Cuando te sientas frente a tu terapeuta, seguramente piensas que vas a contar lo que te pasa, a desahogarte, a soltar ese caos mental que llevas dentro y que, en ocasiones, ni tú mismo sabes ordenar; pero lo que quizá no imaginas es que, mientras tú hablas, tu terapeuta está realizando una serie de acciones silenciosas, casi invisibles, que forman parte fundamental del proceso terapéutico.
Y sí, hay al menos seis cosas que tu terapeuta hace sin que te des cuenta, que son el regular tu estado emocional, el analizar tu comunicación verbal y no verbal, también profundiza en tus palabras, formula ciertas hipótesis, gestiona la relación terapéutica y observa sus propias emociones para que estas no interfieran en tu sesión.
Todas estas pequeñas acciones no son algo que haga sin darse cuenta, y es que tu terapeuta no solo está ahí para escucharte, sino que debe trabajar activamente en cada uno de los momentos que dura la sesión para poder acompañarte, sostenerte y guiarte, incluso cuando lo único que hay en esa sala en la que os encontráis cara a cara solo haya silencio.
Aparte, el hecho de saber qué es lo que pasa en ese “otro lado” de las sesiones puede ayudar a muchos a quitarse de encima ese miedo a pedir ayuda, romper los peligrosos tabúes que hay todavía sobre la salud mental y comprender que ir a terapia no siempre es para quienes se encuentran mal, sino que es incluso bueno y recomendable para todos los que quieran conocerse mejor, sanar mejor y vivir mejor.
Lo que tu terapeuta hace mientras le hablas (y que tú no notas)
Es muy posible (y perfectamente normal) que llegues a la consulta con la cabeza llena de pensamientos y con la sensación de que no puedes parar o empezar porque hay demasiada información. Y es que se calcula que tenemos entre 60.000 y 70.000 pensamientos al día. Muchos de ellos pasan desapercibidos, aunque otros se instalan en nuestra mente “sin pagar alquiler”, punto que es donde empieza el papel del terapeuta, una figura que nos puede ayudar a identificar dichos pensamientos repetitivos que nos generan sensaciones tales como la ansiedad, la angustia o la culpa y que no nos dejan avanzar.
Una de las primeras cosas que hace tu terapeuta es regular tu estado emocional, aunque lo haga con tanta sutileza que ni lo percibes. Si nota que tu respiración se acelera, que tu tono sube o que hay tensión en tu cuerpo, tu terapeuta adaptará su forma de hablar para ayudarte a volver a un estado más calmado; porque un buen psicólogo no te lo dirá directamente, sino que simplemente lo hará. Su tono baja, su ritmo se hace más pausado y su lenguaje corporal te transmite contención, lo cual hará que te regules de manera inconsciente.
Otra acción silenciosa del terapeuta es analizar tu comunicación, pero no solo lo que dices, sino cómo lo dices. Se fija en tus palabras, tus pausas, tu postura, tus gestos y hasta en ese chiste que haces para restar importancia a algo que en realidad te duele, dándole todo ello pistas claras de lo que te pasa por dentro.
También es habitual que, mientras le cuentas algo, tu terapeuta esté formulando hipótesis sobre tu historia, y es que tus respuestas, tus silencios o incluso los cambios de tema le permiten comprobar si va por buen camino y decidir qué preguntas hacerte después. Tu psicólogo también analiza el vínculo que está construyendo contigo, porque la relación terapéutica es una herramienta en sí misma, de tal forma que si tú le preguntas sobre su vida personal, él o ella debe decidir en segundos si responder podría ayudarte a sentir confianza o, por el contrario, interferir en tu proceso.
Y sí, tu terapeuta también se observa a sí mismo. Si algo que dices le emociona, le remueve o le conecta con algo personal, debe saber gestionarlo para no contaminar tu espacio, ya que su misión siempre es acompañarte desde un lugar seguro y profesional.
			