Este es un viaje a las tardes lejanas de los años 80. La grada del José Zorrilla se ha convertido en un hervidero de ilusión y acaba de apareció un extremo que revolucionará la vida de muchos de los aficionados del Real Valladolid. Patricio Nazario Yáñez, más conocido como ‘Pato’ Yáñez, desembarcó en Valladolid en un mundialista verano de 1982, tras destacar en San Luis de Quillota. Nacido en Valparaíso un 20 de enero de 1961, su fichaje fue avalado por la sensación de que era un futbolista distinto: veloz, eléctrico en sus movimientos y con una personalidad arrolladora. Algo que casaba con la sed del equipo por títulos.
Su paso por el Mundial de España 1982 con Chile fue clave para que Yáñez recalara en el Pucela y su fútbol y carisma encajaron de inmediato. No solo aportó un físico potente para su puesto, sino una verticalidad que incendió el estadio y la ilusión blanquivioleta. Su primera temporada fue intensa, con varios partidos y goles memorables, pero fue en la Copa de la Liga de 1984 donde alcanzó la inmortalidad por ser un jugador esencial para entender ese triunfo. Ese torneo parecía inalcanzable para un club del tamaño del Pucela, pero el Pato fue pieza decisiva para hacer el sueño realidad.
Héroe de 1984
Pato Yáñez no solo participó activamente en las rondas previas y en la final ante el Atlético de Madrid, sino que gracias a su velocidad y desborde constante, las alas del equipo encontraron espacio libre para castigar a la defensa rojiblanca. El triunfo por 3-0, con la épica conocida sobre el césped del Zorrilla, acabó por convertir al delantero chileno, como a sus compañeros, en mitos eternos de la afición.
Pero Yáñez no se detuvo en esa actuación gloriosa ante los colchoneros. Entre 1982 y 1986 disputó algo menos de 150 partidos con la camiseta blanquivioleta. Una cifra que revela mucho más que sus buenas estadísticas, pues en cada carrera por la banda, el chileno generaba desmarques, tensión y nuevas rutas para un balón que siempre quería acabar en la red. Su capacidad para generar fútbol se respiraba en cada rincón del campo y aquel extremo imprevisible, con regate corto y directo, se ganó el respeto de todos en Valladolid y en los rivales de este, reavivando una conexión futbolera difícil de olvidar.
Su marcha en 1986 no apagó su huella en Valladolid. Su trayectoria siguió en Zaragoza, cedido por el Pucela en la 86/87. Allí estaría a las órdenes de un Luis Costa que trataría de exprimir el talento del chileno, compartiendo vestuario con figuras como Rubén Sosa, Pineda o Juan Señor, llegando a marcar seis goles en los 33 partidos disputados en el cuadro aragonés. El año siguiente sería traspasado al Real Betis, donde acabaría su idilio con el fútbol español tras un descenso con los verdiblancos y tres temporadas en Sevilla. Tras esa etapa, regresó a Chile para prolongar su carrera en su país de origen.
Pato Yañez, otra unión con Colo-Colo
Mito en un Real Valladolid ochentero en el que jugó un total de 140 partidos y marcó 19 goles, su historia le ha convertido en un ídolo que recordar en el José Zorrilla, pero su carrera le hizo despedirse del balompié en su país de origen, pasando primero por Universidad de Chile y, más tarde, por Colo-Colo. El atacante une, pues, las dos realidades de los equipos que, en esta semana, se medirán en Chile por los cien años del conjunto cacique, donde Yáñez fue capaz de ir un paso más allá en cuanto a sus logros colectivos.

Aunque su velocidad ya no era la de sus años en Europa, conservaba el instinto y el desborde que lo habían caracterizado siempre. En Colo-Colo encontró el contexto ideal para volver a competir por títulos. No por casualidad formó parte del plantel que hizo historia al ganar la Copa Libertadores de 1991, la única del club hasta la fecha. No fue un protagonista indiscutido en el equipo, pero sí un complemento valioso para la plantilla dirigida por Mirko Jozić. Un equipo que, con el Pato, conjugaba oficio y desequilibrio. Su nombre quedó vinculado para siempre a esa generación dorada, cerrando el círculo de su carrera con la gloria que su talento merecía.
Vuelta entre vítores en Valladolid
El retorno al José Zorrilla en 2024, invitado por el club, confirmó su estatus de leyenda en Valladolid. La grada recordó y vibró con los vítores dedicados a aquel delantero chileno que le dio tanto a un Valladolid ochentero que supo ser más con él en el campo. La electricidad adolescente con la que batió defensas ha hecho que su legado siga muy activo en Valladolid. Su figura ha ido pasando en el recuerdo de padres a hijos y se recuerda con cariño su habilidad para resolver partidos.
Más allá del análisis técnico de un mito de Valladolid, cabe repasar lo sentimental, con un jugador que, mediante su paso por el Real Valladolid combinó el contacto total con la grada con la efectividad y el talento puro. La Copa de la Liga de 1984 no solo es la representación de un logro colectivo, sino que encarnó la unión de distintas voluntades ganadoras en un equipo que eligió creer. Entre todos ellos, el talento innato de un Pato volando en Valladolid para el recuerdo eterno de quienes lo quieren y querrán en el José Zorrilla.
 
			

