El Real Valladolid es uno de los equipos menos efectivos de Segunda División, tratándose del cuarto que más remata pero el quinto que menos goles ha transformado

Es la típica situación de una película del oeste. Un vaquero se encuentra frente a frente con su contrincante, ambos dispuestos a batirse en duelo a muerte con pistolas de por medio. El ambiente, tenso para cortarse con un cuchillo. Todo listo para que la diosa fortuna decida el destino… y a uno de ellos se le encasquilla el revólver quedando indefenso ante su rival, que le da muerte. Es posible que la situación no sea tan dramática para el Real Valladolid, pero quizá sí puedan encontrarse ciertas similitudes.
Para empezar, el conjunto blanquivioleta está falto de pólvora, de mordiente ofensiva. No hace falta decirlo en voz demasiado alta si se tiene en cuenta que apenas se suman once goles en doce jornadas, un bagaje a todos ojos insuficiente para quien pretende ser un candidato al ascenso directo. Por no hablar del hecho de que el máximo goleador, José, con cuatro dianas en su haber en Liga, tenga para unas cuantas semanas en el dique seco.
Es más, nombre por nombre y número por número el Pucela no parece especialmente armado. Mata, Iban Salvador, Villar, Lichnovsky y, el último en unirse a la lista, Míchel Herrero, son todos los cañoneros que han conseguido perforar las redes rivales en lo que va de temporada. ¿Con cuántas muescas en sus revólveres? Apenas una para cada uno, a la que hay que sumar el gol en propia puerta que se hizo el Levante y que completa los once del total.
Buenas y malas noticias
A todo esto, hay alguna que otra interpretación de este entramado que sitúa al Real Valladolid como quinto conjunto menos goleador de toda la Segunda División, con tan solo Mallorca, Tenerife (con diez dianas cada uno), Getafe (nueve) y Alcorcón (cinco) por detrás. La parte buena es que los de Paco Herrera, bien puede comprobarse en los últimos partidos, no dejan de tener presencia ofensiva en la parcela rival.
Juan Villar por un lado, Mata por el otro, Álex López que se incorpora para rematar en segunda línea, Balbi que entra como un obús por la banda, Míchel que también cuenta con presencia… El Pucela ataca y ataca durante todos los partidos de manera más o menos constante avasallando por momentos al rival. Y es aquí precisamente donde llega el punto negro, la parte negativa. Por desgracia, los goles no siempre llegan.
La página de estadísticas de la Liga de Fútbol Profesional aclara en parte este misterio. El Real Valladolid es ni más ni menos que el cuarto equipo que más tiros realiza de toda la Segunda División, con hasta 122 remates en estas doce primeras jornadas. No necesariamente a portería, hay que decir, e incluso la LFP se atreve a tasar en un 37% la efectividad de estos disparos. Matemática pura, aproximadamente uno de cada tres toman trayectoria entre los tres palos.
Pero no, simplemente parece que el Pucela no las tiene todas consigo en esta recta inicial. Ya se sabe que hay lanzamientos a puerta más y menos certeros, mientras que el organismo futbolístico los cataloga todos por igual. Pero está claro que los blanquivioletas no tienen el mismo tino que el resto de equipos. Eso sí,bien hay que decir que les hay peores, pues el antes nombrado Tenerife, equipo con apenas diez chicharros, se sitúa por encima del Valladolid en esta clasificación en el tercer puesto con dos remates más, hasta 124. Mal de muchos, consuelo de tontos.
Nombre por nombre

También es llamativo, siempre según las citadas cifras de la LFP, comprobar cómo estos 122 remates quedan bastante repartidos entre todos los jugadores pucelanos, pese a ser José el más efectivo o, al menos, el más cumplidor. Precisamente este ha cosechado sus cuatro goles en base a veintiún remates, mientras que Míchel Herrero y Juan Villar, segundo y tercero en el ranking del Pucela, han hecho lo propio dieciséis y quince veces para apenas conseguir un gol.
¿Se imaginan al cuarto en discordia? Ahí aparece de repente Jaime Mata, con sus nada desdeñables once disparos en sus siete partidos disputados. Dicho lo cual, las conclusiones son evidentes.
El Real Valladolid empuja, lo intenta, sea por tierra, mar o aire. No hay más que ver los últimos choques, tras aquella racha fatídica de cinco derrotas consecutivas, para comprobar cómo efectivamente la voluntad y los mimbres existen, pero no el acierto.
Y es precisamente por ahí por donde deben ir los tiros, valga la expresión, para terminar de pegar el repunte. Todo podría reducirse a una sencilla pero a la vez diabólica ecuación matemática: sin efectividad, no hay goles. Sin goles, no hay victorias. Sin victorias, no hay puntos. Y sin puntos, no hay ascenso.