El entrenador del Real Valladolid Promesas reconoce que la decisión sobre su continuidad se emplazó al momento en el que se consiguiera la permanencia materializada a última hora, “con mucho sacrificio” y 49 puntos

Miguel Rivera es un hombre de fuertes convicciones y costumbres arraigadas. De carácter, religioso y pasional, tiene el hábito de dedicar a quien aprecia sus éxitos, y la permanencia, sufrida, no podía ser menos. Conseguida la salvación del Real Valladolid Promesas, a última hora aunque con 49 puntos, cifra elevada –mucho– para haberla sellado en la última jornada, cabía esperar una última ofrenda.
Y fueron tantas las personas de las que se acordó que sus palabras sonaron a despedida. Se lo dedicó a su sufridora esposa, agradeció a Ronaldo, a Carlos Suárez, a Miguel Ángel Gómez, a Ángel Luis Catalina, a Andrés Fernández, a la plantilla, a la prensa, a la afición… a tanta gente que hubo que repreguntar si renovará. No se quiso detener demasiado: “Si hay que estar, seguiremos disfrutando, y si me tengo que ir a casa, lo haré agradecido”.
En un momento dado la conversación sobre su posible renovación se emplazó al final de la temporada, y parece seguro que por lo menos habrá esa charla para compartir ideas y planes con la dirección deportiva. Otra cosa será en qué acaben, aunque el andaluz reiteró que por su cabeza pasa “disfrutar” de lo conseguido independientemente de que siga o no.
“He sido campeón y he ascendido y me he tenido que ir a mi casa; el fútbol se mueve por convencimientos y decisiones respetuosas. El día que me vaya me iré súper agradecido y procuraré llevar siempre con orgullo las casi dos temporadas que he defendido los intereses del Pucela”, divagaba el entrenador, que confirmó que “lo más importante era esto”, mantener la categoría “en un grupo súper complicado en el que con 46 o 47 puntos te complicabas la vida”.
Lo que definió como “segundo milagro” tras la salvación del primer equipo costó porque durante el año atravesaron “muchísimos problemas” de los que se levantaron y a pesar de los que fueron capaces “de cumplir con el objetivo de ayudar al primer equipo, de seguir formando jugadores haciendo debutar a juveniles y de haber conseguido la permanencia”. De hecho, la undécima posición es la que ha ocupado al final; así de caprichoso es el fútbol, que hace sufrir a quien termina en cierta manera holgado.
El “buen sabor de boca” con el que el vestuario pretendía terminar se cumplió con los tres últimos puntos que han confirmado un comportamiento competitivo “extraordinario” como locales, que compensó el bajo rendimiento fuera o los problemas para hacer gol. Aunque analizó el curso en general, Rivera solo tuvo buenas palabras.
Y también hizo examen de conciencia a colación de una pregunta sobre el apoyo de la grada, que incluso le dedicó varias pancartas en este domingo de despedidas –siempre, cada temporada, las hay–. “Quiero pedir disculpas por los errores que he podido cometer; he tomado decisiones que a veces no han sido comprendidas y han aparecido conflictos, pero siempre lo he hecho pensando en el club. Agradezco ese apoyo muchísimo; de alguna forma se ha establecido ese feeling y lo he notado cuando he paseado con mi señora por la calle. Estoy absolutamente agradecido y es otro motivo para quedarse o para irse contentísimo“, concluyó.
