Al nombrar a Alba Gordaliza, a uno se le vienen dos palabras a la cabeza: superación y constancia. La hoy jugadora del Atlético Lince ha sido parte activa del ascenso del conjunto lagunero a la Tercera RFEF después de superar una doble lesión de rodilla, gracias a esos valores y, como ella reconoce, al entorno que le rodea, y que ha permitido que la vallisoletana de raíces olmedanas haya vuelto a brillar (es titular habitual en su equipo, con el que lleva nueve goles).
Alba, que compagina el fútbol con su segundo curso como estudiante de Medicina, empezó jugando al fútbol sala en su colegio a los nueve años. Se vio que apuntaba maneras y cambió la moqueta por la hierba, al inscribirle su padre en el equipo del barrio donde vivía, el Juventud Rondilla. Durante cinco años permaneció allí, jugando en categoría mixta (hoy en día hay competiciones femeninas para estas edades), donde a priori físicamente no podría competir en igualdad de competiciones, pero, al igual que durante toda su vida, hizo de las adversidades virtudes, y empezó a sobresalir entre niños.
Cuando cumplió catorce años, dio el salto al ‘futfem’ de la mano del Atlético Lince, donde estuvo jugando en la máxima categoría regional y adonde regresó tras debutar en una nacional con el San Pío X. Después de tres frenéticos años, fichó por el CD Parquesol, con quien jugó en la equivalente a la actual Segunda RFEF. Posteriormente, dio el salto al club grande de la ciudad, el Real Valladolid Simancas, donde la rodilla no le permitió disfrutar. Ha vuelto a hacerlo otra vez al Atlético Lince, con el que se ha vuelto a ganar el salto a Nacional.

¿Cómo ha vivido este año con un equipo nuevo como es el Atlético Lince, donde han conseguido el ascenso a Tercera RFEF?
Ha sido un año increíble, de los mejores que he tenido en lo personal, pero, sobre todo, en lo colectivo. Lo que más destacaría sería la ‘piña’ que hemos llegado a formar todas, ya que desde el minuto uno a las que veníamos de fuera nos acogieron como una más y finalmente hemos hecho un grupo muy especial.
¿Cuál era el principal objetivo del equipo a principio de temporada, viendo la plantilla construida?
No teníamos un objetivo claro; lo único que nos proponíamos cada semana era ganar el partido del finde, aunque desde el principio sabíamos que teníamos muy buen equipo y que éramos capaces de lograr muchas cosas si no los proponíamos y le echábamos ganas. Desde pretemporada trabajamos duro para poder estar en la pelea por los puestos de arriba y así fue. Hicimos una primera vuelta muy buena y empezamos la segunda vuelta mejor aún, aunque en el último tramo de la temporada bajamos el nivel por el cansancio acumulado, que puede que nos haya pasado factura. Aun así, quizá no hayamos quedado entre los tres primeros, pero hemos ascendido, que es algo muy meritorio y de lo que estoy muy orgullosa.
En lo personal, ¿cómo fue reencontrarse con el verde, después de la lesión?
Comencé con mucha incertidumbre y un poco de miedo, pero las ganas de volver a jugar restaban importancia a lo anterior. Para mí, ha sido un año de recuperar esa confianza que fui perdiendo los dos últimos años y, con ayuda tanto de mi entrenador personal (Daniel Hernández), como de mi familia y de mis amigos, además de mis compañeras y del cuerpo técnico. He conseguido volver a tener seguridad en mí y volver a competir a un buen nivel.
Después de destacar esta temporada, ¿qué espera de la próxima?
Como venía de donde venía, mi objetivo era recuperar la confianza. De momento, eso lo he conseguido en parte gracias a Rafa [Salas, su entrenador], que fue quien depositó su confianza en mí cuando me fichó. A partir de ahora quiero ir poco a poco e intentar ayudar al equipo lo maximo que pueda. La Tercera RFEF es muy dura y tiene una alta exigencia, pero pienso que tenemos un muy buen equipo para poder competir cada partido de la temporada que viene.
 
			