La destitución de Luis César como técnico del Real Valladolid pone fin a su etapa en la entidad blanquivioleta un mes más tarde de que esta terminara oficiosamente

Que Luis César no vuelva a sentarse en el banquillo del Real Valladolid no pilla a nadie por sorpresa. Quizás, a algún rezagado a pie cambiado: no por la decisión en sí, esperada desde hace semanas, como por el momento elegido para hacerla oficial.
La derrota ante el Nàstic de Tarragona terminó siendo el detonante, aunque la mecha ya llevaba encendida desde tiempo atrás. Fue el propio gallego el que le prendió fuego en aquella ya famosa rueda de prensa previa al partido ante el Rayo Vallecano, en la que arremetió contra la dirección deportiva y contra el presidente, Carlos Suárez.
Luis César dirigió entonces a los blanquivioletas con la sentencia de muerte casi firmada. El resultado parecía precipitar la decisión final, más aún cuando el máximo mandatario aseguró públicamente que su intervención no había «venido a cuento».
El desarrollo de los acontecimientos apuntaba en una sola dirección, que no era otra que el estreno de entrenador en Santo Domingo. Nombres, desde luego, había encima de la mesa: desde Joaquín Caparrós a Diego Aguirre, pasando por Thomas Christiansen y Nano Rivas.
Cuando parecía que solo quedaba por desvelar al ganador, Carlos Suárez sorprendió a todos asegurando la continuidad de Luis César, que desde ese momento se subió a una cuerda que, con el paso de las jornadas, se fue aflojando hasta hacer que el gallego se precipitara al vacío.
La falta de un técnico que se ajustara a los parámetros exigidos por el Real Valladolid provocó que el despido de Sampedro no se hiciese oficial hasta un mes más tarde, si bien oficiosamente su etapa al frente de los blanquivioletas estaba más que terminada.
Nadie puede saber qué hubiera pasado si Luis César no hubiese dirigido al equipo en Santo Domingo, pero el sentido común permite aventurar que los tiros habrían ido por otros derroteros. La decisión de mantener en el banquillo a alguien que ya ha dado carpetazo a su historia con el club parece, cuanto menos, carente de explicación lógica.
Sobre todo porque el hecho de verse con la soga al cuello no sirvió como punto de inflexión en lo deportivo, ni para bien ni para mal. Al igual que entonces, el Pucela está a tres puntos de los puestos que permiten disputar el play-off de ascenso a Primera División. Las matemáticas indican que todavía es posible, aunque las sensaciones se empeñen en negarlo.
Finalmente, la catarsis que tanto mencionaba Luis César se ha resuelto a falta de ocho jornadas para que termine la competición regular. Solo el fútbol determinará si ese tiempo es suficiente para que el Real Valladolid se meta en play-off o si, como todo parece indicar, el relevo en el banquillo llega a destiempo.