Un gol de Nata en el minuto 93, después de que el Salamanca empatara en el noventa, otorga a las naranjas el quinto triunfo consecutivo, nunca antes logrado en su estancia en el Grupo V

A veces es una pena que en el fútbol haya vencedores y vencidos. Pero, qué le vamos a hacer, en eso consiste el deporte: en competir, en ganar, en perder y en aprender. En sufrir, en caer, en saberse reponer, por mucho que a veces sea un imposible. O lo parezca, cuando en el minuto noventa ese balón entra, ajustado, para privarte del triunfo, después de marcar tres goles para remontarlo. Repito, lo parezca.
Porque si del clímax al bajón hubo un paso, del infierno al cielo hubo medio (dos minutos y medio, para ser exactos). Lo suficiente para darse cuenta de lo que es el Parquesol; este Parquesol.
El tiempo justo para que Rubén Jiménez, su entrenador, se quedara sin voz; para que Nata volviera a vestirse de salvadora; para que un saque de esquina se convirtiera en la pócima que todo lo arregló –después de ser la quinta esencia de todos los males–; para que Murita pasara de no entender nada a entenderlo todo.
Aunque más bien lo de los córners no lo entiende nadie. Cómo es posible que un equipo convierta su talón de aquiles en su mayor salvavidas, de repente. Desde el banderín las naranjas transformaron el partido en un concierto, con dos voces solistas: Nata y Maka, por partida doble, y con Sandra sosteniendo una batuta como nunca antes lo había hecho. Todo con la recompensa de sumar la quinta victoria consecutiva, que entra en el libro Guinness naranja.
Conviene detenerse para analizar fríamente la situación, no vaya a ser que alguien se lleve a engaño y piense que un equipo como el Parquesol fracasa si, de repente, tiene un mal día y no gana. Pues no. Este conjunto acumula cinco triunfos seguidos, algo que todavía no había conseguido desde que milita en el Grupo V de la Segunda División. En definitiva, algo fácil, que se logra todos los días.
Que sí, que son dinámicas. Igual a partir de ahora llegan cinco derrotas seguidas, o no, a lo mejor suman diez triunfos más y adelantan al Tacón, quién sabe. Todo eso son elucubraciones, lejos de una realidad que dice que ahora mismo este plantel gana, juega y, lo más importante y difícil de alcanzar, ha madurado.
Volviendo al ruedo, las naranjas cuajaron el partido más completo del curso. Con ambición y constancia, sin cesar en la búsqueda del gol por mucho que vinieran mal dadas. Que así era, pues el Salamanca se adelantó con un golazo de la exparquesolina Andrea Guerra, no menos vistoso que el segundo, al filo del descanso, que a otro equipo quizás podría haberle supuesto la puntilla.
Más aún cuando la portería contraria parecía un jeroglífico imposible de descifrar. No había manera, ni por alto ni a ras de suelo. Bajo palos aguardaba una Laura que sacó sus tentáculos en más de una ocasión y si lograban superarla, una zaguera aparecía en la línea para salvar el tanto. En fin, uno de esos días que no.
Para los de poca fe, quiero decir, porque el Parquesol afinó su diapasón en el descanso y puso en marcha el metrónomo (por si se paraba no había problema, ya estaba el bombo en la grada para no perder ritmo) con el fin de convertir una actuación hasta entonces poco brillante y en momentos desafinada –sobre todo en ataque– en un concierto al unísono.
El larguero privó a Yarima de cantar la primera estrofa, tampoco tuvo fortuna Paulita, pero la testa de Maka fue la que más creyó y recortó distancias con casi veinte minutos por delante. Había empezado el aria parquesolina.
El choque se abrió, dando opción al Salamanca de crear peligro al contragolpe, algo que no había conseguido hasta entonces ya que, como el guion indicaba, era momento de defender los balones en profundidad a Ali, casi siempre con éxito, pero el peligro esta vez estaba en la esquina.
Sandra centró y, como si de un calco se tratara, Maka ajustició a las locales con el empate, como aperitivo al ‘solo’ de guitarra de Charle, dos minutos después. Brillante su manera de puntear el balón para pasar por encima de Laura, incapaz de contener toda la artillería visitante, que llegaba a su meta con asiduidad. El Parquesol lo había vuelto a hacer. Había vuelto a remontar. Y a partir de ahí, la locura.

Nata se abona a los milagros
Y, como en cada final de concierto –aunque no sea Año Nuevo– sonó la Marcha Radetzky. Sí, esa en la que el director se da la vuelta y le pide al público que acompañe con palmas. En el Vicente del Bosque no hacía falta. La afición era partícipe de la función desde el minuto uno, pero no fue hasta el 90 cuando terminó de explosionar.
Marina García, con un disparo colocado –otro más–, batió a Lucía. Empate. Alguno ya no podía con tanta emoción. No le quedaba nada. Apenas.
Ali vio en primera línea el empate y se agachó, no como rendición sino como fruto del esfuerzo, que parecía no tener recompensa esta vez. Por si acaso, le preguntó a la linier cuánto tiempo quedaba, a sabiendas de que con una jugada era suficiente para volver a creer. La hubo. Y fue gol. Otro. El último y definitivo, por fin.
Cuando Nata dio el tercer puesto al Parquesol con su gol, allá por el mes de abril, se dijo que quizás había sido el gol más bonito, pero no el más importante de su vida futbolística. Porque vendrían más. Es verdad que el de este domingo no fue de muy bella calidad –al fin y al cabo, también Vinicius ha amanecido como héroe por un disparo que ni siquiera iba a puerta– pero que sirve para ponerse terceras y gritar por fin que el Parquesol ha madurado.
Y el artífice de ello tiene nombre y apellido. Quien cogió al equipo hecho unos zorros –puede que no en la tabla, pero sí en el vestuario, que es lo que importa en el día a día– y quien, con su experiencia, convirtió al plantel naranja en un equipo –unido– con personalidad –a puñados–, capaz de sorprender en cada partido o, como este domingo, en cada minuto. En el noventa, al Parquesol de Rubén Jiménez se le paró la música. Lo que pasó después, ya lo saben.
CD Salamanca FF: Laura, Bea (Maria, min. 64), Andrea, Lydia, Alba (Lucía, min. 58), Laura, Marina, Marina García, Andrea, Cristina y Nerea (Silvia, min. 78).
CD Parquesol: Lucía; Iria (Rivas, min. 29), Maka, Noe (Carla, min. 62), Alicia Fernández (Yarima, min. 47); Barbi, Nata, Sandra, Paulita (Alicia Rey, min. 62), Charle y Ali.
Goles: 1-0, minuto 13: Andrea Guerra; 2-0, minuto 42: Lydia. 2-1, minuto 70: Maka; 2-2, minuto 76: Maka; 2-3, minuto 81: Charle; 3-3, minuto 90: Marina García; 3-4, minuto 93: Nata.
Árbitro: El colegiado González Hernández amonestó a Rivas, jugadora del Parquesol.
Incidencias: Partido correspondiente a la Jornada 8 del Grupo V de la Segunda División Femenina, celebrado en el Vicente del Bosque, ante alrededor de 300 espectadores. El frío no pudo con el ambientazo vivido en Salamanca.