Los blanquivioletas, superiores en la segunda mitad tras un primer acto bochornoso, doblegaron al Almería (2-1) y rompieron la racha de tres semanas sin conocer la victoria
Blanco y negro. Cara y cruz. Mal y bien. El fútbol, como reflejo de la vida misma, se basa en la dualidad, unas veces más extrema que otra. Bien sabe de ello el Real Valladolid, que ante el Almería volvió a mostrar sus dos caras aunque, esta vez sí, su reacción llegó a tiempo.
Los andaluces llegaban al José Zorrilla en un choque crucial para las aspiraciones del Pucela. Luis César decidió dar un cambio de aires al once inicial, y Gianniotas y Hervías ocuparon los lugares de Luismi y Óscar Plano.
Sin embargo, los protagonistas no fueron los primeros, sino un viejo conocido de la parroquia blanquivioleta: Sulayman.
Su disparo lejano terminó en un córner que Rubén Alcaraz botó desde la derecha y que el propio centrocampista, ganándole la partida a Calero y Anuar, envió al fondo de las mallas de Masip.
Apenas se habían disputado tres minutos y el runrún ya podía escucharse en la grada. El Real Valladolid iba por debajo en el marcador y los fantasmas del pasado aparecieron por enésima vez esta temporada. Parecía que los papeles se habían invertido y que era el Pucela el que ocupaba una posición inferior en la tabla.
Nerviosos e imprecisos, los blanquivioletas dejaban demasiados huecos, situación que los andaluces aprovecharon para tratar de hacer más daño. Solo Moyano tras un pase de Ontiveros, el más eléctrico y participativo de la primera mitad, inquietó a René, que tuvo que meter la manopla para evitar el tanto.
Alcaraz tenía claro cómo debía gestionar la ventaja, y con una presión muy intensa en el centro del campo inutilizó a Borja y a Anuar. Los de Luis César no eran capaces de generar el juego que pretendían y ni siquiera Mata, muy aislado, pudo revertir la situación en la ocasión más clara a falta de cinco minutos para el descanso.
Sin pasar apuros, los andaluces pudieron aumentar la ventaja con un contragolpe que nació de un error de Borja en el centro del campo. Estupiñán encontró un pasillo en el costado izquierdo y se plantó solo ante Masip, pero el guardameta desbarató la ocasión.
Plano lideró la remontada
Tras una primera mitad bochornosa, con demasiados fallos y poca presencia ofensiva, Luis César decidió mover el banquillo. El gallego dejó en la caseta a Anuar y Hervías, testimoniales durante el primer acto, y dio entrada a Míchel y Óscar Plano para buscar la posesión y la estabilidad en el centro del campo.
Los cambios surtieron efecto y aunque el Almería pudo hacer el segundo –nuevamente, a través de las botas de Sulayman–, el Pucela igualó la partida cumplida la primera hora de juego. Ontiveros recibió un saque de esquina en el costado izquierdo y se la envió a Plano, que desde la derecha armó un potente zurdazo que terminó con el balón fusilando la red.
Con una cara totalmente distinta a la mostrada durante la primera mitad, el Real Valladolid comenzó a creer en la remontada y desplegó todas las armas de los que los andaluces habían hecho gala. Con mayor solidez e intensidad en el centro del campo y moviendo el balón de un costado a otro, las piernas de los de Alcaraz comenzaron a temblar.
Los andaluces, contra las cuerdas, se defendían como gato panza arriba, y el José Zorrilla comenzó a ver más cerca los tres puntos. Fue entonces cuando apareció el que nunca falla: Jaime Mata. Borja envió el esférico al corazón del área donde el madrileño, alzándose imperial ante Javi Álamo, remató el que ya es su vigésimo quinto tanto este curso.
Con la victoria ante el Almería, el Real Valladolid rompe su racha de tres jornadas consecutivas sin ganar y se sitúa, momentáneamente, séptimo con 47 puntos, a dos del play-off. Ahora, los blanquivioletas deben esperar que los resultados de los rivales le sonrían para aferrarse aún más fuerte a los puestos de arriba.