Su retorno se ha hecho esperar, pero Sergio Postigo está de vuelta. Aunque el defensor empezó a entrenarse de nuevo a finales de enero, con la vista puesta en su reaparición después de una molesta lesión de tobillo, que le produjo un golpe fortuito recibido por Alemão, delantero del Real Oviedo (se le cayó encima), no ha sido hasta este fin de semana cuando ha vuelto al centro de la defensa del Mirandés. Lo hizo saltando al terreno de juego en los últimos minutos de la visita al Albacete, resuelta, desgraciadamente para él, con un 3-2 para los manchegos.
Aunque el desempeño de la zaga mirandesista ha sido óptimo hasta la fecha, puesto que es el conjunto jabato uno de los equipos que menos goles reciben (concretamente, después de recibir tres en el Carlos Belmonte, el segundo, solo por detrás del Elche, con 29), el que Sergio Postigo vuelva a los planes de Alessio Lisci se entiende como una grata noticia, después de haber estado cinco meses inactivo, desde aquel desafortunado partido de mediados de octubre, dado que, a sus 36 años, es un futbolista con galones y necesario para momentos como el actual.
No en vano, el getafense roza los 400 partidos como profesional, una cifra sin parangón dentro del joven plantel del Mirandés, en la que solo Raúl Fernández, que supera también los 300, se le acerca. Esa experiencia de ambos, en este final de curso, en el que el cuadro mirandesista se está jugando hacer historia y ascender a Primera División, no es nada desdeñable; más bien al contrario: su solvencia es complementaria a la calidad que, en su ausencia, han demostrado los Pablo Tomeo, Juan Gutiérrez o Egiluz de turno.