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El hijo pródigo vuelve a cruzarse en el camino del padre

por Juan Postigo
3 de febrero de 2016
Álvaro Antón celebra un gol con la Ponferradina || Foto: Diario de León

Álvaro Antón celebra un gol con la Ponferradina || Foto: Diario de León

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Álvaro Antón, con veinte partidos y tres goles en liga esta temporada, aparece de nuevo en el panorama blanquivioleta cinco años después de salir del Real Valladolid

 

Álvaro Antón, en su época con el Valladolid Foto: Marca
Álvaro Antón, en su época con el Valladolid
Foto: Marca

Más de uno no se lo creerá. Ese pequeño chaval que salió de la cantera, el mismo que hace no tanto tiempo entrenaba en Los Anexos y a ratos consiguió abrirse un hueco en el primer equipo, ya ha cumplido 32 años. Y no solo eso, sino que este sábado volverá a cruzarse en el camino de su padre, el Real Valladolid. Álvaro Antón, quien tantas asperezas y elogios cosechó en la afición a partes iguales, volverá a tener como contrincante al color blanco y violeta.

Y no será por que no se le haga un nudo en la garganta cada vez que vuelve a encontrarse con su pasado, aquel que hace cerca de cinco años terminó por darle la espalda. Burgalés de nacimiento, vallisoletano de adopción, no tardó mucho en auparse con los mayores del Pucela cuando tan solo era un crío. De los últimos canteranos que encontró algo de continuidad en este sentido, con otros compañeros de quinta como Sergio Asenjo. La cuestión es que era la temporada 2002/03 –quien diría que hace ya más de diez años– cuando Álvaro Antón se estrenó con los mayores, aunque todavía quedaba un largo camino por recorrer.

Trufado de buenos y malos momentos, lo cierto es que el mediapunta algo debió de hacer bien. Costó, pero acabó dando su aporte granito a granito, año tras año, hasta que José Luis Mendilibar decidió darle algo de protagonismo en el ascenso del equipo a Primera en la temporada 2006/07, cuando disputó exactamente la mitad de los partidos de liga posibles, veintiuno, y transformó dos goles. Los años pasados no habían sido tan buenos en cuanto a cifras, pero no todo en esta vida es cuestión de números, claro.

A lo largo y ancho de esos años, de esas jornadas que pasaban semana tras semana, Álvaro Antón había comenzado a madurar como futbolista. Mientras el blanco y violeta terminaban de impregnarse en su corazón, las piernas de futbolista iban tomando forma, él crecía física y mentalmente.

En definitiva, comenzaba a hacerse hombre pensando en el balón mientras la afición terminaba de dilucidar si el chico valía o no para esto. Y es que es curioso que se acabara marchando de Zorrilla sin saberse si era bueno o malo, aunque siempre contó con esa vitola de canterano que tanto gusta y fuerza a la afición a quererle un poco más.

Así las cosas, y viendo que lo más probable es que no disputara demasiados minutos con la blanquivioleta, probó fortuna en Ferrol, con ese Racing que hoy día se juega la habichuelas en Segunda B y que en la 2007/2008 lo hacía en una categoría superior. Después, en Soria con el vecino Numancia.

Acto seguido, con el Recreativo de Huelva. Las buenas añadas se alternaban con las malas cosechas, si bien Álvaro seguía ligado a Valladolid por contrato. Una situación nada cómoda, una especie de parche, o si prefieren llamarlo así, un ‘ni contigo ni sin ti’. Las circunstancias obligaban a que se marchara cedido mil y una veces, hasta que tras concluir la 2010/2011 el ya no tan joven dijo basta.

Curiosamente fue aquella en la que más protagonismo tuvo, con Antonio Gómez y Abel Resino en el banquillo en lo que fue un intento de regreso a Primera frustrado. 34 choques disputados y cuatro goles fueron la despedida del burgalés de la ciudad que le había visto crecer y que finalmente parecía escupirle lejos, muy lejos, hasta Cartagena. Ahí comenzó la definitiva marcha del hijo pródigo.

Nunca destacó por su poderío físico en la mediapunta, tampoco por sus golazos. Ni siquiera por vender más camisetas que su compañero de taquilla, pero sí tenía ganas de triunfar en esto del fútbol. Y eso no iba a encontrarlo en Valladolid. Desde entonces, allá donde ha jugado ha conseguido asentarse y, esta vez sí, tener continuidad. En Cartagonova, Guadalajara, de nuevo en el Recreativo y desde este verano, en Ponferrada, donde ya lleva tres goles en veinte encuentros ligueros.

Los años han ido pasando, incluso se ha enfrentado en cinco ocasiones a su pasado con un balance de tres victorias a su favor, un empate y una única derrota, pero los colores blanco y morado no se han borrado. No del todo, al menos.

¿Y es que quién no mira a Álvaro Antón, ese chico que pasó por las categorías inferiores del Pucela, y no piensa que madera y formas tuvo para hacerlo mejor? Un constante quiero y no puedo, ya fuera propio o del entrenador de ese momento, a pesar de que él siempre dio como primera opción al equipo que le vio crecer. En cierto modo, su progenitor futbolístico. Pero eso no importará este sábado, cuando el hijo pródigo, una vez más, vuelva a cruzarse en el camino del padre.

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