Relato participante en el II Concurso Literario Blanquivioletras, obra de Raúl López (Soria)
Hacía calor en esa tarde de mediados de septiembre, madre e hijo se dirigían a la estación de tren del pueblo en el que residían en la provincia de Madrid, en Torrejón de Ardoz. El, ataviado con una bufanda blanquivioleta en la que se podía leer ‘R. Valladolid’, y su madre con toda la ilusión de ver a su Pucela de nuevo en primera división, después de subir con muchísimo sufrimiento frente al Palamós con dos goles de Iván Rocha de penalti.
Como siempre que el Pucela iba a jugar a la capital de España, iban a ver al equipo de su corazón, ya fuera en el Bernabéu, Calderón o Vallecas. Pensaban que estaban ante otra de tantas derrotas que el Real Valladolid se llevaba habitualmente de la capital, madre e hijo lo iban comentando mientras el tren marchaba camino de la estación de Nuevos Ministerios, donde se bajarían para mientras se daban un paseo, llegar al Bernabéu.
Los dos, madre e hijo, y toda su familia llevaban toda la vida residiendo en Torrejón, pero eran vallisoletanos de nacimiento y corazón, nunca jamás perdían la ocasión de ir a su tierra natal siempre que se les presentaba la ocasión, y por supuesto, de ver al Pucela en directo. Malos presagios tengo, dijo su madre mientras sacaban las entradas de fondo norte, nos va a caer una buena, a lo que el respondió, bueno, por lo menos vemos al equipo de nuestra tierra. Ya dentro del estadio, un par señores, entrados en años comentaban, al salir el Pucela a calentar, que a ese portero iba a recoger muchos balones de su portería.
El Madrid venía de golear al Osasuna en Pamplona, 1-4, el Real Valladolid de perder 0-1 en casa con el Sporting de Gijón, que nubarrones negras se cernían sobre los blanquivioletas.
Comenzó el espectáculo y el Madrid intentando atacar y el recién retornado a primera división que no se dejaba, le estaba poniendo las cosas muy difíciles al Madrid. Era cuestión de tiempo, un mínimo fallo, el balón a la jaula y se acabó. Corría el minuto treinta de la primera parte, le llegó el balón a Alberto y la mandó al fondo de las mallas, la sorpresa saltaba en Chamartín y nuestros amigos saltando como locos de contentos. El Madrid siguió atacando y el Pucela seguía muy ordenado y con este resultado se llegó al descanso.
En el mismo nuestros amigos comentaban con los habitantes de los asientos próximos que José María García había dicho que el Valladolid era un equipo de provincias por viajar en el mismo día del partido, y sin concentrarse ni nada. También se hablaba, que el descanso sería balsámico para el Madrid, que le iba a dar la vuelta sí o sí. En estas que empieza la segunda mitad, y más o menos como acabó la primera, el Madrid achuchando, el Valladolid defendiendo su orgullo y resultado con mucho honor. Hete aquí que en el minuto 48 engancha un balón en el centro del campo Alberto, y sale corriendo con Milla, dispara a puerta, cruza el balón y gol, increíble, era el 0-2, nuestros amigos se frotaban los ojos. ¡¡¡Qué alegría mas grande!!!
Pero no acaba nuestra alegría aquí, justo al sacar de medio, robó un balón el Valladolid, contra llevada por Cuaresma por la banda izquierda, hace la pared, recibe de nuevo, chuta a puerta y el 0-3 que se instalaba en el electrónico. Era casi imposible que el Madrid remontara, pero no había que fiarse, aun así, estabamos ante algo histórico. El Madrid logró reducir distancias mediante Alfonso, y un tiro al larguero, también de Alfonso hizo presagiar lo peor, que no sucedió. Al final, los puntos a Pucela, el orgullo de ganar a Goliat, y esa maravillosa tarde, que nunca olvidaremos, fue una realidad el doce de septiembre de 1993.
