El tanto postrero de Sali de chilena sirve para terminar de levantar el dos cero con el que el Racing de Ferrol se fue al descanso

Hay temporadas que se pueden definir por momentos exactos. Y si el Real Valladolid Promesas se salva, uno de los que definirá la suya será el gol del empate en Ferrol. Cuando parecía que el centro de Samanes se perdía, Becerra lo devolvió al campo. Su cabezazo fue a parar al corazón del área pequeña, a donde había subido Sali, que con una chilena esplendorosa provocó ese grito de gol que seguramente haya roto alguna garganta.
Porque así de frágiles son las voces, y más cuando pasan de cero a cien; del silencio a lo abrupto. Porque lo primero lo hubo al ver que el Racing de Ferrol aprovechó la primera mitad para tomar una ventaja de dos goles muy difícil de neutralizar. Así se antojaba y así fue, aunque se logró. El filial desdibujado en el primer periodo nada tuvo que ver con el del segundo, porque aunque tuvo el balón, se defendió de tal manera el cuadro departamental, juntó tanto sus líneas de cuatro, que encontrar espacios resultó un imposible.
El conjunto que dirige Ricardo, el exportero del Real Valladolid, llegaba enrachado, tras ganar los cinco últimos partidos ante su público, todos ellos con el mismo guión: buscar provocar pérdidas como la del primer gol, que pilló al Promesas saliendo. Pablo Rey la recuperó junto a la media luna del área tras una buena presión, y, con maestría –la que le caracteriza– filtró un pase entre líneas para Joselu, que definió bien frente a Dennis.
No había pasado todavía un cuarto de hora, pero entonces ya se veía que quizá no era el día. Faltaba profundidad y faltaba fluidez en el trato de balón, y además el Racing ya había avisado en una acción a balón parado de que cualquier error podía costar caro: después de un remate en primera instancia al larguero, Abel Suárez remató a la red, pero el tanto no subió al marcador debido a que el linier había levantado el banderín. Luego lo haría para anular otro tanto.
El bloque medio-bajo de los ferrolanos trajo más problemas, como tras la recuperación de Armental que desaprovechó Pablo Rey en lo que pudo ser el dos a cero. El capitán no fallaría minutos más tarde y, en un contragolpe, ampliaría la ventana. Le pilló al Promesas intentando encontrar un hueco en campo rival; Abel Suárez recuperó y lanzó en largo en dirección a Joselu, que cayó al lado izquierdo y, como si fuera un extremo, ganó la línea de fondo y centró para el gol.
No es que al descanso estuviera jugando mal el Real Valladolid B, sino que el rival le ganaba en intensidad e impedía que robara, como siete días atrás había hecho el Pontevedra, aunque sin pegar. De esta manera, los blanquivioletas fueron inofensivos y apenas dispararon a puerta. Becerra lo hizo a las manos de Mackay en los primeros minutos y Domínguez golpeó en un defensa cuando lo intentó, como el colombiano, desde fuera del área y sin estar en una gran posición.
El panorama al descanso pintaba feo. Más todavía, para quienes estaban viendo el encuentro, cuando la Gimnástica Segoviana se adelantó ante el Pontevedra nada más empezar su encuentro. No es algo de lo que estuviera pendiente un equipo que tardaría unos minutos más en cambiar la cara. Lo hizo cuando Rivera introdujo a Miguel por Raúl y pasó a cerrar con tres. Con un jugador más para dividir las atenciones en defensa, y favorecido por la lesión de Pablo Rey, el Promesas salía mejor desde atrás y circulaba mejor hacia fuera el balón. Así, no generó demasiadas ocasiones, pero amenazó lo suficiente como para levantar el marcador adverso.
Mayoral apareció por dentro para dar un buen pase a Miguel, que vio puerta, pero su gol no subió al marcador por fuera de juego. Batallador, dio presencia en el área. Pero si él mejoró el tono del equipo, más lo hizo Boselli, que entró y pasó a jugar como carrilero. Veloz y técnico, empezó a llevar peligro por la derecha, activando la zona que Mayoral abandonó para ser casi un mediapunta. Aunque no sería de una acción de incidencia directa suya la forma en la que llegaría el primero.
Lo hizo en un saque de esquina enviado a los dominios de Mackay que Mario Robles, forzado, cayéndose, remató a las mallas. El capitán, que actuaba para entonces de central derecho en aquella defensa de tres, apenas lo festejó, a sabiendas que quedaba trabajo por hacer. Y se hizo. Lo hizo el otro central, también incorporado en una jugada a pelota parada. En una segunda jugada, el balón fue a parar al radio de acción de Sali, aunque de espaldas. Pero el ghanés no dudó: saltó y elevó la pierna y, con una chilena magistral, puso el empate.
Para entonces era ya merecido. Y con aquello el Real Valladolid B pareció firmar el empate –cómo no hacerlo después de todo–. Como si los veteranos fueran ellos, los blanquivioletas empezaron a enredar hasta consumir los minutos restantes y conseguir un punto que sabe a gloria bendita, porque permite mantener a los ferrolanos por debajo en la tabla. Y como el Coruxo perdió en Toledo, los pupilos de Miguel Rivera vuelven a salir del descenso y el play-out, aunque la cosa sigue apretada, con cinco equipos en una horquilla de tres puntos. En la próxima jornada, los blanquivioletas volverán a jugar fuera, en Segovia, en otro partido con tintes tan dramáticos que se puede cobrar el descenso de la Gimnástica.