles que narraban los comentaristas deportivos…

El humo del cigarro de mi tío se esfumaba por la ventanilla y a los pocos minutos ya se veía al fondo el José Zorrilla.

Breve charla delante de la puerta 23 y llegaba el momento de entrar al estadio. Los niños entraban primero y los mayores después, nada más entrar carrera hasta las escaleras donde veían a ambos equipos calentar…

De todos los recuerdos que puedes ir almacenando en tu vida, los más frescos sin duda son aquellos. Era una emoción indescriptible. Cada 15 días esperabas ansioso que llegase otro domingo a las cinco de la tarde para poder ir con tu padre a ver al pucela.

Salir de casa con la bufanda al cuello era una sensación de orgullo que aún ahora y aunque el resultado del partido haya sido negativo, a la vuelta a casa, éste que os habla no se quita la bufanda.

Porque soy del Pucela y siempre lo seré. Pocas cosas tengo tan claras en mi vida, aparte del amor hacia mis hijos y hacia mi familia, el amor a unos colores blancos y violetas ocupan un espacio importante en mi corazón.

Porque después de estar muchos años lejos de casa he seguido siendo del pucela, un equipo  que no te suele dar muchas alegrías, pero cualquier pequeña hazaña de nuestro pucela se vive con mucha más intensidad que cualquier otra celebración de aficionados de los equipos llamados “grandes”.

Nosotros no celebramos títulos, nosotros no levantamos copas, nosotros no vamos todos los años a Europa, a nosotros nos basta con saber que la última jornada se elude el descenso o logramos volver a la tan ansiada primera y de la que no debiéramos salir nunca porque nos lo merecemos. Aunque no salgan las cosas bien todos los años.  Por historia y corazón…

Sería más fácil tener éxitos a golpe de talonario y si no fuésemos un equipo modesto; pero esas dos circunstancias no se dan ni se han dado nunca. A nosotros nos basta con dar la campanada y ganar de vez en cuando al Madrid o al Barcelona, o hacer un gran partido contra el Atleti, o con que pasemos a cuartos de final en la Copa del Rey. Nos basta con saber que estamos ahí y vamos a estar ahí siempre, luchando a muerte por unos colores tan originales como bella y tranquila es nuestra ciudad. Con respeto y seriedad como castellanos que somos en el juego y hospitalarios cuando visitan nuestra ciudad y educados como cuando nos desplazamos a otra . Con señorío y elegancia.-Sí, porque soy de Valladolid y muy orgulloso estoy de ello…

Y aunque tengamos que aguantar que lleguemos al bar después del partido y haya mucha gente viendo “el partido de la jornada”, y nos espeten : -¡Hoy habéis perdido! Y en caso contrario oigamos: -¡Hoy hemos ganado! porque las victorias las celebramos todos y las derrotas sólo son de unos pocos…

Aun así y pase lo que pase, soy y seré del pucela siempre.

Mis hijos desde sus primeros días de vida forman parte de esta gran familia blanquivioleta, igual que mi padre, mis primos y mis tíos. Espero que nunca se desuna esta familia tan grande que formamos todos los aficionados de ésta gran ciudad llamada Valladolid y sigamos todos juntos llevando en volandas a nuestro equipo del alma.

Porque desde el día de su fundación en 1928 hay una parte de todo ello grabado a fuego en los vallisoletanos igual que en mi costado hay grabadas fechas importantes de mi vida y ese veinte de junio de 1928 es una de ellas…

Y hasta que no pueda con mis huesos seguiré desplazándome hasta la avenida del mundial 82, donde esta tarde juega mi Pucela…

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