Patrick Ebert volverá a verse las caras con el Real Valladolid dos años y medio después de su espantada para irse al Spartak de Moscú
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Corría el minuto 82 del encuentro entre Osasuna y Real Valladolid en el Reyno de Navarra. La fecha, doce de enero de 2014. En una contra de libro tras un córner, Patrick Ebert se convertía en uno con el viento para pegarse una galopada de más de 60 metros y quedarse solo ante Andrés Fernández con el balón. Por un segundo, el tiempo se detuvo. Tac, con un suave y sutil toque, el esférico se despegó de la bota del alemán para elevarse con elegancia por encima del portero y besar suavemente las mallas. Era el 0-1, magia pura.
Era tan solo la confirmación de que Ebert se destapaba oficialmente como la revelación blanquivioleta de la temporada. Por aquel entonces, con Djukic en el banquillo, terminaría jugando veintitrés partido en Liga con seis goles a sus espaldas, cada uno de ellos más precioso que el anterior. Pero no era solo cuestión de números. Ebert era garra, casta, empuje. Cualidades que se convertían en una maldición a la hora de chocarse con las malditas lesiones. Cuando vestía la blanquivioleta, las únicas capaces de perseguirle y atraparle.
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Adiós sin el corazón
Ha pasado tiempo, mucho tiempo desde entonces. Por el camino, la famosa espantada al Spartak de Moscú en enero de 2015, tan solo unos meses antes de que un conjunto capitaneado por Juan Ignacio Martínez se fuera definitivamente a la deriva. Ahí se puso punto y final a año y medio de rebeldía, de un carácter peculiar que dejó huella en Zorrilla. Para lo bueno y para lo malo.
Una marcha a casa en bicicleta pese a una lesión. Un toque al vestuario cuestionando la entrega de sus compañeros. “Si Ebert no quiere estar aquí, que se marche”, espetó por entonces Jesús Rueda. Varios desplantes ante JIM, también frente a Carlos Suárez. El ‘hasta aquí hemos llegado’ fue frente al Villarreal CF el veinticinco de enero de 2014 cuando se negó a vestirse de corto. El chico malo había llegado, pero esta vez no para quedarse. Al contrario. Apenas unos días después cogió las maletas rumbo a Moscú.
Pero ahora es diferente. Patrick Ebert se ha reformado, ya no es ese bad boy que bien se recuerda en la grada de Zorrilla. O al menos no es esa la imagen que vende en Vallecas, donde se volverá a ver las caras con su antiguo club. “Parecía que con la lesión, con la marcha de Paco Jémez y el descenso a Segunda se iba a marchar, pero no ha sido así”, hace ver Alejandro Pelayo, del medio digital Rayo Total.
“Desde el primer momento dijo que se quedaba y está comprometido. Ha venido con esa actitud, con la de querer demostrar algo”. Y es que dos años y medio dan para mucho. Concretamente para pasar uno y medio en Rusia con poco por hacer, en una pura demostración de que a veces la cabezonería de un futbolista no siempre es buena consejera. Siquiera veintitrés partidos ligueros en los que ni siquiera llegó a celebrar un gol. Ver para creer. Era momento de volver a probar suerte en España, en el Rayo, en un fichaje que se consumó hace justo un año.
“Cuando vino dijo que volvía a la Liga española para ir con la Selección Alemana. Empezó jugando por aquel entonces los primeros partidos los 90 minutos, pero fueron ante rivales como Valencia, Celta, Barcelona… y claro, se perdió. Él no lo hizo mal, en todo caso” sigue Pelayo. Quién lo diría cuando en su presentación alguno le puso la etiqueta de pasado de peso.
“Pronto Paco [Jémez] decidió que había que cambiar la plantilla y empezó a jugar menos. Jugó veinte minutos contra el Villarreal, lo hizo bien… pero fue cuando se lesionó. Ahí se acabó todo”, explica el de Rayo Total. Y efectivamente, fue un antes y un después. Con apenas un cuarto de Liga disputada, el entrenador canario se quedó sin una de sus piezas fundamentales sobre la que cimentar la permanencia. La rotura del tendón de Aquiles ampliaba el ya de por sí grueso historial médico de Ebert.
“Se supone que iba a ser importante, claro. Ahí a Jémez se le rompieron muchos esquemas”, explica Pelayo. Y adiós al sueño de la Selección, por descontado. Ni siquiera dio tiempo a mostrar un mínimo de su impresionante golpeo, su magistral zancada o su técnica desbordante. Por si fuera poco, el descenso del conjunto franjirrojo hace tan solo unos meses terminó por convertir el sueño en pesadilla.
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Esperanzas renovadas

Fue ahí cuando tocó apretar los dientes y suspirar en una muestra de buena voluntad. No iba a repetirse, no esta vez. Era la hora de asumir las consecuencias de su fichaje por el Rayo Vallecano, después de una ardua y compleja recuperación que incluso tuvo un episodio médico en Estados Unidos. Parece que la manía persecutoria a los médicos españoles no era solo cuestión de Valladolid.
“Parecía asumido, que iba a tener ofertas y se iba a ir, pero ahora mismo está implicado. Dejó claro que él se quedaba y así ha sido. En los entrenamientos le ves riéndose, con confianza…”. Tanta como para haber estrenado el marcador liguero del Rayo en la primera jornada de Liga, a domicilio en casa del Elche pese a que la contienda acabara en derrota. “Ahora mismo está en muy buen estado de forma, mejor incluso que cuando llegó, cuando se decía que estaba gordo”.
¿Motivos para echarse a temblar? Quizá. Bien sabe la grada blanquivioleta de lo que es capaz el alemán. Ahora la historia es otra, ya no es esa fiera indómita. “Es una de las grandes esperanzas si tiene continuidad”, cierra el periodista de Rayo Total. Nada como una clase de reconducción en Vallecas para volver a la senda del buen fútbol… o eso parece.
