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Experiencia y esperanza para elevar el nivel de la zaga

por Jesús Domínguez
22 de agosto de 2017
en Sin categoría
Kiko Olivas y Jose || Foto: Marca

Kiko Olivas y Jose || Foto: Marca

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Kiko Olivas ha disputado 270 partidos en Segunda durante su trayectoria. El deseo, suyo y del Real Valladolid, es volver juntos a Primera, donde apenas ha jugado seis encuentros

 

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Kiko Olivas || Foto: Marca

Lo que parecía que iba a ser un verano sin demasiadas novedades en la posición de central del Real Valladolid ha acabado siendo todo lo contrario. Dos jugadores tenían contrato, sobre un tercero existía una opción de renovación y la cuarta plaza, en el aire, parecía que iba a ir destinada a un canterano, Fernando Calero, como finalmente así ha sido.

Sin embargo, varios han sido los cambios a su alrededor, empezando por la salida de Rafa. Cuando el de Peñafiel abandonó el club, o poco después, saltó a la palestra el nombre de Kiko Olivas como opción. Una que, por fin, se ha plasmado. Como el anterior, será el central más experimentado y el de mayor edad, recién cumplidos los veintinueve años, uno más que Deivid, dos más que Guitián y siete más que Calero.

Los 270 partidos disputados en Segunda son parte de su tarjeta de presentación, aunque no habrá sido ese el principal motivo por el que la dirección deportiva se ha decidido por él y le ha esperado. Antes que todo eso, o bien como consecuencia de ello, estará, por ejemplo, la gran tranquilidad de la que dota al juego.

Sus casi 190 centímetros –189, para ser exactos– le permiten desenvolverse con solvencia en el juego aéreo y a balón parado, aunque, lejos del mito cada vez menos creído de que un jugador grande es igual a un jugador torpe, no está exento de técnica. Firme y regular, fue el futbolista de campo más utilizado por Machín hace dos temporadas, en la del ‘casi ascenso’, como en la campaña anterior en el Sabadell (2014/15) o anteriormente en el Villarreal B (2011/12).

Así, ha rozado o superado los 3.000 minutos en Segunda en seis cursos, lo que habla de las garantías que suele ofrecer a sus entrenadores y de la confianza que estos ponen en él. Su regularidad permite que esta exista, y si no que se lo pregunten al ya citado Pablo Machín, quien le otorgó nuevamente la titularidad el año pasado en las primeras jornadas, hasta su lesión en el tobillo y en el peroné. Este contratiempo provocó que estuviera tres meses fuera y mermó sus posibilidades hasta provocar su salida del Girona.

 

Talla intermedia antes de su confirmación definitiva

Kiko Olivas Lejeune
Kiko Olivas y Lejeune
Foto: El Periódico Mediterráneo

Su primera etapa en un primer equipo se dio ya con veinticuatro años, en el Córdoba. Antes, pasó seis temporadas a caballo entre filiales y primeros planteles. La primera fue en Málaga, lugar de donde es originario, y donde debutó en Segunda hace algo más de una década. Las cinco siguientes le permitieron asentarse en esta categoría y probar las mieles de la primera.

Fueron en el Villarreal, donde compartió vestuario, entre otros, con defensas como Catalá, Joan Oriol, Mario Gaspar o Mateo Musacchio, quienes tuvieron su oportunidad en Primera División en la entidad castellonense. Sin ir más lejos, en la 2009/10 (en la que fue dirigido media temporada por Paco Herrera) jugó más que el argentino, recién traspasado al Milan a cambio de dieciocho millones de euros. Más tarde, y durante dos años, compartiría zaga con Florian Lejeune, que se acaba de ir al Newcastle a cambio de diez millones. En total disputó 141 encuentros, 104 en Segunda.

Varios fueron los entrenadores que tuvo durante esos años, una inestabilidad que no abandonó ni en Córdoba ni en Sabadell. No le pesó, porque acumuló otras 102 apariciones en tres temporadas, pero, hasta su llegada a Montilivi, tuvo diecisiete técnicos en nueve cursos entre Segunda y Segunda B (sin contar a aquellos que tuvo momentáneamente en los primeros equipos de Málaga y Villarreal).

Con Machín alcanzó la estabilidad y Machín encontró en él un defensor fiable, que suele jugar en el perfil derecho pero puede actuar también en el izquierdo o, en su caso, por qué no como el más centrado de los tres centrales que utiliza. Si bien llegaba de un descenso a Segunda B, en su primer curso de rojiblanco rindió a un nivel muy alto, marcando cuatro goles por segunda campaña seguida y mejorando en lo disciplinario: bajó de diez amarillas y dos rojas, razón por la que se perdió los únicos tres partidos que no jugó, a solo tres amarillas.

Lo jugó todo: fue titular en las 42 jornadas de liga y solo se perdió quince minutos. Y en el segundo solo la citada lesión le apartó de la titularidad. No fue óbice para que disputara nueve partidos de los doce últimos y para que fuera renovado hasta 2019, a finales de marzo, cuando el Girona ya miraba hacia Primera. Pero, como cuando jugó en el Villarreal, otros fueron capaces de adelantarle por la derecha y dejarle sin hueco.

Aunque al Real Valladolid ha llegado quizá algo tarde, pero, al menos en teoría, tendrá un papel preponderante. Eso es lo que buscan al menos las dos partes; el club, firmar a un defensor de ascendencia y que se ajusta a la perfección al libreto de su entrenador, y él, encontrar otra vez la estabilidad suficiente como para aspirar, más pronto que tarde, a jugar en la máxima categoría a la que el Pucela también quiere aspirar.

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