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Un punto inválido

por Jesús Domínguez
28 de febrero de 2016
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El Real Valladolid se atasca en Tarragona ante un buen Nàstic que fue un igual, capitaneado por el carismático Emaná

 

Emaná y Jean Luc || Foto: LFP
Emaná y Jean Luc || Foto: LFP

Hay jugadores que parecen no ser caducos. De esos a los que recuerdas en cromo, o en una acción puntual, y que parece que nunca te abandonan. El del Real Valladolid, sobra decirlo, es Álvaro Rubio, sempiterno dueño del centro del campo. Y el del Nàstic de Tarragona tal parece que es Achille Emaná, cuya ascendencia general y calidad individual le hace ser generador principal del juego granota.

El componente emocional que encierra en su físico ‘La Pantera de Yaoundé’, aún vivo, es importante, porque es mucho su carisma. Su afán competitivo es la línea maestra que define a los de Vicente Moreno, contra quien se atascó el Pucela, incapaz de sumar más que un punto que desde el punto de vista clasificatorio resulta inválido. Los tarraconenses resultaron ser unos iguales, superiores a veces, incluso.

Y es que el Nàstic fue mejor en el arranque del choque que les enfrentaba en el Nou Estadi. Azuzados por el camerunés, que es como el último Kobe Bryant, salieron intensos, a incomodar al Real Valladolid y, a poder ser, a dominar, ya fuera el balón, el espacio o ambas cosas. Y lo consiguieron; fueron verticales buscando hacer daño por fuera, moviendo con presteza el esférico.

Emaná, como último Kobe que es, ordenaba, en toda la extensión del término, e incomodaba a la defensa rival aun cuando ya no es lo que fue. Como si fuera el novato de turno que crece a la sombra del ‘All Star’, rindiéndole pleitesía, Jean Luc fue su escudero fiel y llevó mucho peligro en zonas exteriores, obligando a Nikos a un esfuerzo que Mojica pronto entendió como compartido.

El camerunés reclamó mucho juego para sí, sobre todo mientras su exuberante físico le acompañó. Lo hacía aún cuando a los veintidós minutos hizo el uno a cero, en una veloz acción en la que le favoreció un rechazo de Marcelo Silva. Para entonces, el Real Valladolid ya se había encontrado, y el gol no le perdió. De hecho, pronto llegó el empate.

Apenas tres minutos después, Mojica puso un balón al área que Varo, tibio, no pudo atajar, y allí apareció Rennella para marcar su primer tanto como blanquivioleta. La rápida respuesta vino a confirmar la mejoría de los de Miguel Ángel Portugal, aunque no fue a más en forma de ocasiones claras, al menos durante la primera mitad. La única, tímida, fue de Roger, que envió fuera el testarazo.

En la reanudación el Nàstic volvió a dar un paso adelante, que duró más que los diez o quince minutos buenísimos del inicio. Sin llegar a avasallar, ni mucho menos, volvió a tener el cuero y a buscar rápidas acciones en las que demostraba conocer el espacio, y así Emaná siguió a lo suyo bryantnizado, tirando mucho y dejándole alguna a su ‘novato’ fetiche, un Jean Luc bastante más altruista.

El Real Valladolid rezumó locura por los poros; desde que juega con dos puntas es incapaz de tener un partido bajo control. Lo porfía todo a pegar más que el rival, como el boxeador Kiko Martínez, pucelano de adopción, la noche pasada ante Leo Santa Cruz. Lo bueno es que no salió trasquilado, como a ‘La Sensación’ le pasó. Lo malo es que tampoco puso el cascabel al gato.

En esa suerte de esquizofrenia en la que se convierte un encuentro cuando toca a arrebato, o al menos tiene esa intención, pudo vencer, porque Juan Villar dispuso de un disparo al larguero en la ultimísima acción del choque, y no se puede decir que pudo perder, porque los tarraconenses tampoco pudieron a Kepa en demasiados apuros. Pero el desorden sigue sin destaparse como solución.

Miguel Ángel Portugal tardó un mundo en mover el banquillo, y otra vez, cuando lo hizo, no cambió nada. La ruleta rusa en la que vive instalado el equipo probablemente termine cambiando la tendencia actual al empate y el descontrol por más triunfos, aunque mientras estos no llegan hay dudas. Sin embargo, volver a introducir un mediapunta no ayudó.

El punto, por más que el Nàstic llegara en buena racha –y la mantenga– no sirve para nada más que alejarse de los puestos de promoción. Aunque las sensaciones no sean malas y aunque no se cosechen derrotas, de uno en uno esta no se alcanzará, y es el mínimo objetivo. Pese a lo trabajado del Nástic, pese al carisma de Emaná y pese a que en el juego del arrebato el Pucela lo intentó, una vez más se atascó. Y van…

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