Tras tres partidos sin recibir ningún tanto, los blanquivioletas rompen su racha en Getafe y, de nuevo, debido a una jugada a pelota parada

Cuando parecía que todos los fantasmas del pasado estaban enterrados, el Real Valladolid se ha empeñado en resucitarlos este sábado en Getafe. Venía de pasar tres semanas bastante tranquilas, con un empate, dos victorias consecutivas y cero goles recibidos, pero todo se acabó en el Coliseum.
Nadie dijo que iba a ser un partido fácil. Enfrente estaba un recién descendido con un potencial mucho mayor. Sin embargo, en la previa, Paco Herrera había dejado claro que el partido dependería mucho de la lucha física que, a buen seguro, Bordalás propondría. Tuvo razón, aunque el Real Valladolid sí plantó cara en ese aspecto al Getafe, pero fueron los errores del pasado los que hicieron que perdiese cualquier posibilidad de puntuar.
El Pucela mantuvo la compostura 53 minutos hasta que una falta lateral bien colgada por Damián Suárez fue rematada a la red por Paul Anton, uno a cero. El centrocampista azulón cabeceó en el mismo borde del área pequeña ante un Becerra que dudo si debía salir o no –debido al efecto que llevaba la bola–, que se quedó a media salida y nada pudo hacer para detener el testarazo.
Apenas habían pasado cinco minutos del primer gol cuando se encajó el segundo. Otra vez Damián Suárez se encargó de asistir, esta vez tras una buena jugada personal. Se fue de tres tras un saque de banda y pasó atrás, al punto de penalti donde Pacheco estaba totalmente solo. Gol, dos a cero.
El tercero tiene una explicación tremendamente sencilla; Leão se la da a Portillo en la salida de balón, este da un pase al hueco para Molina y gol. Tres a uno, partido finiquitado y oportunidad perdida por los mismos errores que condenaron al Real Valladolid en el pasado.
Otra vez a balón parado, otra vez por fallos defensivos y otra vez incapacidad arriba. De nuevo a pelear por volver a meterse en la zona de privilegio de la Liga 1|2|3 en la que el Real Valladolid parece un plebeyo en busca de la nobleza; digno, bonito, pero como pasaba antes, casi imposible.