Blanquivioletas
  • Primer equipo
  • Cantera
  • Fútbol provincial
  • Fútbol regional
  • Opinión
  • Actualidad
  • EN
Blanquivioletas

Un poco que puede saber a mucho

por Jesús Domínguez
2 de abril de 2017
Foto: LFP

Foto: LFP

“El punto de partida es tener autocrítica”

Aridane Hernández, 20 años después

Cadena SER: robo de cobre en Zorrilla

El Real Valladolid se conforma con el empate en La Romareda en un partido en el que fue reservón. Aunque se adelantó, siempre vio cómo el balón era del Real Zaragoza

 

Isaac Míchel
Míchel, ante Isaac || Foto: LFP

No salió del todo mal parado de Zaragoza el Real Valladolid. Sumó un empate en La Romareda, un campo en el que había sido capaz de vencer en sus últimas seis visitas, y gracias, no porque pudiera perder, que quizá, sino sobre todo porque jamás dio la sensación de que pudiera ganar. Ni poniéndose por delante.

Y eso de por sí ya es prácticamente un triunfo. Basta recordar si no otros partidos en los que, por lo que fuera, enredó y se fue por la borda un punto que a buen seguro parecerá a muchos escaso, pero que sin embargo en esta ocasión ha de saber a mucho. Porque a merced de la posesión del rival es como estuvo el conjunto de Paco Herrera. Bien es verdad, motu proprio.

Tendieron los blanquivioletas a lo reservón porque quisieron, pero también a la fuerza, porque el Real Zaragoza demostró en la primera parte que con el balón era capaz de todo menos –casi– de hacer gol.

En el arranque asustaron los de César Láinez con varias ocasiones más o menos claras. Con un Lanzarote dañino atacando el costado de Balbi y con Pombo demostrando más fútbol que los otros veintiún contendientes, tanto los dos como Dongou y Marcelo Silva amenazaron la portería de Isaac Becerra. Aunque no se sabe si fue antes el huevo o la gallina, lo cierto es que el Pucela tendió a plegar velas y a resoplar no para apagarlas, sino en señal de alivio en cada una de esas aproximaciones.

Tuvo narices, pero cuando más expuesto estuvo el Real Valladolid fue cuando llegó el gol y cuando hubo alguna que otra intentona más. No pudo dar con el quid de la cuestión Juan Villar en sus dos primeros disparos, pero sí en el tercero, tras cazar el rechazo de Mata, que volvió a la titularidad y a culminar sin acierto una buena acción personal.

Antes del descanso André Leão vio una tarjeta y pudo ver tres o cuatro, porque en cada acción defensiva repartía una de visita. Luego sería sustituido y, para sorpresa (o no) del respetable, el centro del campo tuvo mayor empaque. Aunque para entonces el marcador ya reflejaba un uno a uno. Fue de Lanzarote el tanto maño, si bien una gran parte del mérito fue de Rafa, que dejó pasar el balón creyendo que Balbi llegaría franco a despejar, pero no.

Claro, que esto hacía justicia al desempeño de los locales, que eran capaces de amasar mucho el cuero y de tocarlo mucho en tres cuartos, en las inmediaciones de la frontal vallisoletana, todo lo contrario que un Real Valladolid que volvió al rombo para nada, si se tiene en cuenta que su espíritu es ser dueño del balón. Su único espíritu real, en cambio, fue el recuerdo de lo que debía ser y pocas veces ha sido.

En la segunda parte los blanquivioletas se defendieron como un equipo pequeño con ínfulas de grandeza. Para que nadie dijera que se hundía y metía el culo en la frontal, juntó líneas en campo propio con la más adelantada en la raya que separa las dos mitades del terreno de juego. Ahí se pertrechó y cerró espacios. Y ahí consiguió acabar con cualquier atisbo de victoria zaragozana.

Tuvo narices, pero cuando mayor sobriedad mostró el Real Valladolid fue cuando se defendió así. Claro, que como equipo pequeño que parecía, de lo de atacar ni hablamos, y apenas Mata tuvo una ocasión al cuarto de hora de ese segundo periodo –por otra parte, un tanto clara–. Replegado y como si el empate fuera bueno (puede que lo sea), le dio igual qué fue antes: ‘voló’ bajo; fue gallina.

El balón parado siempre fue una alternativa mediante la cual los blanquillos intentaban generar peligro, sobre todo buscando la cabeza de Cabrera. Y Javi Ros lo intentó desde fuera del área, algo que en alguna escuela deben enseñar que está penado con cárcel, en vistas a lo poco que se prueba. Con todo, aunque su incidencia fue poca, por no decir nula Pombo siguió a lo suyo, exhibiéndose con lo insultante de un canterano y, a la vez, con lo asombroso: otros no tienen sus oportunidades.

Drazic entró en el tramo final y se deshizo el rombo, pero para neutralizar al anterior pareció entrar. Y a base de neutralizar y neutralizar, de poner un ladrillo tras otro, el Real Valladolid aguantó sin pasar demasiados apuros, salvo en la última acción en la que otra vez Becerra se vio obligado a salvar en una falta peligrosa que despejó a un córner perdido en el limbo.

El punto final se debe valorar sí o sí en clave resultadista, y cada cual lo hará de una forma. El optimista dirá que menos es nada, y que se hará bueno en el próximo encuentro ante el Córdoba. El pesimista, que la cantinela es la misma de siempre. Aquel que prefiera hablar de modelo, de estilo o de vaya usted a saber el qué, que pase por la otra ventanilla. Por aquella que tiene un cartel encima que dice “se regalan abrazos”. Quien escribe ya ha cogido número.

  • Aviso legal
  • Política de cookies
  • Contacto

© 2025 Blanquivioletas

  • Primer equipo
  • Cantera
  • Fútbol provincial
  • Fútbol regional
  • Opinión
  • Actualidad
  • EN

© 2025 Blanquivioletas