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El ciclo continúa

por Redacción
14 de octubre de 2015
Imagen: Rosa M. Martín

Imagen: Rosa M. Martín

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Relato participante en el II Concurso Literario Blanquivioletras, obra de Fernando Moreno (Valladolid)

 

El abuelo abrió el sobre que su nieto, enfundado orgullosamente en su blanquivioleta camiseta, le había entregado instantes antes. Sacó lo que en el había, la primera reacción al observar lo que tenía ante sí fue una gran sonrisa, instantes después, alguna lágrima descendió por el rostro del abuelo mientras acariciaba aquella foto.

– ¿Qué le regalaste al abuelo? – fue lo que dijeron los padres del chaval con tono de enfado.
– ¡Nada!, ¡de verdad que nada malo!, solo que tras mucho tiempo buscando al final la encontré, encontré aquella foto perdida de aquel día que tantas y tantas veces me ha contado.

Al escuchar esto, el padre del chaval sonrió, él también conocía la historia de aquel día, cuando era pequeño su padre se la había contado infinidad de veces y le entusiasmaba tanto como ahora le entusiasmaba a su hijo, de hecho, en mas de una ocasión, cuando veía al abuelo contando al nieto aquella historia, se sentaba junto a ellos para escucharla de nuevo, ya que, a pesar de la edad, aquella historia le seguía encandilando, no era una simple historia, era la piedra inicial de algo que se había repetido generación tras generación, de un ciclo que cada x años se repetía, de algo que vivió por primera vez el abuelo, pero que tanto él como su hijo, habían vivido también.

Esta historia no era otra que la de su primer partido en el estadio viendo a su equipo del corazón, el Real Valladolid, que era como se llamaba en ese momento aunque el abuelo siempre defendiese que era Real Valladolid Deportivo, el nombre como él lo conoció de pequeño. “Cosas de cascarrabias y de la edad deben ser, a fin de cuentas sigue siendo el mismo equipo, los mismos colores, el fútbol ha evolucionado y ya no es como era antes, ya no es como mi padre lo conoció”, era lo que pensaba el hijo de la opinión de su padre y en alguna ocasión así se lo había dicho.

Tras secarse las lágrimas, acomodarse en el sillón, pasar su mano una vez más por la foto y mirar primero a su nieto y luego a su hijo, el abuelo comenzó a hablar, iba a contar aquella historia de nuevo.
-En esta foto, estamos mi padre y yo a las puertas del Viejo Zorrilla, nos la hicimos el primer día que yo acudí al estadio a ver un partido del Real Valladolid Deportivo – miró a su hijo y le dijo- no me mires así hijo que ya sabes que se llamará así para siempre. Como decía, ese fue el primer día que yo fui allí, tenía apenas diez años de edad y lo que viví allí no lo olvidaré jamás, mirad si fue emocionante aquello que 75 años después continuo, domingo tras domingo, o sábado tras sábado, bueno, el día que sea, porque ahora menos el domingo a las cinco como antaño nos ponen fútbol a cualquier hora y cualquier día –dijo molesto–, acudiendo al estadio para disfrutar con mi equipo, aunque en mas de una ocasión me haga sufrir. Aquel día, fui al estadio cogido de la mano de mi padre, fuimos andando por el paseo Zorrilla, era una época en que podías ir al estadio andando sin necesidad de coger coche, autobús o cualquier otro medio de transporte como sucede ahora, mucha gente lo hacía, el ambiente que se preparaba de camino al Viejo Zorrilla y en los momentos previos y posteriores era insuperable, eso era pura afición, se respiraba un ambiente de fútbol indescriptible, hoy en día mucho de aquello se ha perdido, el tener que hacer un desplazamiento mayor quito en parte aquella magia, ese momento de camino al fútbol, las grandes masas de gente en una misma dirección y con una misma ilusión –el ímpetu en el habla del abuelo iba en aumento, por sus palabras y la forma de expresarlas se percibía un cierto anhelo que mas tarde refrendaría. Continuó con la historia–. Tras ese trayecto, que la verdad, se me hizo cortísimo dadas las ganas e ilusión con la que iba, llegamos a las puertas del estadio, donde visto que aun quedaba tiempo para el inicio del partido, nos pusimos a charlar con algunos de los amigos de padre, los cuales mostraron interés por saber como me sentía en aquel momento, “¿Estás nervioso chico?”, “ya verás ahora dentro que impresión da ver esto lleno”, “mira que feliz esta tu abuelo, le ha salido un nieto de corazón blanquivioleta”, a lo que el abuelo respondió: “No podía ser de otra manera, somos vallisoletanos y somos del Pucela, ¿de que equipo íbamos a ser mas que de este?”. Tras unos minutos de charla cuando casi nos íbamos a dirigir hacia la entrada, apareció por allí un fotógrafo de El Norte de Castilla, él fue quien nos hizo esta foto, a los pocos días salió en el periódico, guarde aquella foto durante muchos años, pero la perdí, no se donde estará la original, el recorte de prensa de entonces en que apareció. Maldita cabeza que hace que no me acuerde de donde la puse.

