Pese a desaprovechar una ventaja de dos goles, el Real Valladolid se llevó el derbi (3-2) frente a la Cultural, con un doblete del pichichi de la liga

Qué poca originalidad la del periodista que tilda cada partido como histórico. Ya sea porque es el primero que se juega en tal estadio, porque los dos equipos se juegan mucho o porque un jugador va a cumplir cien partidos. Al final todo consiste en vender el choque y darle un atractivo. Pero tiene mucho más mérito que un partido se convierta en histórico después de jugarse. Y esa historia la hizo finalmente el Pucela, más en concreto, su pichichi, Jaime Mata.
Él fue el máximo contribuyente en la victoria del Real Valladolid frente a la Cultural Leonesa (3-2), no exenta de sufrimento, polémica y continuas idas y venidas que hicieron pensar que, de nuevo, a los blanquivioletas se les podía escapar un encuentro que parecía controlado.
Sobre todo tras un gran inicio de los locales que hacía compensar la mala entrada que presentaba de nuevo el Zorrilla. Esta tarde más que nunca era necesario contrarrestar a la afición leonesa, que todo el mundo sabía que iba a dar mucha guerra. Convertir el feudo en una olla a presión –11.900 espectadores, contando los foráneos, sigue estando lejos de algo así– al menos habría intimidado a una hinchada visitante, activa desde el minuto uno, pero que sobrepasó en ocasiones los límites verbales.
Pero el partido se jugaba en el campo, y tras un inicio de tanteo, un elegante gol de Hervías lo desequilibró. Recibió un centro que no llevaba destinatario y logró colarla en la escuadra, ante la atenta mirada de un Palatsí que acabaría siendo el mejor de los leoneses. Pero nada pudo hacer ante el tanto que abría la lata del Pucela y que provocó que en los siguientes minutos los de Luis César cogieran la manija.
Hasta que Mata reanudó su taxímetro de goles –con los de este encuentro ya van 21– para ampliar ventaja y hacer presagiar una tarde idílica. Un chicharro de nueve, como se dice vulgarmente. Centro desde la izquierda de Hervías, que volvió loco al lateral izquierdo de la Cultural durante la primera parte, para que Mata se anticipara y asestara un cabezazo tan sutil como imparable. Por enésima vez, los blanquivioletas se veían ante un escenario con una cómoda ventaja. Para que otra vez se repitiera la historia.
Primero Rodri, con una gran definición y después Samu, igualaron la contienda. Sin querer, prácticamente sin darse cuenta, como si de un déjà vu continuo se tratara, el Real Valladolid echaba por tierra una ventaja de dos tantos, en casa y, lo que es peor, frente a su enemigo autonómico. Tres partidos sin encajar goles para en diez minutos recibir dos.
Echarse atrás condenó a la Cultural

Así se llegó al descanso. Con los leoneses eufóricos, retomando sus gritos tan cariñosos hacia una afición vallisoletana que por dentro sabía que si el partido se alargaba unos instantes más, el resultado habría sido peor.
Pero todo el ritmo de la primera parte se diluyó poco a poco en la segunda. El control de balón se adueñó del partido, seguramente con el fin de relajar a unas defensas que no hacían más que permitir a los rivales, y que hacían presagiar que el encuentro podía acabar como el de la primera vuelta.
Y el que mejor cogió ese rol fue el conjunto de Luis César, impulsado también por un conjunto visitante que erróneamente –aunque suene ventajista– se echó atrás. Y la valentía obtuvo premio a falta de veinte minutos cuando el árbitro decidió señalar el punto de penalti en una caída más que polémica de Mata.
El killer no falló, engañó al arquero y calló a los cientos de aficionados leoneses a los que ya solo les quedaba el desahogo porque ya sabían que ni las fuerzas de sus pupilos, ni sus ánimos, ni los déjà vu blanquivioletas podían evitar salir con las manos vacías de un Zorrilla que, esta vez sí, evitó la pulmonía.
Qué fácil es hablar de hacer historia pero qué pocos realmente consiguen pasar a los anales del fútbol. Seguramente nadie de los veintidós protagonistas sea recordado para la posteridad, pero tampoco es necesario. Para el Pucela no. Basta con que un jugador se deje la piel por el escudo en cada partido, más aún ante tus grandes rivales y, si no es mucho pedir, que las meta. Jaime Mata ha metido veintiuno y va camino de hacer historia con el Real Valladolid.
 
			