El Real Valladolid ha iniciado la temporada con un sello inconfundible: la solidez defensiva. Tres jornadas y ninguna diana en contra son un registro que habla tanto de la seriedad del bloque como de la relevancia de una figura que empieza a crecer con fuerza en el José Zorrilla: Guilherme Fernandes. El guardameta portugués, recién llegado este verano, ha sido protagonista silencioso de un arranque que invita al optimismo.
Sus paradas, su serenidad en los momentos de mayor zozobra y su capacidad para transmitir confianza al resto del equipo explican por qué el Pucela ha construido sus primeros pasos desde la seguridad bajo palos. En una categoría tan imprevisible como la Segunda División, donde cada detalle marca la diferencia, blindar la portería se convierte en un valor diferencial.
El empate frente al Córdoba fue un ejemplo claro de la importancia de mantener la calma en el arco. Hubo fases en las que el rival encontró espacios y llegó con claridad a la frontal, obligando al Valladolid a replegar más de lo previsto. Ahí emergió Guilherme, con intervenciones de mérito y, sobre todo, con esa lectura precisa que evita que la jugada termine en peligro mayor.

Cuando todo falla: Guilherme Fernandes
El propio Almada fue consciente de la importancia de esas tres porterías a cero. En los tres duelos, Guilherme ha dejado, al menos, una intervención salvadora. El portero no se limitó a detener balones, también fue fundamental en la dirección del bloque defensivo. El luso ordenó, gritó y corrigió posiciones en los momentos en que el equipo necesitaba oxígeno.
Esa capacidad de liderazgo es quizá la faceta menos visible pero más trascendente de su actuación. El plan de Guillermo Almada ha puesto especial énfasis en presionar alto y jugar en campo rival, pero es inevitable que, en determinados tramos, el equipo deba retroceder y defender en bloque bajo. En esos escenarios, tener un portero seguro es casi un salvavidas.
Guilherme ha respondido con solvencia, manteniendo la portería a cero tanto cuando el rival exige con balones colgados como cuando apuesta por disparos lejanos. Sus reflejos, su firmeza en las salidas aéreas y su capacidad para reducir ángulos en situaciones de mano a mano han sido determinantes. El Valladolid ha encontrado en él un guardián fiable que encarna el ideal de portero moderno: ágil, valiente y con buen criterio para iniciar jugada desde atrás.
No menos importante es el efecto psicológico de acumular partidos sin encajar goles. El equipo se siente más fuerte, más convencido de que puede competir en cualquier escenario, porque sabe que incluso en los días en los que nada salga, el portero y la zaga pueden sostener al conjunto. Esa mentalidad de invulnerabilidad genera confianza en la plantilla y en la grada, que empieza a ver en Guilherme una figura de referencia. Para un club que la pasada temporada sufrió altibajos defensivos, iniciar el curso con esta consistencia supone un salto cualitativo en su ambición.

Cumpliendo pronósticos
La figura del portero sobresale como la última garantía. Frente al Córdoba, cuando el Valladolid se vio más apurado durante un cuarto de hora en la segunda parte, fue Guilherme quien sostuvo la calma. Paradas en momentos clave y salidas seguras evitaron que la presión cordobesa se tradujera en el 0-1. Esa serenidad se contagió al resto, permitiendo que el equipo resistiera y terminara asegurando un punto valioso.
Mantener la portería a cero es, en definitiva, la base desde la que el Valladolid puede crecer. Si el equipo consigue combinar esta seguridad con una mayor pegada en el área contraria, la candidatura al ascenso ganará fuerza. Almada lo sabe y por eso ha insistido en la importancia de no desajustar el bloque en momentos de sufrimiento. De poco sirve tener jugadores desequilibrantes arriba si no se mantiene la solidez en la retaguardia. Guilherme se ha convertido en la piedra angular de esa idea y en el guardián que sostiene al grupo cuando la presión aumenta.
La temporada es larga y el margen de mejora es aún amplio, pero el arranque ha dejado la certeza de que el Real Valladolid cuenta con un portero que puede marcar diferencias en la categoría. Guilherme Fernandes ha empezado a escribir su propia historia en el José Zorrilla con tres porterías a cero que refuerzan la confianza de un proyecto en construcción y de un portero que debutaba en Segunda División. Por eso, más allá de los goles que lleguen arriba, el valor de no encajar se convierte en un tesoro y, hoy, ese tesoro tiene nombre propio.
 
			