Rubén Albés, entrenador del Real Valladolid B, está siendo capaz de gestionar bien los minutos y titularidades de un equipo que está mejor de lo esperado

Foto: Víctor Álvarez
El Real Valladolid Promesas se encuentra ocupando la octava plaza clasificatoria después de trece jornadas. Transcurrido este primer tercio de competición, se le podría catalogar –junto al Izarra, rival de este domingo— como una de las revelaciones del Grupo I de la Segunda División B, de no ser por las típicas reservas que invitan a pensar que más pronto que tarde caerá de esas posiciones.
De lo que no cabe ninguna duda es de que está sorprendiendo a propios y a extraños, toda vez que acumula diecinueve puntos en esas trece fechas, importantísimos de cara a una hipotética salvación, objetivo anhelado y planteado por la dirección deportiva una temporada más, una temporada más, en medio de la austeridad.
Puede sonar a tópico, pero una de las principales fortalezas de este filial radica en el grupo. Y gran parte de la culpa de que esté tan anexionado es de su entrenador, Rubén Albés, que está siendo capaz de gestionar los minutos y las titularidades de sus futbolistas de tal manera que la confianza es clave, la formación está presente y la competitividad es un hecho, por todo lo anterior y por el modelo de juego, que impulsa las habilidades de sus jugadores de mayor potencial. Así, todo aquel que entra en el once tiene cierto ‘permiso a equivocarse’, pero la competencia interna y esa convicción son tales que los errores de bulto no se suceden.
Puede parecer contradictorio hablar de fuerte competencia y de sucesión de titularidades, pero no lo es. Aquel que sale del equipo titular sabe que es por algo, y que en condiciones normales quien le sustituye tendrá un voto de confianza. Esto hace que el ritmo se incremente hasta convertir los entrenamientos en una suerte de intensidad que luego se refleja en los encuentros.
Si por un casual la sustitución es coyuntural, el que entra suele verse reforzado con continuidad. Es el caso de Roberto Corral, que ha encadenado varias titularidades en el lateral derecho, jugando a pie cambiado, como sustituto de un Arroyo que aunque ya ha ido teniendo minutos en las últimas semanas, todavía no ha vuelto al equipo inicial. Cabe esperar que lo haga pronto, y lo hará desde la naturalidad.
Este es otro rasgo que define lo que el técnico viene haciendo. Aunque se espera que sean jugadores importantes, Arroyo o Samanes, antes lesionados y ya recuperados, están esperando su ocasión de volver a ser de la partida sin haber forzado ni forzar su situación. La tranquilidad en este sentido es tal que, a excepción del lesionado Deve y de los inéditos Mario Gómez, Rubén y Embela, todos los futbolistas del filial han sido titulares y todos lo han sido más de una vez seguida. De estos, sorprende lo del segundo sobremanera, debido a su experiencia en la categoría, mientras que el tercero se encuentra en el ostracismo, incapaz de sacudirse la vitola de cuarto central.
El técnico gallego pasó el pasado lunes por los micrófonos de #HacemosCantera y reconoció que es importante «la tranquilidad» con la que se afrontó el peor momento de lo que va de curso, cuando se aproximaron al descenso. Y dio la clave con respecto a lo anterior: «No tendría sentido que marcáramos a once futbolistas como titulares y al resto como suplentes. Debemos potenciar la competitividad y dar la posibilidad de que exista un cambio de rol».
Y en ello están. Con esa confianza citada, potenciando «la competitividad y que el futbolista que entre lo haga porque mejora al que sale» y teniendo «a todo el mundo en alerta». «Es cuestión de méritos», considera Rubén Albés, más que de roles predeterminados que podrían llevar por defecto a jugadores como Arroyo o Mario Gómez a ser titulares. Aquel que se hace acreedor de disponer de otra oportunidad, la tiene, con justicia, algo a lo que no siempre atienden los entrenadores.
Esta gestión de grupo resulta ejemplar a todas luces, pero más debido a que favorece (o lo pretende) la resiliencia, esa palabra que tanto gusta al entrenador del Promesas, que cree que esta característica debe aparecer, con más motivo, en un jugador joven. «No estar jugando o jugar menos minutos tiene que ser motivo par superarse, para entrenar mejor y para jugar mejor que el futbolista que está dentro del once. El que sale intenta mejorar el rendimiento del que está en ese momento. Esa es una de nuestras grandes virtudes«, manifestó.
Y no se equivoca, porque anda el Real Valladolid B metido en un círculo virtuoso, en el que quien juega y compite lo hace porque goza de confianza y si goza de confianza es porque juega y compite. Esa decisión justa, de no alinear fichajes por el mero hecho de serlo, o a jugadores de los llamados potenciales por lo mismo, es una de las múltiples razones que están llevando al equipo a crecer como eso, algo cuyo méritos es en buena medida de Albés, que es quien toma esas decisiones, más allá de que los jugadores luego ‘se pongan o se quiten’ con su rendimiento. Uno que, en el global, está siendo muy bueno, tal y como enseña la clasificación.