Sus pocos goles en la primera mitad del campeonato y las llegadas de Rennella y Roger han provocado que el jugador soriano pase a un tercer plano

Tras la decepción que provocó el ‘no ascenso’, Braulio Vázquez tuvo que rearmar una plantilla en la que sus mejores jugadores volaban a otros clubes. Uno de los puestos que quedó más vacío, y eso que la plantilla estaba en cuadro, era la punta del ataque.
El año pasado, Roger, que partía como titular, se rompió en un partido contra el Sporting a mitad de la primera vuelta, pero, sin embargo, se ganó el cariño de la afición a base de esfuerzo y goles en los poco minutos que pudo disponer. Para suplir su baja, el Pucela se reforzó con jugadores como Jonathan Pereira o Hernán Pérez, que trataron de cubrir el hueco que dejó el valenciano con un éxito relativo.
Lo dicho, pese a que el Real Valladolid hizo grandes esfuerzos por ascender, no se pudo, y el uno de julio, la plantilla quedó corta hasta para un equipo de fútbol 7. Tras unos días de descanso para todos los estamentos del club, Braulio Vázquez se puso manos a la obra para confeccionar una plantilla con ciertas garantías y con el objetivo de ascender.
Así pues, el elegido para marcar los goles fue Rodrigo Ríos, más conocido como Rodri. Braulio estuvo tras su fichaje varias semanas y estaba convencido que él sería el delantero que este equipo necesitaba. Rodri nunca se ha desmarcado como un gran goleador pero sus números no son malos. Hace ya tres temporadas, en el Almería, en Primera División, el soriano marcó ocho tantos en 1892 minutos jugados (un gol cada 236 minutos).
Su buen hacer en el conjunto almeriense hizo que equipos del extranjero se fijasen en él. Finalmente, el futbolista se decidió por TSV 1860 München, (donde coincidió con Valdet Rama) un equipo de la 2. Bundesliga. Allí, Rodri participó menos de lo que él hubiese deseado y solo jugó doce partidos, anotando un gol.
El conjunto alemán viendo que Rodri apenas contaba con oportunidades decidió este verano buscarle una salida en calidad de cedido. En ese punto, Real Valladolid y TSV 1860 München se pusieron de acuerdo para que Rodri jugase en Zorrilla durante la campaña 2015/16. A partir de este momento, todos nos conocemos la historia, la de un delantero que pudo y puede ser pero que no es.
En la ciudad del Pisuerga aterrizó como el goleador que necesitaba el equipo. La afición, aunque quizá algo reacia, deseaba que fuese la continuación en la saga de buenos delanteros que en las últimas temporadas poblaban el vestuario blanquivioleta (Javi Guerra, Diego Costa, Víctor, Llorente…). Pero nada más lejos de la realidad.

Rodri ha disputado hasta este momento 1.548 minutos, repartidos en veintidós encuentros, diecinueve como titular. En este tiempo, Rodri solo ha marcado cuatro goles que han servido para que el Pucela sumase seis puntos. Es decir, ha marcado un gol cada 387 minutos, o lo que es lo mismo, un gol cada 4’3 partidos. Sus tantos están repartidos entre las jornadas cinco (contra el Numancia), siete (ante el Huesca), diez (frente al Mirandés, único con gol y victoria) y veinte (contra Elche)
En total, el jugador criado en la cantera sevillista ha tenido más de una veintena de oportunidades para dar un golpe encima de la mesa y decir al técnico, a Braulio y a la afición “aquí estoy yo”, pero la verdad es que el nueve no ha conseguido hacer tal cosa en cuatro meses de competición.
Y sin embargo, Roger, en su primer partido como titular, si que ha dado ese puñetazo a la mesa. La paciencia con Rodri, que encima es uno de los jugadores más indisciplinados del plantel, ha llegado a su fin con la venida de los nuevos puntas, Rennella y ‘Billy el Niño’.
No obstante, es necesario reconocer a Rodri Ríos su esfuerzo a la hora de ser el primer defensa del equipo en cuanto a la presión se refiere. En alguna ocasión su esfuerzo en la presión ha supuesto robos en zonas peligrosas e incluso goles pero hay que recordar lo que se le pide a un delantero: goles.
A Rodri se le puede agradecer el esfuerzo, pero sin goles, esa entrega cae en saco roto, ya que su contratación no fue para recuperar balones sino para conseguir marcar los goles que llevasen al Pucela a Primera División.
