El técnico del Real Valladolid participó este jueves en #FútbolSinGritos, ciclo de conferencias desarrollado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid y organizado por Colectivo Laika

No es fácil hipnotizar a un buen número de estudiantes; sacarlos de sus smartphones y de sus redes sociales y provocar que se concentren tanto como si el mensaje tuviera una connotación de vida o muerte. Dijo al final Paco Herrera, entrenador del Real Valladolid, que le costaba mucho acudir a foros como el ciclo de conferencias #FútbolSinGritos, organizado por tercera vez en la Facultad de Filosofía y Letras por Colectivo Laika, pero no lo pareció. Se entregó tanto que recibió de vuelta un silencio que recordaba a aquellas clases de antaño en las que el maestro lo era todo.
El técnico enseñó su lado más personal, contó todo tipo de anécdotas y alguna intimidad como que en verano pudo haber firmado por un equipo inglés, a quien habría preferido al blanquivioleta llegado el caso de que haber recibido una oferta. A buen seguro, después de los más de ochenta minutos de puro fútbol, agradecerán que no se diera esta posibilidad cuantos asistieron a su charla, en la que estuvo acompañado por la periodista pacense Begoña Pérez, quien habló de él como «un ídolo» en Badajoz, tierra de ambos.
Precisamente sobre su apego a Badajoz se desarrolló parte de su intervención, dejando siempre claro que es su casa, por más que naciera y se criara en Cataluña. Para Herrera, fue especial vivir el triunfo en la Champions League acompañando a Rafa Benítez en el banquillo del Liverpool, pero no tanto como ascender a Segunda al club de su ciudad, en el que estuvo ocho años como jugador antes de ese hito, en su primer año dirigiendo. «El ascenso fue muy bonito y con un equipo que jugaba de maravilla. A mí me gustaba más que el Celta o Las Palmas que ascendieron», recordó.
Formado en la Damm en su etapa como jugador, a los dieciocho años tuvo la opción de pasar una prueba para entrar a trabajar en un banco. No obstante, como «sabía» que también las tenía de dedicarse al fútbol, algo que ya hacía un hermano mayor que llegó a jugar en el primer equipo del FC Barcelona, se hizo el enfermo y se decantó por el balompié. Con la misma decisión, años más tarde rechazaría seguir en activo para emprender ese camino como entrenador, ya en Extremadura, o seguir en el propio Liverpool.
En aquella experiencia sintió «una necesidad» que le hizo volver, a pesar de los éxitos. A pesar de vivir cosas como «lo especial» de la rivalidad de los dos equipos de Merseyside y del fútbol británico, tan distinto de su ideario futbolístico como «diferente» en aspectos como que «allí la gente es del equipo de su ciudad». «No sé si sois todos de Valladolid; seguro que sois del Madrid, del Barça o del Atlético. En Inglaterra seríais del Real Valladolid. Allí se llena cualquier estadio, la gente va a ver ganar a su equipo, y si lo ven perder, pierden con él, no se van antes ni sacan pañuelos», explicó a su público.
No obstante, esto no supuso un ataque a la ciudad. En tanto en cuanto «tiene muchas posibilidades de hacer otras cosas y está muy cerca de Madrid, la gente puede optar por otras opciones o por otro fútbol». Por eso, aunque le gustaría que Zorrilla se llenara, considera que se lo tienen «que ganar». «Que vengan los que tengan que venir; nuestro trabajo es traer a más gente, que el boca a boca diga que el equipo está jugando bien y divirtiendo. Ahora está jugando bastante bien, intentando sumar gente», agregó.

Esta idea está íntimamente ligada con la identidad, un concepto a veces vago o que se pervierte por culpa del ruido que se genera alrededor, sobre todo en la derrota. Aunque «pretende ayudar a solucionar ciertos problemas o cuestiones percibidas como problemas», considera Herrera que perder dicha identidad puede llevar al arrepentimiento si aun así no salen las cosas.
Aunque es consciente de que mantenerse firme en la idea no siempre garantiza el éxito ni la continuidad, ya que al contrario de lo vivido por él recientemente, a veces quienes toman decisiones toman la de prescindir de los garantes de esa identidad.
En este sentido, puso en valor la figura del director deportivo y del trabajo metodológico de una estructura desde la base como algo que puede llevar al éxito de una forma más trabajosa pero posible, cuestión que, asimismo, diferencia el fútbol actual y continental o español de aquel que él vivió en su etapa en Reino Unido. En el lado opuesto de la balanza, recordó que en Inglaterra las posibilidades económicas de los conjuntos de la Segunda es mayor que la que existe en España, y con ello, las posibilidades de entrenamiento son mayores.
«Voy a contar otra intimidad: este verano, antes del Real Valladolid, se me presentó la posibilidad de fichar por un club de la Segunda División inglesa. Sin tener compromiso con ningún otro club, aunque sí tenía una cercanía o unas conversaciones con el Real Valladolid, les dije que tenía esa opción y que si salía no lo dudaría, me iría a Inglaterra. Lo tenía muy claro y aquí lo aceptaron», desveló. Y desveló que habría sido por esas mayores posibilidades a la hora de entrenar.
El Paco Herrera más cercano
El entrenador del Real Valladolid recordó que su cercanía con los jóvenes no es nueva, rememorando el tiempo en el que dirigió al equipo de reservas del Liverpool. Allí, por ejemplo, pudo detectar cómo un joven jugador español estaba excesivamente presionado por su padre, lo que le llevó a intervenir. Destacado como un padre deportivo por no pocos futbolistas, le gusta manejarse «como educador». «Hay entrenadores que tienen la necesidad de estar lo más alto posible y otros que prefieren mejorar a sus jugadores. Yo me encuentro entre estos», dijo.