Entonces el nieto cortó durante un instante al abuelo para decir donde y como había conseguido la foto de nuevo.
– Es allí donde la encontré, me puse en contacto con el periódico y pude buscar en su hemeroteca, tras ver fotos y fotos por fin la encontré y aquí tienes una copia. –Dijo el nieto bajo la emocionada mirada del abuelo–.

Tras esta pausa el abuelo continuo con la historia, pues debía terminarla y la hora de ir al fútbol se acercaba.

– Bueno, pues tras hacernos esta foto, entramos al campo, la sensación fue impresionante, que ambiente, que pasión, que sentimiento, ver toda esa gente de pie, gritando, animando, prácticamente sin pestañear para no perder detalle del partido, todos detalles que pueda dar se quedan cortos, cualquiera que fuese allí por primera vez con diez años como lo hice yo, iba a salir siendo del Pucela de por vida, otra cosa era imposible, no impregnarse de todo aquello era imposible. Pero sigamos, el partido comenzó, jugábamos contra el Arenas de Getxo, fue un partido muy disputado, ellos venían de una muy buena racha, pero Zorrilla era Zorrilla y terminó haciéndose valer, ganamos 1-0 cuando quedaban pocos minutos para el final del partido, el estadio se vino abajo que se diría, fue impresionante, para que os hagáis una idea, fue una explosión de alegría similar a la vivida con el gol de Sesma que nos dio la victoria hace unos años a falta de unos minutos para el final ante el Almería, o aquel gol de Xavi Moré en la vuelta de copa en el Bernabéu ante el Madrid. Tras salir del campo, el camino a casa por el paseo Zorrilla, esta vez de regreso, fue aún mas emocionante, una marea de gente con una sonrisa de oreja a oreja, vibrando aun con los minutos finales que acababa de vivir, el trayecto de regreso se me hizo aun más breve que el de ida, entre tanta gente exultante no podía ser de otra manera. – De repente, el abuelo miro el reloj y alterado gritó- ¡Pero como no avisáis! ¡Mirad la hora que es, se nos ha hecho tardísimo! Venga, preparaos rápido, que nos tenemos que ir, hoy juega nuestro Pucela y no podemos faltar.

El abuelo se levantó y se puso su vieja bufanda mientras su hijo y su nieto se calzaban. Una vez hecho esto, salieron de casa y se dirigieron al estadio, al Nuevo José Zorrilla. En el coche, el abuelo miró a su hijo y nieto y sonrió, lo que vivió 75 años atrás junto a su padre, lo vivían ahora su hijo y su nieto junto a él, iban juntos a ver al equipo que de pequeño le encandiló y que ahora les encandilaba a ellos, y que seguro encandilaría a generaciones futuras de la familia, el Real Valladolid, para el abuelo también Deportivo.

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