El amor a primera vista existe, y la ciencia lleva tiempo confirmándolo; y es que cuando dos personas se cruzan por primera vez, su cerebro reacciona de forma instantánea y, sin que lo decidan conscientemente, ya están interpretando una enorme cantidad de información en segundos. Ese flechazo que muchos sienten no es otra cosa que una reacción neurológica y emocional muy potente.
La cosa es que en menos de 30 segundos, e incluso en tan solo 3 ó 5, el cerebro es capaz de saber si una persona le resulta atractiva, confiable, interesante o directamente compatible, y todo ello ocurre sin palabras. Las microexpresiones, la postura, el tono de voz, incluso el olor corporal, activan regiones cerebrales relacionadas con las emociones y la intuición; y, en algunos casos, eso sí puede transformarse en lo que llamamos amor a primera vista.
El cerebro es capaz de detectar el amor en cuestión segundos
Hay un motivo por el que a veces sentimos que ya conocemos a alguien al instante, y no es algo que resulte lógico, sino que parece más visceral, como si nuestro cuerpo y corazón se adelantasen por mucho a la mente. En realidad, eso ocurre porque el cerebro humano está programado para captar de forma rápida señales que podrían indicar compatibilidad emocional y física.
Estudios en psicología social y neurociencia han concluido que en los primeros 100 milisegundos nuestro cerebro ya ha evaluado rasgos como el atractivo o la confianza, tan solo observando el rostro del otro. A partir de ahí, entre los 5 y los 30 segundos siguientes, se suman otros factores muy importantes y necesarios para activar la sensación de amor; y no son otros que la voz, las feromonas, el lenguaje corporal y la energía que se transmite sin hablar. Todo eso influye creando una especie de cóctel emocional al que también se unen áreas cerebrales como la amígdala y el córtex prefrontal, que están directamente implicadas en la toma de decisiones afectivas.
Lo más curioso de todo esto es que este tipo de amor no solo tiene en cuenta la belleza que podemos observar o la simpatía que nos genera la otra persona, sino que también tiene en cuenta el instinto, la biología y la intuición, factores que nos indican la posibilidad de si podemos o no establecer un vínculo emocional.
Las sensaciones de flechazo o cuando el cuerpo habla de amor
Es probable que alguna vez hayas sentido eso que se conoce como “mariposas en el estómago” o unos nervios extraños cuando miras a alguien, incluso una paz que no puedes explicar muy bien, y todo ello surge por el impacto emocional que nos genera ese primer encuentro con alguien especial. Esas sensaciones tienen implicaciones sobre nuestro cuerpo, las cuales pueden ir desde que este aumente nuestra temperatura hasta que se nos acelere el pulso o libere dopamina (que es la hormona del placer y la motivación).
Y aunque lo ignoremos, nuestro olfato también juega un papel muy importante en esta parte, ya que liberamos feromonas (unos compuestos químicos que no se huelen pero sí que se sienten) pueden generarnos sensaciones de rechazo o de cercanía, según lo que sintamos por esa persona.
Si todo esto ocurre sin que apenas hayas cruzado dos frases con alguien, es porque el amor a primera vista no necesita explicación racional, sino que surge del cruce entre biología, experiencia previa, contexto emocional y predisposición afectiva. En otras palabras, podemos decir que el cerebro está siempre escaneando el mundo por si se cruza con algo (o alguien) que despierte su instinto de vínculo.
De todos modos, eso no significa que si no hay chispa inmediata, nunca habrá amor, y es que muchas relaciones se construyen con el tiempo, con palabras, silencios y miradas que solo entienden esas dos personas. Pero como todo en esta vida, cuando el amor entra como un relámpago, en un instante puede darle la vuelta a todo nuestro mundo y es imposible de ignorar, aunque suene muy peliculero.
 
			