Su documentación indica que son 38 años los que lleva Arturo Vidal en la mochila, pero el centrocampista chileno aún conserva ese aire combativo que ha marcado su carrera. Nunca necesitó mucho para hacerse con la escena, pero en su momento actual su presencia es importantísima para Colo-Colo, un equipo que bebe de su trascendencia y su jerarquía, no solo para los suyos, sino también por todos los campos de Chile.
Este miércoles volvió a ponerse la camiseta de su club para disputar un amistoso especial, de nuevo frente a un rival europeo como el Real Valladolid. El de Viña del Mar no fue un partido más, como no lo será el que les mida a los blanquivioletas en la segunda cita, en casa, tras la derrota ante el Pucela en el Sausalito por dos goles a cero. Los duelos, que forman parte de los actos conmemorativos por el centenario del club chileno, tendrán en la memoria la figura de un referente como Arellano y la presencia de otro, como lo es Arturo Vidal.
Arturo Vidal ya sabía lo que era enfrentarse al Real Valladolid. En la temporada 2019/2020, entonces en el FC Barcelona, se midió al equipo blanquivioleta en dos ocasiones. En la ida del campeonato liguero, entró en el minuto 75 al José Zorrilla, en un duelo que ganó el Barça por la mínima, por mediación de Ousmane Dembélé. En la vuelta, Vidal partió con la titularidad ante el Pucela de Sergio González, en un duelo que acabó con victoria para el equipo culé de Ernesto Valverde, que hizo bueno un resultado corto de un gol a cero, convertido por Messi de penalti.
El enorme camino de Vidal
El regreso de Arturo Vidal al fútbol chileno llegó tras una trayectoria que muy pocos jugadores de su país podrían igualar. Formado en Colo-Colo, donde jugó desde niño, Vidal debutó con apenas 18 años y no tardó en hacerse sitio en el primer equipo. En apenas dos campañas con el conjunto albo, fue capaz de levantar tres campeonatos nacionales y fue pieza clave en la final de la Copa Sudamericana de 2006.
El temprano impacto del mediocentro le valió el salto a Europa a bordo del Bayer Leverkusen, un equipo donde terminó de moldearse como el todocampista de gran recorrido que todos recordamos. Un futbolista fuerte en la recuperación, con capacidad para reiniciar y conducir el juego y con una gran capacidad para llegar al área. Una imagen que no cambió en sus siguientes aventuras en el Bayern de Múnich, el FC Barcelona o el Inter de Milán, donde siguió exhibiendo esas capacidades y destacando con su trabajo en el centro del campo.
Con la selección de Chile, además, fue el estandarte de una generación dorada que alcanzó su cima al ganar la Copa América en 2015 y 2016. Más de 140 internacionalidades, más de 30 goles, un lugar asegurado en la historia grande de la Roja. En 2024, cuando muchos daban por hecho su retiro, decidió volver a casa. Y lo hizo a lo grande: aterrizó en helicóptero sobre el Estadio Monumental, con capa, corcel y corona, como si volviera a tomar posesión de un trono.
Declaración de amor por Colo-Colo
Desde entonces, su presencia ha cambiado el tono del vestuario. Jorge Almirón, técnico de Colo-Colo, ha encontrado en él un eje para reconstruir un equipo que mezcla veteranía con juventud. Vidal ha sido titular indiscutible en el torneo chileno, ha participado en todos los encuentros importantes del semestre y, pese a las molestias físicas puntuales, ha liderado a un equipo que quiere pelear siempre por mantenerse en la parte alta de la tabla. Su rendimiento no es el de hace diez años, pero su jerarquía sigue siendo diferencial. Maneja los ritmos del partido, ordena, manda. Y cuando hace falta, muerde.
Arturo Vidal es, hoy por hoy, más que un futbolista para Colo-Colo. Para el conjunto chileno ya es una figura que trasciende lo deportivo y su imagen en el Monumental no es solo la del ídolo que volvió, sino la de un futbolista que todavía cree en el juego de su equipo, en el peso de la camiseta y en la responsabilidad de guiar a los suyos siempre. Para un futbolista como Vidal, los amistosos nunca son tal cosa.