Y en estas anda, con futbolistas como José u otros a los que no citó, si bien sí reconoció que «hay jugadores muy interesantes que pueden explotar» como lo ha hecho el talaverano, sobre quien se preguntó cómo es que nadie había visto antes que tenía que ser potenciado con minutos. «Aunque tiene que mejorar», tiene para él un rol «de titular indiscutible», desveló.
Volviendo a su retorno de Inglaterra, explicó que no sabe qué hubiera pasado si se hubiera quedado, tras la ayuda que le prestó a Rafa Benítez en los momentos complicados que vivieron al inicio. Aunque fueron diferentes, también los ha vivido hace poco Becerra, a quien también se refirió después de realizar labores casi de psicólogo, de entrenador próximo al futbolista. «Nosotros hemos tenido a un jugador que ha vivido ese momento difícil de críticas que el futbolista lleva siempre al otro terreno. Creo que hemos superado ese momento«, aseveró, algo que venía a colación de una reflexión genérica:
«Es posible que los medios no sepan cuál es la trascendencia que tienen en un vestuario o para un jugador. Hay jugadores que viven unas críticas duras y no tienen la fuerza de voluntad de aceptar eso y de hacerlo con normalidad, o ni siquiera de aceptar que no lo están haciendo bien. Esa influencia puede acabar con un jugador durante un tiempo, aunque también puede ser al revés, para cosas buenas», espetó de manera más general tras ser interpelado por un asistente.
Habló también de la dificultad de afrontar solo determinadas experiencias, esas duras, toda vez que no tener a la familia cerca provoca cierta soledad y obliga a tener «mucha fortaleza para salir adelante». «La necesidad de tener alguien que te ayude, te pase la mano, te haga ver de otra forma las cosas… suele ir unida a los malos resultados, pero existe. Hay entrenadores que no han sido capaces de sobrellevarlo, aunque no es mi caso. En mi caso siempre hay algo que me dice que siga adelante», comentó.
El técnico pacense terminó su intervención reconociendo aquella dificultad antes dicha, pero no sin antes valorar como buenas las preguntas, como otra que llevó a ver algo más de lo que él es, sobre la manida meritocracia: «Yo he dado para Elche una lista de dieciocho y ya he reconocido que va a jugar el mismo once contra el Sevilla Atlético. También hemos tenido cinco partidos en los que hemos perdido y dos de Copa que hemos ganado, en los que he valorado hacer cambios. No es fácil, la decisión que tomes, sea la que sea no es buena, porque, aunque sea buena, es mala porque los que han hecho méritos no han tenido la respuesta que esperaban por mi parte«.
A su modo de ver, «es complicado encontrar la fórmula para que esos jugadores sigan enchufados», aunque sabe que «el que tiene menos fuerza de voluntad se te puede caer», algo que para el entrenador, lejos de ser una excusa, es «una pequeña derrota». Del mismo modo, puede pasar al revés, que al que juega y lo hace bien «tenga aire dentro de la camisa», en cuyo caso habrá que hacer que mantenga los pies en el suelo, algo que él hace con cariño.
«Hay dos tipos de entrenadores, los que ponen distancia, una especie de cristal, y el que se implica con todo y se mete en el barro. Yo estoy más en ese bando, que creo que no es ni mejor ni peor. Hay que saber manejar al jugador; con distancia, le puedes hacer ver que no se le debe subir el pavo o equivocarse desde una lejanía, y, desde la cercanía absoluta, aunque trabajes al filo de la navaja, es difícil que el jugador se te escape, hablándole con confianza. A mí me gusta ese contacto», finalizó, concluyendo así con la sesión de hipnosis.