El Real Valladolid vuelve a apostar por la experiencia para reforzar el Promesas en busca del milagro de la salvación

El Real Valladolid no se da por vencido; se afana en tratar de mejorar la plantilla del Promesas con el fin de evitar un descenso que si bien de puertas para afuera se trata como hipotético y no dramático, en los últimos coletazos de enero parece una posibilidad realista y dolorosa. Después de un planteamiento erróneo en el mercado veraniego, en el invernal la premisa era enmendar la plana con futbolistas que colmasen la falta de experiencia del plantel y, claro está, no estuvieran exentos de calidad.
Así, bajo esta premisa, llegó Antonio Domínguez, destacado en sus primeras participaciones, o incluso antes, a última hora del pasado periodo estival de transferencias, Javi Pérez, quien, del mismo modo que los recién llegados, disponía del aval de conocer la categoría y haber estado a un paso de la siguiente, una Segunda División a la que la pasada temporada subió Moisés Delgado.
Por lo tanto, con el lateral izquierdo se repite la fórmula que tratará de llevar al filial a mantenerse y que busca ser el complemento de la juventud que sigue existiendo, pese a que los tres citados no sean ya sub 23. Y, a su vez, servirá para testar su nivel de primera mano con una opción de prórroga contractual que se deduce que implicaría su subida a la primera plantilla.
El utrerano iba camino de convertirse en algo más que un producto de la cantera del Sevilla allá por 2015, cuando fue traspasado al Barcelona, de donde proviene. Con apenas dieciocho años asomó al Sevilla Atlético y con diecinueve debutó en Primera a las órdenes de Unai Emery, que lo alineó junto a otros canteranos como Toño Cotán, hoy también blanquivioleta. Después de aquellas dos participaciones, volvió al filial, donde fue un pilar importante hasta el citado traspaso.
Este le llegó en el invierno de 2015, con la clara intención de reforzar el Barça B en la búsqueda del ascenso. No lo consiguió a la primera, pero sí a la segunda: subió a Segunda la campaña pasada, en la que una lesión le cortó las alas. Una fractura en el quinto metatarsiano del pie derecho le obligó a pasar por quirófano y aquello abrió de par en par las puertas del once al juvenil Marc Cucurella. Y, a posteriori, le dejó sin sitio.
De nada sirvió su buen rendimiento en los veinte partidos que llegó a disputar (37 en el total de año y medio). A la competencia de Cucurella se le sumaron Samu Araújo (como él, inédito después de salir del Celta de un forma un tanto abrupta) y Juan Miranda, otro joven valor de La Masía. Se pasó la primera vuelta en blanco, a buen seguro, a la espera de una resolución de contrato como la que le ha traído a Valladolid.

Ofensivo, pero no solo
El nuevo carrilero del Promesas es más que eso; el típico lateral con proyección ofensiva que apura línea de fondo. Versado en el buen trato de balón –solo así uno puede militar allí de donde proviene–, es, además, un futbolista que cuenta con unas buenas aptitudes defensivas, gracias a las cuales conoce la posición de central, donde se desempeñó en más de una ocasión en Sevilla.
Esto, unido a esa experiencia de 120 partidos en Segunda B, hará de él un valor que se presume clave y titular en el tramo final de curso, ya que ese sector izquierdo es el que más problemas ha tenido en lo que va de temporada en el filial.
De esta manera, presumiblemente compartirá rol con otros como Mario Robles, Javi Pérez o Domínguez, que también saben lo que es bregar en busca de un objetivo que ha de ser compartido y que, además, podría hacer que quien más y mejor luche por él se gane un sitio en los planes de futuro del Real Valladolid. Unos a los que podrán aspirar en mayor medida si consiguen el milagro de la permanencia del Promesas, hoy muy complicada.