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El cyber encuentro

por Redacción
14 de octubre de 2015
Imagen: Rosa M. Martín

Imagen: Rosa M. Martín

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La propuesta llegó por email y fue recibida con escepticismo y recelo por unos pocos y un inmenso entusiasmo por parte de la mayoría. Era una oportunidad que no podían perderse, de las que solo se dan una vez en la vida. Serían unos absolutos pioneros y las condiciones resultaban muy halagüeñas: equipación completa, publicidad mundial, retransmisión para 53 países y unos cuantos pluses más.

Una famosa empresa japonesa experta en drones y robótica proponía un partido de fútbol, en el que el equipo del Real Valladolid se enfrentaría con un team compuesto por jugadores expertos, minuciosamente preparados y súper efectivos, pero con la salvedad de que los suyos serían robots con apariencia humana de su propia fabricación.

Tras una discusión bastante acalorada en la que se barajaron muchas opciones, entre ellas el oprobio que resultaría el perder contra unos pedazos de metal, uno de los jugadores explicó que a todos les hacía mucha ilusión el encuentro y que ante tamaño reto, el resultado era lo de menos; al fin y al cabo argumentó finalmente, un ordenador le ganó varias veces al campeón del mundo de ajedrez Kasparov y nadie se acordaba del nombre de la máquina.

Finalmente se decidió aprobar el partido, aun con la reticencia de algunos. Pero esta fue rápidamente olvidada ante el entusiasmo con que se tomó la noticia. Desde el primero al último de los integrantes del plantel, todos los  hinchas y simpatizantes blanquivioleta y el resto de los conciudadanos, hasta los vallisoletanos menos futboleros, se dispusieron a aportar su granito de arena para que el encuentro fuera un éxito.

A causa de los preparativos, afanes y elucubraciones que conllevaba el evento, el tiempo se pasó volando hasta que finalmente llegaron los japoneses, que no hablaban ni media palabra de español pero como son gente muy previsora, cada técnico era acompañado a todos lados por un traductor que habían contratado con antelación.

Entre sonrisas y saludos orientales de manitos juntas y mucho agachar la cabeza, lo que a varios españoles terminó provocándole diversos grados de contractura y tortícolis, fueron informados que el ‘Robot Team’ no se podría ver hasta el momento del encuentro, ya que eran productos de tecnología muy avanzada y no era cosa de exhibirlos como si fueran patatas a la venta.

El día del Cyber encuentro que había sido promocionado de forma masiva, tanto que las entradas se agotaron en unas horas, la expectación era enorme. En el Estadio José Zorrilla no cabía ni un alfiler y salvo algún friki de los ordenadores con cartelitos del tipo: “Cuando sea grande, seré robot”, el resto del público se volcó de lleno a apoyar al ‘Human Team’ (los nombres de los equipos fueron una de las pocas exigencias niponas) con pancartas, banderas y cánticos compuestos para la ocasión.

Primero salieron los humanos, emocionados y entusiasmados, pero también algo nerviosos ante la visión del “equipo técnico” de los japoneses, que se componía de un ordenador central del que partían innumerables cables, antenas y aparatejos y que era dirigido mediante un dispositivo del tamaño de un móvil, por un japonesito esmirriado que gastaba unas gafas del tipo “culo de botella” y parecía tener menos de veinte años.

La ovación con la que los recibieron fue tan grande, que tuvieron que correr dos vueltas alrededor de la superficie de juego saludando al público antes de que los espectadores se dieran por satisfechos. Cuando se anunció la entrada del ‘Robot Team’, se hizo un silencio cargado de curiosidad.

La entrada de los robots fue recibida con un gran “Ohhhhhhhhhh” de admiración. Si bien se notaba que eran meras máquinas, el parecido con los seres humanos era realmente notable en todo menos en los rostros, que se asemejaban más a los de Terminator, ojos rojos incluidos, lo que hizo que el público sintiera un rechazo instintivo, aunque por cortesía y respeto, también fueron muy aplaudidos.

En esos momentos surgieron de distintos puntos del estadio varios helicópteros pequeñísimos, apenas del tamaño de un ratón, que surcaban el aire a unas velocidades increíbles. Tras ese espectáculo, las pantallas gigantes que habían sido colocadas por los japoneses en lugares estratégicos, comenzaron a transmitir diversas imágenes en directo que eran captadas por los heli-drones.

