La última temporada en juveniles, para la mayoría en segundo plano, no hace justicia a una trayectoria repleta de éxitos en el Real Valladolid desde su etapa infantil
Pues ya tenemos confirmado el once: Maxi en portería, en defensa aguardan Herva, Méndez y Álex Pérez; para maniobrar Prada y Cerro; en las veloces bandas Alvi y Cuéllar; Camilo y Cadaveira se encargarán de crear la magia y Torres de convertirla en gol. Y con ellos, a triunfar… Y con ellos se triunfó.

2001 fue un gran año para el fútbol vallisoletano. Todavía era pronto para saberlo, pero ese año se comenzó a gestar una generación de futbolistas triunfadores –es el adjetivo que merecen quienes no han dejado de obtener éxito–. Desde que se juntaron a los 12 años, en infantiles, hasta hace apenas unos días que terminaron oficialmente su etapa juvenil –muchos de una manera injusta– han brindado por ligas, han celebrado otros campeonatos y han conformado un grupo que quedará en la retina de todos los que lo disfrutaron.
Lo han ganado casi todo. Es como si el primer día de infantiles en aquel vestuario, dirigido entonces por Sergio Rueda y Rubén Esteban, el capitán, por entonces Iván Hervalejo, les hiciera una advertencia: «Tenemos que ser capaces de ganarlo todo». De entrada ese año consiguieron el campeonato. No así en Regional, donde quedaron segundos a cinco del Numancia.
Sin embargo, la siguiente etapa fue inmejorable. En Cadete B, con Kevin y Dani Rodríguez gobernaron en Provincial y arrasaron en Regional con Iván Cabezudo, con un hombre que se erigía como goleador, con apellido precisamente de eso, de ‘killer’. Era el aperitivo de lo que estaba por venir.
En la temporada 2017/18 el Real Valladolid conquistó diez años después la Liga Nacional con cifras escandalosas. Sobre todo, en defensa, con el récord de minutos sin encajar, dieciséis partidos sin perder y una defensa que espantaba fantasmas –mención especial a David Gómez, ‘Cachuli’; qué sería de él si no fuera por las lesiones–. Juan Carlos Pereira e Iván Cabezudo habían conformado un grupo, por momentos, insuperable. El cuso siguiente no se repitió la gesta por ‘detalles’, unos en el campo y otros fuera de él.
Pero el fútbol es también derrota. De esas hay muchos tipos. Y más allá de dejar escapar un campeonato por un punto, la mayor derrota se produce cuando el trabajo no se ve recompensado. El Real Valladolid apostó por ellos, decidió mantener el bloque en División de Honor. Sin embargo, ese premio dejó de serlo con el paso de las jornadas. La mayoría de ellos ha visto cómo sus oportunidades se esfumaban, sin opción de plasmar, con minutos, la valía que habían demostrado año tras año. Algunos tuvieron que cambiar su camiseta para hacerlo. Otros, simplemente, esperaban su momento, pocas veces con éxito, y el parón terminó de confirmar que el capítulo final de esta generación ––como grupo– no pudo tener un desenlace más injusto, pese a la más que meritoria tercera posición. Pero una mancha no tapa la belleza de un cuadro.

- Maxi: La promesa con guantes. Es el portero de la parada imposible, a lo Casillas, pero también de la seguridad. Alcanzó el récord sin encajar en su primer año de juvenil y ascendió a División de Honor el año pasado manteniendo el nivel (superarlo era difícil). Perdió el puesto en sus últimos partidos de juvenil nunca por su demérito, sí por mérito de Aceves, pero el club mantiene la confianza en él, pues será uno de los porteros del Promesas en la preparación del play-off.
- Herva: La disciplina. Por su aparente baja complexión física pudiera parecer que dejaba el lateral desprotegido. Quien se confió lo pagó siempre caro. Su disciplina le hizo ser capitán desde alevín hasta terminar la etapa infantil. Evolucionó en Liga Nacional, y las pocas veces que jugó este último año lo hizo perfecto.
