El exblanquivioleta ajusticia al Real Valladolid en las postrimerías de un mal partido de ambos, pero en el que, con poco, el Numancia fue un igual o mejor

Solo en la cabeza de un hombre, Manu del Moral, habita la verdad. Solo allí se ha vivido con certeza el tanto que dio al traste con el punto que el Real Valladolid se podría haber llevado de Los Pajaritos. ¿Son molinos, o acaso monstruos? ¿Por qué celebró así el gol ante el que fue su equipo? ¿Fue solo por el momento y la acuciante necesidad del actual? ¿O hubo cierto (bastante) revanchismo con aquel que ya no le quiso?
Estas preguntas saldrán de los labios de muchos de los que fueron sus aficionados. O quizá ni eso. Quizá solo sobrevuelen su mente. Quizá, en el duro viaje de vuelta de Soria. Como culpándole. Porque sí, tiene culpa de la derrota blanquivioleta; pena ya se ha visto que no. Claro, que lo raro sería otra cosa, por más que se le llene la boca de pamplinas, vista su temporada en Zorrilla.
No serán pocos los que hablen de ‘maldición del ex’, en vistas a que el dos a uno llegó con el tiempo prácticamente cumplido. «Solamente podía ser él», exclamaron muchos, y no; no solo.
Visto el despropósito, había un buen puñado de alternativas que trajeran a los blanquivioletas de vacío de su visita al Numancia. Incluso propias, porque la fatalidad no entiende de colores, aunque si algún apellido podía reflejar aquello que se ha visto afectado en la parroquia vallisoletana es el del renacido. Y es que el hoy rojillo Del Moral tocó la ídem a muchos con su celebración, pero sobre todo provocó un bajón de impresión.
Por más que haya dado signos que invitan a creer, con partidos así se hace difícil mantener la fe, sobre todo cuando uno tira de nuevo la primera mitad a la basura. Porque, sin paños calientes, eso hizo el Real Valladolid. Como antes en Lugo, ante el Levante o frente al Córdoba, por ejemplo, no fue lo que debe, y lo que es peor, se vio desbordado por un fútbol muy rudimentario y más simple que el mecanismo de un chupete.
Si tan advertidos estaban los futbolistas visitantes de cómo juegan los numantinos, alcanzar a entender qué falló se hace difícil. Siendo simplistas se puede tirar de tópico y decir que el rival también juega, pero el problema viene cuando uno no lo hace; no solo cuando no ejecuta el plan trazado cuando tiene el balón, sino también cuando no neutraliza el pergeñado por el rival.
Si tan advertidos estaban los vallisoletanos del tipo de fútbol que practican los de Jagoba Arrasate, deberían haberse mostrado más compactos y defender mejor lo que generan de tres cuartos en adelante. Y sin embargo no lo hicieron; como durante aquella racha de cinco derrotas consecutivas, descuidaron las alas y las segundas jugadas o acciones en la frontal.
Y en estas hubo multitud de centros al área y en estas llegó el uno a cero, con una internada desde la banda derecha de Pablo Valcarce ante la que los defensores hicieron una suerte de aclarado que le permitió golpear desde fuera y marcar, después de que Rafa se quedara en tierra de nadie entre la persecución de otro atacante y tapar el disparo y de que André Leão no llegara allí donde quizá debía haber alguien más.
Este gol llegó pronto, a los once minutos, y no hizo sino remarcar la tendencia que se veía desde el inicio: que otra vez el rival del Real Valladolid ponía un puntito más. Y por más que antes del descanso los sorianos no amenazaran la puerta de Becerra en muchas más ocasiones, con lo más básico al Numancia le bastó para ser muy superior en el primer periodo a un equipo abotargado y cuyo reflejo fue Iban Salvador, que hizo de todo menos jugar al fútbol.
Era lógico que en el descanso se quedase en la caseta –tanto como lo habría sido que hubiera sido sustituido antes–. En su lugar entró Ángel en la reanudación y su brío inicial hizo que pareciera que el equipo mejoraba. Como sucedió en su día en el Anxo Carro, reforzó en defensa un lado sobre el cual se estaban volcando los numantinos y fortaleció en ataque ese mismo costado zurdo, por el cual luego llegaría el empate.
Paco Herrera no tardó en agotar los cambios y dio entrada a Raúl de Tomás, incomprensible suplente viendo que efectivamente Salvador no está ni para ir convocado. Después de que Balbi enseñara al mundo que lo de ‘Lucho’ viene del verbo luchar, y no de Luciano, y de varios recortes marca de la casa, puso las tablas a la hora de encuentro en lo que parecía ser la confirmación de que el Pucela tenía otra cara.
Y sí pero no, porque sin hacer nada del otro mundo, la segunda parte fue blanquivioleta. Y sin que hubiera una producción muy elevada de oportunidades, al menos estos pisaron campo rival y sobre todo Mata pudo hacer el uno a dos, aunque erró ante Aitor Fernández, siguiendo así con su momento aciago.
Pasaron los minutos y el resultado parecía un mal menor, quizá justo por los méritos contraídos por ambos equipos. Y entonces apareció él, Manu del Moral, para aprovechar una indecisión entre los centrales, quizá más achacable a Álex Pérez que a un Guitián que entró en sustitución de Rafa, lesionado en el arranque del segundo periodo, y provocar con el dos a uno el júbilo de los suyos y el bajón de los que un día lo fueron al ver cómo la cosecha se esfumaba y encima, por lo que sea, él se quitaba la camiseta.
Siendo honestos, es posible que el Real Valladolid no mereciera perder en Soria, y es seguro que no merecieron este castigo los más de cuatrocientos desplazados, a quienes otra vez sus jugadores no han compensado el viaje. Aunque a toro pasado, no estaría de más hacerlo en la vuelta al Estadio José Zorrilla, la próxima semana ante el Almería. También, porque una tercera semana sin ganar, ahora sí, y sobre todo tras los primeros 45 minutos perpetrados en Los Pajaritos, podría generar dudas.