En Valladolid no se olvida fácilmente el nombre de Gerardo Coque. Un futbolista criado, madurado y honrado en un Real Valladolid en el que supo ser todo lo que se le pide a un canterano y un hombre de club para todo. Nacido en Valladolid un premonitorio 9 de marzo de 1928 (mismo año de fundación del club de su vida), recaló pronto en las categorías inferiores el club blanquivioleta para cumplir el gran sueño de hacerse profesional en casa.
Centrocampista de calidad, con gran llegada a meta rival y capacidad para sostener el balón, asociarse y acercarlo a posiciones de ataque, su brillo en Valladolid le valió para ser uno de los futbolistas más queridos de la historia del Pucela. La trayectoria de Gerardo Coque en el Real Valladolid se funde con algunas de las páginas más brillantes del club, siendo protagonista absoluto en el equipo de la ciudad.

Primero en el ascenso que permitió vivir con el club una larga etapa en Primera División, para más tarde ser el máximo anotador de aquel Pucela en la 50/51, con 19 goles que le situaron entre los máximos artilleros de la categoría junto a Telmo Zarra. En esa campaña, el Real Valladolid fue sexto en liga a las órdenes de Juan Antonio Ipiña, relevo de un mito como Antonio Barrios, gran valedor del talento de Coque en Valladolid en esa primera etapa.
Esa brillantez de cara al gol le permitió ser uno de los primeros vallisoletanos que llegó con cierto peso a la élite futbolística, además de hacerse con el cariño de club y ciudad. De hecho, su gol en la final copera de 1950 fue la culminación de una temporada en la que Coque ya se había ganado un lugar entre los grandes futbolistas del equipo, a pesar de la goleada del Athletic Club de Iraragorri en esa primera final alcanzada en la historia del equipo pucelano. Su último año en Valladolid, fueron 14 los goles marcados para el equipo y siendo su máximo goleador.
La llamada de Zamora
Además de todos sus logros como jugador del Real Valladolid, Coque alcanzó el rango de mito al convertirse en el primer vallisoletano y jugador del Real Valladolid convocado por la selección española. El debut con ‘La Roja’, con Ricardo Zamora a los mandos, fue un 1 de junio de 1952, en Chamartín, ante Irlanda. De hecho, fue el autor del primer gol de ese histórico marcador del seis a cero ante los irlandeses antes de lesionarse durante el encuentro. A pesar de su calidad, esa fue su única ocasión como internacional.

El mismo verano de la llamada de Zamora para debutar con España, le llegó una oferta, récord para la época, desde Madrid, en la que el Atlético de Madrid ponía un millón de pesetas encima de la mesa para llevarse el talento de Valladolid a la capital y suplir la baja de Pérez Payá. Sin duda, se podría decir que fue el primer gran traspaso de la historia para el Real Valladolid, producido entre un grande español y el equipo blanquivioleta. Un movimiento de gran lustre, aunque su rendimiento en el Metropolitano se vio eclipsado por los ecos de su vida fuera del césped.
Coque y su dudoso paso por el Metropolitano
Los rumores y escándalos relacionados con su vida privada y el sonadísimo romance con la cantante y actriz Lola Flores hicieron mella en su rendimiento como jugador y en su compromiso con el fútbol y el club, hasta el punto de ausentarse de algunos de los entrenamientos y fugarse a México en 1954, algo que le supuso perder el sitio en el equipo colchonero en una campaña en la que se esperaba que pudiera ser relevante con Quincoces como entrenador. Durante esa etapa colchonera, de 1953 a 1956, Coque disputó 32 partidos y logró marcar 8 goles con la camiseta colchonera, aunque nunca fue capaz de alcanzar su mejor nivel.

Tras acabar su vínculo con el Atlético de Madrid, Coque pasó brevemente por el Granada antes de volver a jugar en Segunda División con el Pucela. Una última etapa como blanquivioleta para ayudar al equipo a conseguir un nuevo ascenso a las órdenes de Saso y volver a marcharse tras finalizar la 58/59. Su segunda marcha fue hacia el norte, primero al Racing de Santander y más tarde a la Cultural Leonesa, últimas estaciones antes de retirarse como futbolista en 1962.
Un jugador querido y recordado para siempre en Valladolid
En su larga carrera como futbolista, desde los 18 a los 33 años, jugó más de 270 partidos profesionales, en los que se quedó a un solo gol de conseguir la centena en toda su trayectoria. Unos años más tarde, la experiencia adquirida por Coque en el césped, le sirvió en Valladolid para asomarse a los banquillos, primero en el Europa Delicias, filial en su día del Real Valladolid, y más tarde como interino en el equipo blanquivioleta, en dos duras temporadas en las que vivió el traumático descenso del equipo pucelano a Tercera División en la 69/70.
El futbolista vallisoletano encarna a la perfección el papel de protagonista de la historia de éxitos tempranos del Real Valladolid. Canterano y vecino, Gerardo Coque vivió un prodigioso ascenso en su carrera a lomos de un Valladolid al que deberle todo y que le deberá siempre mucho. Su carrera pudo haber sido más brillante, pero su vida siempre dejó destellos de que sus aspiraciones no iban mucho más lejos de lo que parecía poder marcar su forma de vivir la vida.
Su nacimiento en un club modesto y su posterior crecimiento como jugador y entrenador entregaron un mito al que amar en una ciudad que siempre ha vivido con intensidad el fulgor de los hombres de club que, sin pretenderlo, se hacen valedores del cariño y del amor de una ciudad y de una grada. Coque fue lo que pudo y quiso ser en un Valladolid para el recuerdo, para luego tratar de responder a todo lo que se esperaba de su calidad como futbolista. Nada, ni siquiera sus luces y sombras lejos del césped, enturbian la sensación de que Coque es parte esencial de la memoria eterna del Real Valladolid.
 
			