Daniel Juan reflexiona sobre la necesidad de que los entrenadores-educadores de fútbol base sean realmente ejemplares

Mi hijo, de tan solo veinte meses, ya va a aprender inglés a una academia. Una vez a la semana, menos de una hora, y os aseguro que antes de matricularlo nos hemos informado bien sobre ella: programa educativo, método, profesores y su formación. ¿Por qué no hacemos lo mismo en el fútbol base? ¿Por qué no exigimos a nuestros clubs la misma información? ¿No consideramos el fútbol una actividad educativa-formativa?
A mí, y creo que a nadie, no se me ocurría dejar a mi hijo para que aprenda inglés en el parque de bolas o zona infantil de un gran centro comercial. Allí simplemente jugaría y estaría entretenido, que no está mal, pero creo que está mejor que juegue y esté entretenido mientras aprende inglés.
Sabemos que lo que más gusta a nuestros pequeños es correr detrás de un balón, y que van al campo de fútbol, con ganas de jugar y disfrutar, pero no debemos olvidar que se trata de una actividad educativa. A veces creemos que lo lúdico está muy bien, simplemente para que los niños disfruten y se entretengan, despreciando su poder educativo y formativo.
Un simple juego de mesa o un videojuego adecuado que permita la interacción con otros participantes, compartido con uno o varios adultos, donde se tienen que cumplir normas, respetar turnos, aprender dinámicas, reflexionar sobre estrategias es una magnífica ocasión para que nuestros peques aprendan a aprender. De eso trata la educación y la formación, ¿no?, de aprender a aprender.
¿Os suena eso de cumplir normas, respetar turnos, aprender dinámicas o reflexionar sobre estrategias? Tiene muchas cosas en común con el fútbol. Pues bien, en mi opinión, no debemos dejar pasar la oportunidad de que nuestros niños aprendan haciendo aquellos que más les gusta. No tengo ninguna duda de que es donde mejor pueden hacerlo.
Ahora viene la segunda derivada. Una vez me dijo Sergio Kresic: “Solo educados pueden educar, sólo formados pueden formar”. Vaya por delante que me quito el sombrero por todas aquellas personas que colaboran en el fútbol base altruistamente. No obstante, si queremos darle al fútbol base la importancia que para mí se merece, no cualquiera puede dirigir a niños.
Es la tarea más complicada, mucho más que entrenar a adultos o profesionales. Se pone en juego la materia más sensible que existe en nuestra sociedad, nuestros peques, y cuando hablo de peques no quiero dejarme a nadie, y me refiero a todo menor de edad.
Todos ellos merecen tener entrenadores-educadores que sean ejemplares, con un comportamiento y trato exquisito, que fomenten la meritocracia y la cultura del esfuerzo. Si encima saben de fútbol, miel sobre hojuelas. Lo ideal sería que fueran personas educadas y formadas, ya que si no sería lo mismo que un profesor de inglés que no supiera inglés, pero a estas alturas de la película me conformo con que al menos sean íntegros.
Soy consciente de que cambiar esta situación no es sencillo, y de que posiblemente cuando crezca mi hijo, si le gusta el fútbol, tendré que enfrentarme a ella. Eso no quita para que no me guste y me lamente, al mismo tiempo, de que seguramente tengamos lo que nos merecemos.
			