Real Valladolid y Almería empatan a nada en un partido sin brillo y en el que ambos conjuntos acabaron con diez

El Real Valladolid volvió a chocar con su peor enemigo: él mismo. En un encuentro en que los tres puntos se antojaban más que necesarios tras las derrotas en Elche y Numancia, la mejor versión del equipo de Paco Herrera tampoco se dio cita en el José Zorrilla ante el Almería.
Después de manejar varias opciones tanto en el sistema, como en los protagonistas, el Pucela consumó su tercera jornada sin ganar. A la postre, estos cambios fueron todos los posibles… pero nada cambió.
Esa ‘resurrección’ que se esperaba, por medio de dichos cambios, se fue disipando a lo largo del encuentro. Porque cuando un equipo que tampoco dispone de infinidad de ocasiones –como suele ser el caso del Real Valladolid– empieza el partido fallando acciones claras, eso ya transmite un mal augurio.
Y es que los blanquivioletas podrían haberse colocado con un cómodo dos a cero al cuarto de hora. Una ocasión de Mata a los cuatro minutos que sacó Casto, y otra más clara aún de Raúl De Tomás, en la que como se dice vulgarmente, tiró al muñeco, privaron a los de Paco Herrera no de sentenciar, pero sí encarrilar el encuentro.
Desde luego el delantero madrileño no tuvo su día. Después de salir –medianamente– contento tras marcar en Numancia, en esta ocasión no presentará ni media sonrisa. Buscó recibir, bajar y controlar el balón, pero en casi todas las veces sin éxito ni fortuna. De Tomás, ya fuera por resbalón o por falta, acabó en el suelo cada vez que intentó demostrar algo.
Aunque los que lo acompañaron en su aventura en ataque tampoco se salvaron. Para más inri, uno de ellos, Mata, terminó el partido antes de tiempo por una plancha que le costó la segunda amarilla. Como comentó posteriormente en rueda de prensa, quiso «hacer cien cosas bien» y acabó «haciendo doscientas mal». Aun así, fue el más voluntarioso.
Tras una primera parte en la que la pelotita no quiso entrar, el Real Valladolid tenía que seguir en el intento tras la reanudación. Pero el escenario no cambió en exceso. Bien es verdad que el Almería comenzó a manejar más el esférico, sobre todo en el centro del campo, donde tuvo claro dominio en varios tramos de la contienda. Aunque en ningún momento lo hizo poniendo en enormes apuros a la zaga vallisoletana.
Pero esa superioridad no era producto del azar. La decisión del cambio de táctica que Paco Herrera había impuesto no dio sus frutos y solo dejó aun más problemas. Sacrificar a un centrocampista llenó de huecos el medio del campo y contribuyó a que el Almería se sintiera más cómodo con el balón.
Herrera apostó por Drazic para intentar alterar a la zaga visitante, pero tampoco se experimentó esa mejoría, y seguramente tras el partido el técnico blanquivioleta continuará con la duda de cuál es mejor esquema. Lo que no se puede decir es que no intentó variantes, porque lo buscó todo. El hecho de empezar con tres hombres de ataque y acabar con Juan Villar como hombre más adelantado lo resume todo.
Pero las imprecisiones por parte de ambos conjuntos no cesaron y el partido se dirigía al empate a cero, hasta que el seis del Almería, Diamanka, quiso volver a darle vida, con su expulsión.
Ambos equipos se quedaban con diez –en ese momento el Real Valladolid ya estaba con un hombre menos por la expulsión de Mata– y, como si se hubiera producido un toque de corneta, los de Paco Herrera fueron arriba a buscar la victoria. Y con la necesidad que se antojaba y con el público involucrado llegó la acción más clara del encuentro.
Un magnífico centro de Balbi, que volvió a cuajar un decente partido, acabó por chocar con la cabeza de Álex López. Y si se dice que chocó es porque, más que dar él al balón, la pelota se topó con él. El esférico se marchó al limbo y, con ella, la última esperanza del Pucela de volver a la senda del triunfo.
Y es que el Pucela volvió a demostrar es un equipo de rachas. Siete puntos de nueve, de repente cero de quince, luego once de quince y ahora de nuevo en un bache de uno de nueve. Esta sábado al menos se consiguió sumar un punto, a diferencia de los últimos dos encuentros ante Elche y Numancia.
Pero la sensación de juego y la necesidad de Herrera de cambiar tanto el esquema indicaron que algo todavía no funciona. Porque alguien dijo alguna vez que en el fútbol gana el que más goles mete. Hoy el Real Valladolid no metió ninguno y tendrá que seguir en su intento de reconciliarse con la victoria, aunque la próxima ocasión ya será en la Copa.