El Real Valladolid B encadena su cuarto empate consecutivo en el difícil campo del Rápido de Bouzas en un partido en el que apenas generó peligro

Punto a punto el Real Valladolid Promesas sigue aproximándose al abismo de la Tercera División. Por lo menos suma, y en esta ocasión lo hizo contra el Rápido de Bouzas, un gran rival, lo hizo por cuarta jornada consecutiva. Sin embargo, por más que el conjunto vigués esté en promoción de ascenso a Segunda B, el empate cosechado se antoja estéril para las aspiraciones de salvación.
Así, estéril, inofensivo, fue en ataque incluso pese a jugar con un futbolista más los últimos minutos. La escasez de recursos de que disponía Miguel Rivera, con un banquillo plagado de jugadores de carácter más bien defensivo, impidió que la pobreza vista en este apartado desde el minuto uno diera un giro cuando hubo esa superioridad. Pese a la posesión, apenas se rozó el gol.
El equipo de Borja Jiménez tiene mucho mérito, no hay que negarlo, pues es incómodo, tan difícil de superar que lleva ya con este once partidos sin perder de forma consecutiva y sigue aupado a las primeras posiciones. Pero no es excusa: el filial apenas le hizo cosquillas incluso a pesar de tener el balón durante algunos tramos en ambas partes. En la primera, lo tuvo en fase de iniciación más que en las siguientes, ya que no presionó mucho ni siempre el cuadro aurinegro. No obstante, como estaba bien plantado, evitó que conectasen en demasía Luis Suárez o Domínguez, que tuvieron que salir de sitio para entrar en juego.
A los diecinueve minutos, Deivid se plantó solo delante de Dennis después de una jugada rápida y vertical de ataque del Rápido de Bouzas, aunque su pulcritud técnica fue mayor a la hora de desasirse que a la de rematar y disparó al cuerpo del meta. El cancerbero, atento y seguro a cada envío por alto, se vio puesto en entredicho –que no encimado o agobiado– en ese tipo de acciones, pero el balón parado no trajo los réditos esperados por los locales. De esta manera, la primera mitad se resolvió con empate a cero y un único disparo aislado y tímido de Luis Suárez para el Promesas.
Nada más reanudarse el encuentro, Kaxe desniveló la balanza con un golazo desde la frontal del área. Recogió allí un pase, de espaldas, se dio la media vuelta y sin pensárselo dos veces pegó un zapatazo a la escuadra vallisoletana. Su zaga, la visitante, quizá no puso todo de su parte para evitar el lanzamiento o simplemente para encimarle y que no controlara, pero el gol fue una sorpresa por la rapidez de la acción y por la destreza en la definición.
Pegajoso en las distancias cortas y en las marcas y ducho en el arte de defender, el Rápido no sufrió ante un rival obstinado en desventaja. Ya le había pasado en el primer tiempo; las posesiones de los blanquivioletas no eran dañinas ni concretas o dirigidas a algo o alguien en particular, y no parecía deberse solo a la capacidad y la actitud de los vigueses, sino también a que, fuera por lo que fuese, el filial tampoco acababa de mostrarse muy ambicioso.
Otra vez parecía como si el empate valiera, como si no llegara o un poco de las dos. Y eso se vio también después de la igualada. La consiguió Antonio Domínguez en un rechazo de Brais, que repelió un lanzamiento de un penalti lanzado por el mismo jugador andaluz y que había sido cobrado sobre Sali. El ghanés cayó dentro del área en uno de esos múltiples agarrones que se producen durante un envite y de los pocos que, aun siendo penalti, se pitan.
Aquello le impidió rematar en condiciones. Solo habría faltado que el gol fuera suyo, con todo lo que estaba haciendo ya una vez más. Porque de nuevo el defensor africano fue de lo mejorcito en todos los terrenos. En el atacante, solo por provocar la pena máxima, hizo más que otros futbolistas de este perfil, inéditos durante los noventa y tantos minutos. Eso fue lo que más penalizó, no solo la falta de ‘punch’ que por ejemplo muestra Luis Suárez tantas veces, cuando yerra en la toma de decisiones, sino también de una actividad importante.
Ojo: no es que el Promesas se esté dejando llevar. Es que no le alcanza, o no parece. Lo intenta, pero ya se sabe del peligro de las dinámicas. En la que está es tan negativa que la sensación es la narrada incluso aunque juegue en superioridad casi veinte minutos. Durante ese final de encuentro, los de Miguel Rivera tuvieron el cuero más que nunca en campo rival, pero no hubo una sola ocasión que pudiera hacer pensar en el primer triunfo a domicilio del curso.
Con todo, el empate sería bueno en casi cualquier otro contexto clasificatorio, pero no en este. Por muy buen equipo que sea el Rápido de Bouzas, que lo es, sumar de uno en uno no sirve de nada aunque sean ya cuatro las semanas seguidas en las que no se cae debido a otros tantos empates. Las veintidós unidades que acumula el Promesas se quedarán al final de la jornada a por lo menos cuatro de la salvación. Aunque no fueran más, lo peor es que parece que al filial no le da. Ojalá el próximo fin de semana lo desmienta contra el Fabril, otro rival de la parte alta.
Rápido de Bouzas: Brais; Adri, Cristian, Trigueros, Coti, Óscar Sielva, Caba; Kaxe, Diz, Carlitos; y Deivid.
Real Valladolid Promesas: Dennis; Apa, Mario Robles, Sali, Moi; Raúl Navarro, Miguel Marí; Domínguez, Javi Pérez, Dani Vega; y Luis Suárez.
Goles: 1-0, min. 50: Caxe. 1-1, min. 57: Domínguez.
Árbitro: Jaime Ruiz Álvarez, del colegio asturiano. Amonestó a Diego y Sielva por parte del Rápido de Bouzas y a Miguel Marí por parte del Real Valladolid Promesas. Además, expulsó a Cristian por doble amarilla en el minuto 71.
Incidencias: Encuentro disputado en el Baltasar Pujales de Vigo, correspondiente a la vigesimosexta jornada del Grupo I de la Segunda División B.