Desde su llegada al Real Valladolid, Sergio González ha sumado dieciséis puntos de veinticuatro en juego, lo que ha permitido lograr un objetivo impensable hace apenas dos meses
Si algo bueno tiene el fútbol es que las rachas malas no duran eternamente y que, mientras las matemáticas no digan lo contrario, todo es posible. La prueba de ello es el Real Valladolid que, en una temporada llena de baches, consiguió reponerse para colarse en el play-off.
Unos puestos que hace apenas dos meses parecían inalcanzables. No tanto por los números, que seguían diciendo que era posible, como las sensaciones. El Pucela era un equipo plano, con escasas ideas, y sin llegar a dar la sensación de fortaleza necesaria para luchar por ascender.
Entonces llegó el relevo en el banquillo y los blanquivioletas cambiaron como de la noche al día. La tarea que se le presentaba por delante a Sergio González no era nada fácil, pero el técnico ha logrado en ocho jornadas lo que no se había conseguido antes.
Cuestión de números…

Dieciséis puntos de veinticuatro en juego le han servido al catalán para conseguir la quinta plaza y disputar, como mínimo, la primera ronda de las eliminatorias de ascenso a Primera División. El balance es claro: cinco victorias, un empate y dos derrotas.
En ese tiempo, el Real Valladolid ha anotado dieciséis dianas y ha encajado nueve, aunque solo ha sido capaz de dejar su portería a cero en los encuentros ante Numancia y Osasuna, siendo este uno de los aspectos que el técnico debe trabajar de cara al play-off, más teniendo en cuenta el valor doble de los tantos fuera de casa en caso de empate.
A pesar de que los registros pueden parecer escasos, los blanquivioletas han conseguido romper algunas estadísticas negativas que llevaban demasiado tiempo lastrando sus intereses.
Sergio González ha llegado a encadenar tres victorias consecutivas, algo que no ocurría desde que Rubi era el inquilino del banquillo en 2014.
Además, el catalán también ha conseguido un triplete de triunfos a domicilio, registro que tampoco se conseguía desde que su paisano comandaba al Pucela. Solo se le ha resistido la victoria en La Romareda, aunque salió victorioso de campos complicados como el Carlos Tartiere y Los Pajaritos en duelos contra rivales directos.
Hace dos meses, el Pucela era undécimo con 51 puntos, a tres del Numancia, por aquel entonces sexto clasificado. No fue hasta la jornada cuarenta cuando se metió en play-off; en concreto, como quinto clasificado, misma posición en la que ha terminado la temporada. Un salto más que notable conseguido gracias al promedio de dos puntos por partido.
… y de sensaciones

Pero el fútbol es algo demasiado complejo para reducirlo solamente a las estadísticas. Es cierto que los números son los que mandan, pero el estado emocional es igual de importante, o incluso más, a la hora de intentar lograr los objetivos marcados a principio de temporada.
En estos dos meses, Sergio ha conseguido lavar la cara del Real Valladolid, convirtiéndolo en el rival a batir. Las victorias fuera de casa no solo sumaron puntos vitales al casillero, sino que fueron una inyección de moral para un equipo al que tradicionalmente se le atragantan los partidos lejos del José Zorrilla.
A ello hay que sumarle otro factor importante: las remontadas. Antes, los blanquivioletas se desmoronaban como un castillo de arena cuando encajaban un gol en contra, algo que además solía suceder en los primeros compases de los encuentros, siendo un lastre aún más pesado. Ahora, los resultados adversos no necesariamente implican una derrota. ¿Un ejemplo? La contundente victoria en Lorca por 1-5.
Además, el Pucela ha recuperado algo todavía más importante: un estilo de juego reconocible y de garantías. Bien es cierto que la línea de Sergio es continuista, pues sigue abogando por la posesión del balón, pero ahora el equipo es mordiente, eléctrico, y no compromete la seguridad defensiva.
En este cambio a la hora de gestionar un partido tienen un peso especial jugadores que con Luis César estaban relegados, incomprensiblemente, a un segundo plano, y sin los que ahora sería inconcebible afrontar ningún encuentro. Es el caso de Míchel (que se perderá la ida contra el Sporting por acumulación de amonestaciones) y Toni, por citar algunos nombres, que han dado a la vertiente ofensiva del Real Valladolid los elementos de los que carecía.
Todo ello se ha traducido en la comunión con la grada, recuperada tras tiempos convulsos. El choque ante Osasuna fue un buen ejemplo de ello, con más de veinte mil aficionados llevando en volandas al equipo. Conscientes de lo necesario de su apoyo, y viendo el magnífico ritmo que lleva la venta de entradas, el José Zorrilla volverá a vestirse de gala para animar a un Pucela que, por números y sensaciones, se ha ganado con todo merecimiento el billete para el play-off.