Los árbitros serían uno español y el otro japonés. Antes de comenzar el primer tiempo, se tiró una moneda al aire y al español le tocó arbitrarlo como juez principal, mientras que el nipón sería el secundario y en el segundo tiempo se cambiarían los roles. Luego se procedió al sorteo de la dirección de ataque (que correspondió a los HT) y del primer saque (para los RT).

En cuanto sonó el pitido del juez, los robots comenzaron a moverse de manera sistemática, organizada y eficaz. Si bien resultaba impresionante verlos jugar por la precisión de los pases, las fintas y el dominio que ejercían sobre la pelota, no conseguían anotar ningún gol.

Los HT corrían de un lado al otro tratando de marcar a los robots y de quitarles el balón, pero salvo por un error de cálculo de alguna máquina parecía una tarea imposible. De pronto, se prendió una pequeña lucecita en el balón (que habían provisto los japoneses), algo que pasó desapercibido para casi todos los presentes, excepto para uno de los ayudantes de los HT y para el “técnico” japonesito, que de hecho era quien la había activado.

Desde ese momento las ilusiones de los HT de meter un gol parecían haberse esfumado. Los RT resultaban imparables y a los diecisiete minutos de juego, tras haber demostrado las mil formas de hacer pases efectivos y concretos, el número ‘Pi’ (otra de las condiciones niponas era que ellos jugaban con letras griegas en sus camisetas en vez de números) logró encajar el primer gol.

Fue una jugada espectacular: tras varios toques, incluidos dos cambios de frente, el robot pateó el balón con un ángulo increíble que hizo que tras elevarse dando la sensación de que chocaría contra el techo, terminase haciendo una parábola que coló la pelota por debajo del ángulo superior derecho del arco, casi rozando el travesaño, allí donde duermen las arañas. El grito de gol de los jugadores (transmitido por los drones) sonó demasiado mecánico y no gustó a nadie más que a los japoneses y al puñado de frikis que se pusieron a saltar y a dar alaridos.

Al culminar el primer tiempo, el tanteador estaba 2-0 a favor de los visitantes y los HT sentían el rigor de jugar contra máquinas inalcanzables. Se sentaron en el vestuario, cansados y algo desmoralizados por el resultado parcial y por la eficiencia de aquellos malditos robots.

Así los encontró Juanito cuando fue a comentarles el detalle de la lucecita que él había visto encenderse y de la sonrisa de malicia que notó en el japonesito del ordenador. ¿No será un localizador? Eso no estaba en los planes propuestos, dijeron todos a coro. Entonces uno de ellos se levantó y con una sonrisa algo malévola les sugirió que ya que los nipones habían introducido nuevos parámetros, ellos harían lo mismo. Y añadió: del saque inicial me encargo yo. Y vamos a ganarles a estos trastos, sea como sea.

En cuanto volvieron a la superficie de juego, a los HT se los veía diferentes: sonrientes, animados y cuchicheando entre ellos. Los RT se mantenían impasibles, como si fueran robots y japoneses. El público notó el cambio de ánimo en los jugadores humanos y comenzó a alentarlos.

De la patada que le dio el delantero del HT al balón, éste explotó, pero siguió elevándose por los aires hasta caer en el suelo echando humo. La imagen de la bola de fuego surcando el aire del estadio encendió a los aficionados. Mientras los espectadores abucheaban a los RT, los japoneses que se habían puesto anaranjados gritaban: “Peldón, peldón” a coro (habían aprendido rapidísimo el idioma, ante la vergüenza de lo hecho por uno de los suyos) y pidieron tiempo muerto, que por ser un partido tan especial les fue concedido de inmediato.

Tras echarle una tremenda filípica que en japonés sonó más fatídica aun, el presidente de la compañía despidió al técnico escuálido que fue sustituido en el acto por su ayudante, tan raquítico como su antecesor, pero sin gafas. Luego por medio del traductor pidió disculpas públicamente, propuso que se jugara con el balón que hubiera más a mano y de inmediato se dio la orden de reanudar el partido.

El resto del encuentro fue maravilloso, lleno de momentos emocionantes, jugadas magistrales y goles. Finalizó 4-3 con victoria de los blanquivioletas, porque ante la perfección de movimientos, sincronización y mecanización de los RT, los blanquivioletas hicieron gala de ingenio, imaginación, creatividad y talento, cosas que no pueden incluirse en un chip (al menos por ahora).

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