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Un certero Guijuelo frena el ímpetu del Promesas

por Jesús Domínguez
18 de septiembre de 2016
en Noticias
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Veinte minutos más lúcidos bastan a los chacineros frente a un filial que no pudo remontar los dos afortunados tantos iniciales. Sobre la bocina, Antonio Pino marcó el tres a cero definitivo

 

Foto: Jesús Domínguez
Foto: Jesús Domínguez

El Real Valladolid B cayó con más dolor que estrépito en su visita al Municipal del Guijuelo. El tres a cero parece indicador de dominio, incontestable incluso, pero lo que señala es que los chacineros estuvieron más acertados de cara a puerta, más que otra cosa, ya que el filial compitió más de lo que dice el marcador y el juego rival no fue para tanto.

Castigó mucho el Guijuelo al Promesas en la primera mitad. Y no porque jugara mal el filial, que no lo hizo. Simplemente dos jugadas afortunadas provocaron que la desventaja fuera a todas luces injusta al descanso. Porque aunque este juego va de hacer goles, y los chacineros rentabilizaron al máximo sus posibilidades, no hicieron tanto como para irse el entretiempo con ese dos a cero.

El filial salió fuerte, queriendo tener presencia en campo rival. No tanto el balón, porque “no lo necesita”. Le basta con propulsarlo y dirigirlo hacia arriba a la vez que galopa, como si los campos que pisa fueran los de ‘Oliver y Benji’, casi en tromba. En esta suerte casi de oleada, Higinio fue líder otra vez, se impuso con tal suficiencia física que pareció Mark Lenders frente a Bruce Harper.

Los de Rubén Albés lo tenían claro: achicaban espacios y apretaban para que el rival no se sintiera cómodo en la salida de su campo. Y una vez recuperaban, corrían como alma que lleva el diablo, guiados por esa ventaja física del punta de Calasparra. Focalizado su empeño en atacar el lado derecho –izquierdo rival–, empequeñeció a Jonathan Martín y generó mucho peligro.

Aunque no siempre la amenaza de los vallisoletanos se plasmaba en una ocasión, el propio Higinio disparó fuerte, abajo, a los cinco minutos, y obligó a Kike Royo a emplearse a fondo. Sin embargo, la intentona más clara sería una falta de Samanes que el portero despejó con brillantez a córner. Acto seguido, la zaga debió repeler otra jugada de Higinio, que bailó sobre la línea de cal y disparó casi sin ángulo.

El Guijuelo no se sentía cómodo, y eso se demostraba sobre todo en que Jorge Juliá no se terminaba de encontrar. El primer gesto de desasirse el nudo de la corbata llegó con el uno a cero, en una acción a balón parado que remató Raúl Ruiz desde la frontal, con la fortuna, mala para Dani Hernández, de que el envío chocó en un defensor.

Bien porque el Promesas acusó el golpe o bien porque el recibirlo obligaba a cambiar el plan, lo cierto es que el tanto fue un halo de luz para Juliá, y con él jugando, en la expresión más menottista del término, la película era bien distinta. Estando el exblanquivioleta cómodo y encontrando espacios él, para respirar y para mover la pelotita, el Real Valladolid B estaba abocado a sufrir.

Y lo hizo, pero apenas cinco minutos, los que transcurrieron entre el dos a cero y el descanso. En el cuarenta, Aitor Aspas la corrió por la izquierda y la golpeó mordida, pero su mal centro se acabó convirtiendo en un golazo ante el que Dani Hernández nada pudo hacer. Desde entonces y hasta el descanso, aunque sin tener ocasiones, los salmantinos tuvieron el cuero y amenazaron la puerta rival.

Y ya no necesitaron más. Los chacineros se dedicaron a gestionar su renta, que no era moco de pavo. Así, amagaron con defenderse con balón y de seguir explotando a Jorge Juliá, pero se dieron de bruces con un filial enrabietado y que quería más. No obstante, querer no es poder, y como los de Mateo García se las vieron venir, replegaron velas y pasaron a defenderse, dicho sea de paso, cada vez más atrás.

Durante minutos hubo la sensación de que un tanto visitante podía agitar el encuentro, pero no hubo demasiada claridad en la generación de oportunidades de los blanquivioletas. Imprecisos, ansiosos, atropellados y atascados ante el buen hacer defensivo del Guijuelo, apenas tuvieron un par de ocasiones reales, si bien apretaron hasta el final.

Renzo, Higinio de nuevo y el debutante Sinisterra lo probaron de lejos, Dani Vega hizo lo propio después de revolverse en la frontal del área y Arroyo de un testarazo tras un buen cambio de orientación desde el lado contrario. Vaya que aunque la claridad no fuera mucha, a fuerza de querer, la producción ofensiva fue alta.

Con el paso de los minutos y la certeza –casi seguridad– del marcador favorable, el Guijuelo se soltó y el partido se rompió, pudiendo llegar el gol en cualquiera de las dos áreas. Lo hizo en la que acababan los locales, con un contragolpe de Antonio Pino, que se plantó solísimo ante Dani Hernández para anotar el tres a cero.

Fue la puntilla, el azote de propina del padre enrabietado por el comportamiento del hijo. El “vas a llorar por algo” de mamá, un castigo excesivo para cualquiera que viera el choque, porque seguro que incluso los lugareños reconocen que la desigualdad no fue tanta; de hecho, quizá ni fue. Pero pasa que el fútbol es caos, azar, y estos estuvieron del lado salmantino para impedir que el Promesas volviera a sumar.

Como las victorias anteriores, esta derrota ha de servir a los de Rubén Albés para crecer. Y ese crecimiento debe demostrarse el domingo próximo ante el Mutilvera navarro, recién ascendido, a partir de las doce del mediodía en Los Anexos.

 

CD Guijuelo: Kike; Raúl Ruiz (Piojo, min. 63), Álvaro, Jonathan Martín, Aitor Aspas; Héctor, Jorge Juliá; Jonxa, Julián Luque (Carles Marc, min. 81), Manu Dimas (Maiki, min. 72) y Antonio Pino.

Real Valladolid Promesas: Dani Hernández; Arroyo, Mario Robles, Calero, Royo; Mayoral (Miguel Marí, min 76), Rai Marchán, Renzo Zambrano, Samanes (Sinisterra, min. 65); Higinio e Iván Martín (Dani Vega, min. 46).

Goles: 1-0, min. 26: Raúl Ruiz. 2-0, min. 40: Aitor Aspas. 3-0, min. 92: Antonio Pino.

Árbitro: Alain Kevin García (Colegio Gallego). Amonestó a los locales Raúl Ruiz, Héctor, Jorge Juliá y Julián Luque y a los visitantes Arroyo, Calero, Renzo e Higinio.

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