Nacho, Míchel y Toni, piezas importantes en el tramo final, volvieron a la vida con Sergio González

Foto: Real Valladolid
El fútbol, como la vida, concede a menudo una nueva oportunidad, a veces inesperada. Así lo fue para Nacho, Míchel y Toni, quienes no podían sospechar, como el grueso del Real Valladolid y del entorno, que capeado a priori el huracán Luis César, aquel que provocaron sus declaraciones, semanas más tarde iba a caer derrocado. Es sabido y manido hasta la saciedad que la llegada de Sergio González permitió abrir las ventanas y que entrara al vestuario aire fresco. Con su llegada, además, estos tres salieron del ostracismo. Como si el coco fuera real y les hubiera tocado esconderse en el armario, pero con una diferencia: al fondo de este los había desterrado el gallego.
Los tres han agradecido ver la luz con un rendimiento óptimo, pero el equipo también lo hizo: la premisa de que al fútbol se juega con los buenos ha sido recordada a menudo tras su vuelta a las alineaciones. Denostados antes, condenados por un estilo que les castigaba, porque al zaguero le desnudaba las vergüenzas cuando defiende y a los dos hábiles les expulsaba de su zona de influencia, estuvieron lejos de sus mejores versiones hasta que se creó un contexto favorable (no solo) para los tres.
Destinados a ser importantes, han acabado siéndolo. Cuando parecía que sus temporadas iban a ser para el olvido, ha resultado que será difícil olvidarlas. Y todo porque la voluntad del técnico fue que escribieran juntos la leyenda de los renacidos. Todos, pero sobre todo ellos tres. Conocedor de sus capacidades, les dio el peto de titular en sus primeras semanas; al valenciano en la primera y al madrileño y al murciano desde la segunda, y solamente las coyunturas propias de una larga campaña han impedido que lo portasen siempre hasta el final. No obstante, han sido titulares casi tantas veces con Sergio en 12 partidos que con Luis César en 34.
Nacho ha sido el voraz carrilero que sorprende en velocidad y con su profundidad y que atina a menudo en la elección de la dirección de sus centros, y aquellos problemas a sus espaldas han sido en las últimas fechas del curso solo un mal recuerdo. Míchel se ha apoderado del ritmo y la manija de un equipo necesitado de alguien que le guiara. Toni ha encontrado la libertad para ser lo que es, mucho más que un gris extremo, acaso, efervescente. Y en ellos, con ellos, el Real Valladolid se ha topado con su mejor versión, dominante y disfrutante.
En el insospechado ascenso que disfrutan como actores principales han influido infinidad de factores, y seguramente porque existió las oscuridad ahora todo es luz. Pero no cabe duda de que una de las cosas que han influido es su protagonismo, concretado en forma de minutos pero también de respuestas positivas y contundentes. La confianza que recibieron se la ganaron, y eso es mucho decir. Después de todo, ni Luis César era el oso ni ellos Di Caprio, pero casi…