El Real Valladolid mereció, como mínimo, empatar ante un Rayo que sostuvo en pie su portero Miguel

Foto: Sergio Borja
No suele suceder en el deporte que uno sea mejor y pierda, aunque si hay uno en el que pasa es en el fútbol. Esta realidad, triste para quien la sufre, le ha tocado vivirla otra vez al Real Valladolid de División de Honor, como le pasó en alguna ocasión más, como por ejemplo ante el Atlético de Madrid fuera de casa.
El Rayo Vallecano, como el Real Madrid, que tampoco fue superior, o por lo menos no tanto como indicaría el uno a tres final, consiguió doblegarlo por una individualidad impuesta a otras: su portero, Miguel, fue un muro imposible de derribar. Se vio amenazado varias veces, se puede decir que incluso acosado en diferentes tramos, pero resistió, en parte por su gran actuación y en parte por la de su defensor Castro.
De hecho, fue él quien sacó debajo de los palos la primera oportunidad de la más de media docena que generó el conjunto de Javi Baraja. Fue de Óscar, quien, después de ganarle la partida al lateral izquierdo, tiró escorado y salvó la salida del cancerbero (la única vez en la que pudo superarlo), aunque el otro central evitó el grito sagrado.
Poco más tarde el meta evitó el gol de Víctor con un despeje a córner en otra ocasión que demostraba la superioridad con balón del Divi.
Cerro y David Sanz dominaban el cuero y la zona ancha y ese mando se trasladaba al terreno del rival con esas acciones peligrosas, intermitentes y sin respuesta del Rayo, que solo podía sufrir y esperar que un contragolpe le sirviera para poner a prueba a David, cosa que hizo poco antes del descanso Merencio, el más activo en ataque de los vallecanos, si bien su disparo golpeó en el palo.
Al cuadro de Ángel Dongil le sentó bien el parón previo a esa intentona de su extremo izquierdo, ya que desde que lo hubo las fuerzas se equilibraron. No obstante, no tenían nada que celebrar los de la franja, ya que se produjo por la grave lesión de Jorge, que se fracturó el cúbito y el radio en una acción desafortunada con Póveda.
Aunque el Rayo asomó en ataque gracias a su capacidad para lanzar transiciones, el Pucela seguiría disponiendo de oportunidades: Óscar volvió a vérselas con Miguel, Víctor envió ligeramente alto una vaselina y Dali remató ligeramente desviado desde el lado derecho del área. Con todo, al descanso la sensación solo podía ser de que los locales eran mejores y debían ganar.
Sucede que el fútbol no es uno de esos deportes que se juzgan mediante cartulinas y en base a emociones. Si hubiera sido así, la victoria habría sido del Real Valladolid, pero no. Y Cano, que obligó a David a hacer una grandísima parada en el minuto 52, aprovecharía una rápida acción para marcar el cero a uno. José Manuel envió una balón en diagonal hacia Aguirre, este centró al corazón del área y el punta remató bien al primer toque.
El tanto pareció espolear a los visitantes, que tuvieron el balón más para sí. En un primer término, a los locales les afectó de tal modo que cayeron en imprecisiones varias. Así, entre otra parada de Miguel a Víctor justo antes del gol y una que realizó a Óscar ya en el tramo final, el juego fue más igualado que en la primera mitad, aunque el balón fuera más blanquivioleta.
Esto vino motivado también porque cada vez el Divi se veía más apremiado y a que, acuciado, el Rayo dibujó un bloque medio-bajo a partir del cual buscaba salir corriendo rápido y matar el partido al contraataque, buscando, por ejemplo, a Rubén de Tomás (hermano del delantero también ex del Pucela), aunque sin éxito y ni tan siquiera claridad.

Los cambios introducidos por Javier Baraja dieron un plus por la banda derecha y de presencia de los centrocampistas en las proximidades del área rival, especialmente de Baba. Arroyo tuvo en sus botas el empate en dos ocasiones, aunque lo más destacado fue el show de Miguel. Volvió a evitar que marcara Óscar con un paradón, pero mayor si cabe fue el que realizó ante el testarazo de Víctor, casi a bocajarro, de reflejos y bajando el brazo, al más puro estilo Ter Stegen.
Si los porteros valen y dan puntos, al Rayo Vallecano el suyo le otorgó los tres, con media docena de paradas, de las cuales sobre todo las dos últimas se pueden llamar salvadoras… o castigadoras para un Real Valladolid al que le cualquiera puede decir que le cuesta hacer gol, pero que si no lo hizo esta vez no fue por errores en la finalización, sino porque estuvo más inspirado el muro vallecano.
Esta derrota es la tercera ante los tres equipos de arriba, después de las cosechadas ante Real Madrid y Atlético de Madrid, si bien el Divi no fue superior a ninguno de ellos. Sin embargo, la clasificación refleja una realidad peor de la que en el césped se ve: los blanquivioletas son séptimos con once puntos en ocho jornadas. Para mejorar estos guarismos visitarán el próximo fin de semana al Almendralejo, que se encuentra en descenso.
Real Valladolid: David; Jairo (Arroyo, min. 71), Morante, David Gómez (Baba, min. 76), Póveda; Dali, Cerro, David Sanz (Luismi, min. 68), Rafa (Álvarez, min. 56); Víctor y Óscar.
Rayo Vallecano: Miguel; Pablo, Castro, José Manuel, Raúl; Jorge (Diego, min. 29), Arratia; Aguirre (Rubén de Tomás, min. 63), Simal, Merencio (Igor, min. 76); y Cano (Molina, min. 70).
Gol: 0-1, min. 62: Cano.
Árbitro: Pablo Javier Hernández Álvarez estuvo asistido en las bandas por César Lucas García y Alberto de Miguel Toquero. Amonestó a los locales Óscar y Luismi y a los visitantes Arratia y Diego.
Incidencias: Jornada octava del Grupo V de la División de Honor Juvenil. Más de 150 espectadores, de los cuales un nutrido número de aficionados eran del Rayo Vallecano. El encuentro estuvo parado en la primera mitad cerca de cinco minutos por la lesión del visitante Jorge.
