Álvaro Aceves representa el capítulo más sensible del vestuario blanquivioleta. Aunque siempre, en materia de portería, la realidad suele ser cruel, que la viva un canterano que ha escalado pacientemente desde las categorías inferiores es aún más emocional. Aceves debutó en Primera División en febrero de 2023 y ha regresado esta temporada tras dos etapas cedido en Eldense.
Su trayectoria encarna la espera consciente y el compromiso silencioso, con cualidades que hoy lo configuran como una pieza valiosa, aunque todavía reservada dentro de la estructura del primer equipo. Desde su llegada al Valladolid siendo apenas benjamín, Aceves se ha forjado bajo la filosofía del club: paso a paso, formación tras formación. Con una altura imponente (1,90 m), buenos reflejos y seguridad al salir del arco, el jugador vallisoletano llegó hasta el Promesas, donde fue titular indiscutible, y acumuló más de 50 partidos en la categoría.
Una experiencia que acabó cristalizando en una cesión al Eldense primero en la 23/24, y posteriormente nuevamente en enero del año pasado, justo después de ampliar contrato hasta 2028: un guiño claro del club hacia su potencial y su intención de darle continuidad. En esa misma visión, la realidad es que Víctor Orta ha apostado por un perfil como el suyo a pesar de que la titularidad no haya llegado de inmediato.
Aceves, cuidando la espalda de Guilherme
Esta etapa encierra en Aceves una virtud poco común a estas edades pero conocida de sobra en él como la paciencia. Frente a un Guilherme Fernandes que está sabiendo ocupar la portería del Valladolid con grandes actuaciones y dosis de liderazgo fuera de lo común en un recién llegado, Aceves permanece en el banquillo sin prisa, esperando una oportunidad que acabará llegando. Esa disposición refleja una madurez importante, sabiendo que el bloque creado es bueno y que su momento llegará.
Lo emocional cala hondo en estos casos. No es habitual que un joven portero, en una posición marcada por la rotación escasa, mantenga la ilusión intacta mientras espera minutos. Álvaro Aceves no solo lo ha conseguido, sino que demuestra año a año su intención de ser portero del Pucela. Su reacción ante la cesión fue la de quien acepta el desafío como parte del camino, no como un laberinto. Esa primera experiencia, positiva por haberse hecho un hueco, contrastó con la del año pasado, con menos presencia y capacidad de mostrar su nivel.
En el contexto actual, tras la figura de Guilherme, un portero que está argumentando la decisión de Almada, Aceves es la primera alternativa en el arco para posibles rotaciones o sorpresas. El canterano asume el rol de segundo portero con profesionalidad y se mantiene como una promesa tangible cubriendo la espalda del compañero. El valor de Aceves hoy no está en exhibir paradas relevantes, sino en transmitir tranquilidad a la portería y al vestuario como una opción siempre lista ante eventualidades. Si se le requiere, responderá.
El portero que promete
Como portero, su envergadura le permite actuar casi como líbero entre los palos, dominar el aire con autoridad y aportar una opción de salida con los pies, algo que ha mejorado de manera clara después de trabajar con énfasis en ello en cantera. El guardameta vallisoletano sabe jugar con notoriedad ante jugadas a balón parado y su físico es un plus tanto en defensa como en anticipación del rechace en área propia.
Álvaro Aceves representa hoy la espera inteligente dentro del Real Valladolid, en un puesto que, en Pucela, no logró alcanzar nunca y que hoy está defendiendo con una madurez muy destacable. Aceves es hijo del club y ha hecho sus deberes en cantera. Como jugador, se ha forjado carácter en segunda línea y se ofrece como opción fiable para el futuro. Mientras tanto, su presencia es un recordatorio valioso de que la portería es un territorio complejo, que no se conquista de manera sencilla y que se ha de asumir, con respeto, trabajo y madurez, que, al contrario que en otras zonas, solo puede jugar uno.