Análisis del próximo rival del Real Valladolid

Uno a la baja, otro al alza, pero al final el objetivo es el mismo: llevarse los tres puntos al zurrón. Real Valladolid y Real Zaragoza se verán las caras este domingo para medir sus respectivos estados de forma, conscientes de que en el trasfondo del asunto ambos aspiran a la parte alta de la tabla. No hace falta decirlo. Se espera un duelo de esos de los que saltan chispas en el José Zorrilla.
¿Por qué? Pues porque, quién sabe, este duelo podría marcar un futuro ascenso. Quizá suene exagerado, pero no lo es. Un posible cambio de tendencias, más allá de otros factores más directos como el goalaverage, serían determinantes cuando ya se lleva disputado un cuarto de campeonato. Mientras, los de Paco Herrera esperan agazapados en su territorio, sabios conocedores de que el hecho de ejercer de locales ya supone una gran ventaja.
Va de cincos
Es probable que les suene una racha de cinco partidos sin alcanzar la victoria. No está muy lejano para los seguidores blanquivioletas, desde luego. Pues en las mismas se encuentra ahora mismo el conjunto maño, con la diferencia, eso sí, de que no se trata de una racha de cinco derrotas la que acumula, sino de solo tres unidas a dos empates.
En todo caso, es evidente que la situación no está para tirar cohetes. La última derrota este pasado fin de semana, en casa ante el Elche por un contundente 1-3 en La Romareda, ha terminado de abrir una herida que nunca ha terminado de cerrarse tras un ascenso frustrado la temporada pasada. Fácil es prometer, pero no tanto cumplir.
La cuestión es que los blanquillos descansan en la decimocuarta posición de la tabla con doce puntos en estas diez primeras jornadas. Un triste botín para aquel que aspira a cotas más altas cosechado con apenas tres victorias, tres empates y cuatro derrotas. Bien es cierto que el play off no se ve muy lejano, a dos puntos. Exactamente la misma distancia que el descenso. Una simple victoria cambiaría mucho la perspectiva.
Sin duda no están siendo años sencillos para los seguidores maños. Temporadas de competición europea alternadas con descensos a Segunda, con grandes problemas institucionales y de economía, con un Agapito que ya es historia -que cada uno lo interprete como vea- y con mil y un problemas que han convertido a un equipo clásico del fútbol español en un barco más bien a la deriva desde hace tiempo.
Una y otra vez

Tras el fiasco del año pasado, quedándose el proyecto completamente a medio camino pese a ser el claro favorito por presupuesto y por plantilla, esta vez se han intentado dar una vuelta de tuerca con una mezcla de jugadores jóvenes y veteranos y un entrenador, Luis Milla, que apuesta por el toque-toque y que viene avalado por su etapa con la selección española sub-21 y el año pasado en el Lugo.
No es buena muestra de referencia la eliminatoria copera que disputaron Pucela y Zaragoza hace unas semanas, la cual acabó 1-2 para los blanquivioletas, ya que desde entonces los maños han experimentado cierta evolución, no siempre con resultados positivos.
Bien es cierto que habrá que atar en corto a dos goleadores natos como son Ángel o Lanzarote, ambos con cinco dianas en su haber cada uno, pero al equipo le está faltando bastante orden tanto a la hora de atacar como de defender. Así están pagando los errores, a cada cual más caro que el anterior en forma de tantos encajados.
Por cierto que a pesar de todo el Zaragoza vive en una curiosa particularidad. Se trata del cuarto equipo que más goles marca de la categoría, ni más ni menos que quince, con la salvedad de que la defensa no es de garantías y ha encajado uno más, dieciséis, de los transformados. Si Milla consigue tapar esa sangría, este conjunto será otro… por lo que no conviene que Paco Hererra ni sus chicos se confíen.
Curiosidad del rival de esta jornada: En la historia del Zaragoza se recuerda con cariño lo que muchos llaman la generación de los Alifantes, nombre que tomaron los por entonces jugadores maños cuando el 5 de mayo de 1935 el equipo jugaba en el Pueblo Nuevo de Barcelona ante el Júpiter.
Transcurría el segundo tiempo, el Zaragoza se imponía por 0-3 y Miguel Gay, periodista deportivo, escuchó a un hombre decir que era imposible marcar un gol a los aragoneses por que parecían “Alifantes”. El hombre en cuestión, lógicamente, quería referirse a la altura de algunos defensas como Gómez, Alonso y Lerín, que medían más de 1’90, comparándolos con elefantes. De esta manera, con un error léxico, quedó nombrada una gran generación de futbolistas, pero que la Guerra Civil se encargó de separar.