El nombre de Guillermo Almada ya resuena con fuerza por las calles de Valladolid tras ser nombrado ya nuevo entrenador del Real Valladolid. El uruguayo llega para conquistar una Pucela ansiosa de ilusión junto a Darwin Quintana, único colaborador que lo acompaña, para liderar el nuevo proyecto del equipo vallisoletano.
Tras la oficialidad, Almada se pondrá manos a la obra a configurar su planning para la temporada, aunque quede mucho trabajo por hacer para tratar de crear una plantilla a la altura de la aventura en Segunda División. Todo apunta a que el técnico uruguayo será el encargado de liderar esa reconstrucción del Real Valladolid y que podrá tener voz y voto para ayudar a Orta y los suyos a encontrar las mejores piezas para dar forma a un Pucela digno para afrontar los retos inmediatos tras su descenso a Segunda.
Su llegada, además de exótica para el aficionado medio del fútbol español y del Real Valladolid, supone un giro de timón en la manera de concebir el juego con respecto a lo visto en los últimos meses en el José Zorrilla. Formado en el fútbol sudamericano y consolidado en la exigente Liga MX, Guillermo Almada es capaz de representar una apuesta clara por el protagonismo con balón, el vértigo ofensivo y la energía constante en defensa y en ataque, con algún detalle más que puede ser clave para entender y valorar la elección de Almada para el banquillo.
¿Podrá el club pucelano dotarle de una plantilla con el perfil necesario para dar lugar a su propuesta de juego? ¿Y podrá el propio Almada modular su propuesta para sobrevivir a la crudeza de la Segunda División en España? Para entender qué puede aportar en su desembarco en Valladolid, repasamos las cinco claves más destacadas de su estilo de juego que pueden marcar su llegada al Pucela.
1. Juego ofensivo por bandera
Guillermo Almada es un técnico que concibe el fútbol como un ejercicio de ataque permanente. Y esa idea no parte precisamente desde la pausa ni desde el control de balón de manera obsesiva, sino desde la aceleración y las transiciones. Sus equipos, tanto en Ecuador como en México, solían mostrar esa capacidad para transitar con facilidad, además de una clara voluntad para ser protagonistas siempre a través del ritmo y la verticalidad.
La idea de Almada persigue esa máxima de no tener el balón porque sí, sino de saber dirigir siempre su fútbol hacía adelante. En ese libreto táctico en el que Almada se siente cómodo, cada posesión del equipo suele tener como destino el área rival. Avanzar, desbordar y tratar de finalizar… y vuelta a empezar.
Almada cree que la mejor forma de defenderse es obligar al rival a correr hacia su propio área y motivar a los suyos a ocupar espacios de manera intransigente en campo contrario, por lo que no es raro ver a los equipos de Almada con líneas adelantadas, presionando tras pérdida y buscando recuperar alto para volver a atacar, pues esa vocación ofensiva no puede ir sola.
2. Todos defienden
La presión en campo rival no es un recurso para Guillermo Almada, sino una seña de identidad propia de su intención de gastar la menor energía posible a la hora de recorrer metros hacia el área rival. Los equipos del uruguayo buscan siempre recuperar lo antes posible, mordiendo tras cada pérdida de balón y tratando de replegar en ocasiones contadas. Esa intensidad sin balón es una de las partes más importantes del ideario de Almada, pues es clave para sostener ese ritmo ofensivo que propone. La presión alta requiere una sincronización y valentía que puedan asegurar que el riesgo asumido no se convierta en locura.
Los extremos cierran por dentro cuando es necesario, los laterales protegen la espalda de los interiores, los mediocentros saltan cuando es preciso y los defensas asumen esos metros necesarios a la espalda. Almada no teme el riesgo, sino que prefiere un error defendiendo con la línea elevada que ceder metros al rival. Para él, recuperar el balón cerca del área rival es la forma más directa de generar peligro de manera rápida.
3. Roles con libertad pero estructurados a una misma idea
La actitud ofensiva no es para improvisada, sino producto de una convicción táctica que le han llevado a basarse en sistemas como el 1-4-3-3 o el 1-4-2-3-1, este último su favorito. Y es el favorito por razones obvias. El 1-4-2-3-1 no solo propicia asegurar presencia y superioridad en campo contrario ofensivamente, sino que también aporta equilibrio cuando el equipo debe hacerse fuerte a nivel defensivo.
Dos opciones de sistema que privilegian el papel de laterales profundos, interiores o extremos llegadores y un delantero centro referencia que fije y libere el juego alrededor. Incluso es propicio entender que el pivote (o los dos mediocentros) tenga una labor organizadora y de sostén, para saltar si es preciso y para ordenar cuando lo exija la situación particular de juego.
4. Salida desde atrás por norma general
Habiendo leído todo lo anterior, casi cae por su propio peso que los equipos de Guillermo Almada tratan de hacer que la salida de balón desde atrás sea un principio estructural. No es solo salir por sistema, por modernidad, sino de hacerlo con un sentido básico: atraer la presión rival, liberar espacios a la espalda y reducir la posibilidad de rifar el balón en zona de superioridad rival. Los centrales y el portero deben tener un criterio técnico destacado y la valentía táctica para ejecutar esa idea. En el Valladolid puede ser clave para otorgar importancia a la elección de porteros y centrales, en dos posiciones que en el pasado dejaron dudas.
Almada, salvo sorpresa, buscará iniciar desde la base con la intención de progresar y no amenazar su propio marcador con posesiones de riesgo cerca del área propio. Ese primer pase orientado a superar líneas deberá ser clave y por ello sus mediocentros necesitan esa agilidad para recibir de espaldas, perfilarse rápido y conectar el juego para ordenarse con balón y permitir ocupar espacios en campo rival a la mayor velocidad.
5. Almada y su confianza en la cantera
Si algo ha mostrado Almada es una confianza ciega por los que vienen de abajo. El técnico uruguayo ha hecho de la apuesta por los jóvenes una constante en su trayectoria, con especial importancia en su etapa como técnico de Pachuca. En todos sus proyectos, desde Uruguay hasta México, ha dado protagonismo a numerosos futbolistas sin esperar a esa maduración definitiva.
Para él, el talento no entiende de edades, sino de tener la preparación y confianza suficientes para enfrentar el reto que se tiene entre manos. Y no se trata de una apuesta romántica, sino funcional, facilitando tapar huecos necesarios con sangre joven para ayudar a potenciar sus plantillas y aumentar su nivel general. Almada entiende que el joven suele aportar energía, atrevimiento y deseo de aprender y quemar etapas. En Pachuca, por destacar esa etapa especialmente importante, su once habitual rara vez superaba los 24 años de media.
Almada da una continuidad a los suyos que puede encajar muy bien en la realidad actual de un Pucela que necesitará mucho de los que están subiendo desde el Promesas. Creer en su crecimiento, como parece hacer el charrúa, genera una pertenencia y compromiso que en Valladolid pueden aprovechar futbolistas como Arnu, Jorge Delgado o Iago Parente.
 
			