- Méndez: El portento. Junto a Cachuli, fue el héroe de la Liga Nacional lograda. El jugador que más minutos disputó en su segundo año de juvenil, mientras que esta temporada solo le dejaron disputar dos partidos. Decidió probar suerte en el Atlético Tordesillas, pero el curso estaba demasiado avanzado como para consolidarse.
- Álex Pérez: El goleador inesperado. En el campo del Tordesillas emergió para dar a su equipo la liga en su primer año de cadetes. Con la pierna mala, pero para dentro. A partir de ahí se convirtió en un auténtico seguro en defensa. No le dieron sitio este año en su banda izquierda.
- Sergio Prada: El orden. El jugador que todo entrenador quiere tener en el campo. Y cumplió tanto con Cabezudo y Pereira, sus mentores, como con Ricardo y Carlos –a este último le guarda un especial cariño–. Su fútbol no es para golosos, y eso a él le da igual, porque es efectivo. No perdió su puesto en esta última temporada, la más destacada para él.
- Javi Cerro: La madurez. Siempre que sale al campo mete velocidad al juego y su madurez le llevó a ser dos años capitán en División de Honor, el último de ellos sin ejercer sobre el tapiz. 596 es la pobre cifra de minutos con la que ha terminado su etapa. Si no continúa, el Real Valladolid cometerá un error muy grande.
- Cadaveira: La sorpresa. Quién inventaría el marcaje individual, pensarán los marcadores de Raúl en cada partido. Desde luego, sus pesadillas en los días posteriores a visitar Los Anexos eran monótonas. Los que le llevan viendo jugar desde el inicio todavía no han adivinado cómo resolverá la jugada posterior. Sus lesiones en el Infantil A y en juvenil, con Pereira, le frenaron y este año, con una sola titularidad, ha sido imposible arrancar.
- Camilo: El genio escondido. Nunca ha hecho ruido, ni ha acaparado titulares, pero siempre ha sido imprescindible. Se esconde detrás del punta, pero aparece en cualquier acción. Ganó el MVP en la prestigiosa Oviedo Cup, tan recordada por todos. También terminó su etapa en el banquillo.
- Alvi; El avanzado. Creció a la velocidad de la luz. Se puso el apellido de gol desde alevín y siempre llamó la atención a los equipos de superior categoría. Insistente por la banda y vertical, se ganó el puesto en el Juvenil A y con Ricardo la titularidad fue intermitente.
- Cuéllar: El pequeño gran artista. De todos los mencionados es el único que ha acabado su etapa fuera, después de vestir de blanquivioleta desde benjamines. No le quedaba otra opción. En noviembre se marchó al Burgos después de no ir convocado ni una sola vez. Al norte disfrutaron de la calidad que aquí no aprovecharon. También protagonista de la Liga Nacional, gracias a su condición de habilidoso y diferente. El primer año de cadete lo considera como el del aprendizaje.
- Torres: El gol. Con la derecha, con la izquierda, de cabeza, de rebote, incluso alguno de penalti. Ha cantado 124 goles con la camiseta del Real Valladolid y se ha ganado seguir celebrándolos. Fundamental en Cadete y en Liga Nacional. La lesión este verano le ha privado de hacer una temporada mágica, que se pudo maquillar con seis goles en quince apariciones.
Son muchos los recuerdos. Oficiales y no oficiales, porque la Oviedo Cup queda también en la retina de todos. Ahora dejan espacio a los nuevos talentos, que vienen pisando fuerte, pero que ponen la huella donde ellos, los componentes de la Generación del 2001, la han marcado con mucha fuerza. Con esfuerzo, con compromiso, y con unos resultados que no se pueden borrar. Ellos han dibujado un pasado inmejorable. Ahora es el futuro quien deberá recompensarlos.