Contracrónica del Real Valladolid 0-0 Atlético de Madrid
Partido en el José Zorrilla y empate. La tónica de la temporada. Tres encuentros en casa y tres puntos a favor. Los tres, eso sí, justos. Como ocurrió ante Osasuna y Granada, frente al Atleti del Cholo el reparto de puntos fue más que merecido. En el primer tiempo dominó el Real Valladolid, que falló un penalti. En el segundo tiempo lideraron los rojiblancos, que se toparon con la cara de Masip primero y con el poste después. Seguir sumando, eso es lo más importante. Sergio González lo lleva escrito en la frente. Se lo leemos desde la Tribuna.
Sandro de mi vida. Sandro Ramírez tiene un problema. Lleva ya 682 días sin marcar. Su último tanto lo hizo con el Everton el 23 de noviembre de 2017. Desde entonces, ni uno más. En sus cesiones en Sevilla y San Sebastián, nada de nada. Y en Valladolid, de momento, tampoco. Ganas no le faltan. Fútbol tampoco. Lo da todo en el campo. Es el que más presiona, el que más corre, el que más lo intenta, el que más quiere la pelota. La pide en la izquierda, en la derecha. Recibe de espaldas y corre por detrás de la defensa. Lo hace casi todo bien. Ese casi, el gol. Ante el Atleti la volvió a tener. Más fácil que nunca: desde los once metros. Esta vez el césped, que se levantó justo antes de su golpeo, le impidió batir a Oblak. Terrorífico. ¿Qué está pasando? La afición, eso sí, gritó su nombre como si hubiera marcado un hat-trick. Se me pusieron los vellos de punta. A mis hermanos también. Fue una escena preciosa que honra al José Zorrilla. Sus goles, en plural, llegarán. Un poquito más de paciencia.
En el corazón. A las aficiones les suele gustar demasiado que sus chicos, los jóvenes de la cantera, lleguen al primer equipo y triunfen. A la del José Zorrilla eso le encanta. La Generación del 95, esa que tan bien conoce mi amigo Jesús Domínguez, tiene reservado un hueco en los corazones blanquivioletas. Calero lo vivió antes que nadie. Su marcha al Espanyol dolió como la de un hijo que abandona su casa de toda la vida para poner rumbo a la gran ciudad. Ahora, antes de que eso llegue, el estadio del Pucela quiere dedicarle siempre que pueda una sonora ovación a sus otros dos canteranos. Toni Villa, que parece haberse hecho por fin con un hueco en el once, volvió a ser despedido por su gente con un largo e intenso aplauso. Anuar, cuando entró al campo por Míchel, también se llevó una gran acogida. A mí me pone lo mismo ver a Sandro, un fichaje estrella, que a Toni, que sé que ha trabajando muy duro desde muy pequeño para lograr un hueco en el club que le vio crecer. Minutos para todos.
Perla Negra. Desde ahora me referiré a Salisu como la Perla Negra. Será su apodo en estas futuras líneas en Blanquivioletas. Nació en 1999. Es millenial. Tiene 20 años, pero juega como un central de 33. Ya ha disputado ocho partidos de Liga y nadie le podrá arrebatar su condición de titular. Ni Joaquín, que se lució en el hueco de Alcaraz o San Emeterio. Para mí, Salisu es la gran revelación. Tiene un físico que asusta. Va al corte rápido y sin miedo. Por alto y por bajo. Le da igual. Tiene velocidad para jugar adelantado y empieza a carburar en el achique. El balón no le quema en los pies. ¡Y es zurdo! El central que juega con la zurda se cotiza muy alto en el fútbol actual. Ahora, mi pregunta: ¿Cuánto vale Salisu? Y, sobre todo, ¿cuánto podría llegar a valer en un futuro? ¡Solo tiene 20 años! No me cansaré de repetirlo. Todavía hay gente que le pide banquillo e incluso le critica porque ya ha cometido algún penalti que otro. ¿Y qué? Se hará futbolista con el paso de los minutos. ¿Qué será de Salisu cuando tenga en sus botas más de 200 partidos? Tengo un montón de preguntas. La Perla Negra.