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Carlos Belmonte, testigo de la historia del ‘Queso Mecánico’

Repasamos la historia del Carlos Belmonte, un estadio histórico y relevante en el fútbol manchego y español

por Miguel Ruiz
18 de septiembre de 2025
Carlos Belmonte

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En Albacete, como testigo de todo lo que ocurre en la ciudad, el Estadio Municipal Carlos Belmonte es mucho más que un recinto deportivo y, también más que un campo de fútbol. El estadio manchego es el lugar donde el Albacete Balompié se reconoce a sí mismo cada fin de semana. Desde su apertura en 1960, sus gradas han servido de escenario para las ilusiones de toda una ciudad que encontró en el fútbol un motivo más de orgullo y de lenguaje común.

El Carlos Belmonte representa ese fenómeno tan propio del fútbol en el que un estadio, una figura arquitectónica como otra cualquiera, adquiere personalidad para trascender el cemento y el césped. Se convierte en un símbolo de pertenencia, en un punto de encuentro donde familias enteras han compartido emociones durante décadas. Cada partido, gane o pierda el equipo, se reafirma un valor hogareño para crear un espacio de identidad, como un templo en el que los aficionados, su gente, escriben, juntos, la historia de un sentimiento a través de las generaciones que pueblan una ciudad.

Carlos Belmonte
El Carlos Belmonte, en una foto desde su fondo norte

Un recinto para toda una historia

Desde la inauguración un 9 de septiembre de 1960, este estadio dejó claro su carácter moderno para la época. Se erige sobre unos terrenos cedidos por la ciudad de Albacete, en un proyecto que fue diseñado por Carlos Belmonte González, alcalde y arquitecto, que asumió la responsabilidad con el compromiso de crear un recinto digno para el equipo manchego, fundado en 1939.

En aquel momento, el estadio contaba con unas 9230 localidades, repartidas entre asientos y de pie, además de las pistas de atletismo circundantes tan propias de la época, algo habitual que indicaba esa vocación polideportiva de los recintos deportivos a mediados del S. XX. El estadio nace como una respuesta a la necesidad de un Albacete Balompié fuerte, que ya no podía seguir creciendo más en los antiguos campos y que necesitaba una infraestructura mejor. Con esta construcción, el club y la ciudad quisieron dejar huella.

Carlos Belmonte
El Carlos Belmonte en los años 70

Como edificio, es un armatoste típico del fútbol español construido en los sesenta y remodelado en los setenta, los noventa y, hace unos años, en 2017. Sensitivamente, en cambio, es un símbolo vivo del fútbol manchego, un escenario que ha visto los sueños de varias generaciones y que, lejos de envejecer, conserva intacto su lugar en la historia del club y de la ciudad.

Tras esa última remodelación y con una nueva propiedad, se adoptaron mejoras estéticas en el Carlos Belmonte, como la modernización de palcos, nuevos accesos, zonas de prensa, túneles y vestuarios. Una actualización imprescindible para al nivel competitivo y las expectativas de los aficionados del Albacete y, sobre todo, con las especificaciones de una competición que, cada año, quiere mejorar mientras el Albacete sigue luchando.

Testigo de un Albacete para el recuerdo

Entre los momentos más destacados que ha vivido el Carlos Belmonte durante toda su historia, es imposible no hacer hincapié en los años dorados del Albacete Balompié en Primera División. Al estadio se le recuerda como el escenario de esa primera subida histórica a la máxima categoría en 1991, con Benito Floro a los mandos del equipo, en los años en los que el club manchego llegó a codearse con los más grandes, logrando resultados que sorprendían y encantaban a todos los que vibraban con un Albacete en la élite.

Albacete Benito Floro
En la celebración del ascenso del Albacete de Benito Floro

En la 91/92, el Albacete Balompié fue la revelación del campeonato, alcanzando hitos muy destacados y rozando incluso la clasificación a competición europea. Con jugadores clave como Julio Soler, Rafael ‘Coco’, Zalazar o Corbalán. Figuras clave en una competición en la que fueron séptimos con 40 puntos, solo uno menos que un Zaragoza que logró clasificación para la Copa de la UEFA, como Real Sociedad, Valencia y Real Madrid. En esos años, el estadio vivía el fútbol lleno de un ambiente de ilusión en paralelo a unos jugadores que calaron en la afición y que lograron medir aspiraciones.

El Carlos Belmonte es una parte esencial de ese recuerdo e identidad que supuso el “Queso Mecánico”. No solo sostiene esa memoria en sus muros, asientos y césped, sino en todo lo que representa para toda una ciudad. La lucha de todos estos años, las noches memorables y los sueños alcanzados y los que quedan por alcanzar. En un fútbol que mira demasiado hacia adelante, Albacete y su estadio son una buena razón para crecer mirando hacia atrás.

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