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El guaje islandés que brilla en Oviedo

por Jacobo Herrero
10 de marzo de 2016
en Sin categoría
Johannenson

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Diego Johannesson, que atraviesa uno de los mejores momentos de su carrera, es una de las grandes perlas del conjunto asturiano

 

Johannensson, ante el Elche
Johannensson, ante el Elche

Justo encima del dorsal veintiséis, impreso en goma blanca sobre la camiseta del Oviedo, destaca un nombre de procedencia vikinga, allá donde las montañas se disipan en la niebla, los ríos perforan los campos de verdín y los glaciares se tiñen del color rosado que proyecta el sol en el ocaso. Él es Diego Johannesson, para muchos el guaje de Vetusta, cuya historia comienza un tres de octubre de 1993.

Era un domingo tranquilo en el Hospital Central de Asturias hasta que el llanto coordinado de tres trillizos acompañó un nacimiento más propio de una película norteamericana que de un perezoso día de fútbol. La singularidad del suceso obligó a las cámaras de los diarios locales a acercarse para cubrir la noticia. Sobre la camilla lucían tres bebés sonrosados de padre islandés y madre española, que fueron objeto de flashes de cámara y de algún que otro titular juglaresco. En aquel instante, los objetivos fotográficos aun no sabían a quién estaban filmando, pero uno de esos niños, que asistía desorientado a tan escandaloso escenario, se iba a convertir en el prometedor canterano que actualmente defiende la banda derecha del Carlos Tartiere.

Johannesson, ‘Diegui’ en sus inicios, comenzó jugando en el CP Laviada de Gijón cuando todavía era un prebenjamin de estos que corren cabeza gacha, sin temor a mancharse las rodillas o a romperse las medias en el transcurso de la batalla. Quizá fuese esa garra lo que llevó al futbolista a las categorías inferiores del Sporting y más tarde a realizar una prueba con el Atlético de Madrid.

No obstante, su destino parecía estar ligado a la tierra asturiana, pues en el año 2011 Johannesson se incorpora al segundo equipo del Real Oviedo, el Vetusta, donde pasa dos años curtiéndose en los bastos terrenos de Tercera. Luego, en la temporada 2013/14, la primera plantilla le echa el guante y alista al jugador en sus filas.

Su debut, en Copa del Rey frente al SD Amorebieta, cumplía con el prototipo de partido que escogen la mayoría de entrenadores para que un chaval de banquillo salga, se estrene y disfrute con unos pocos minutos que muchas veces solo sirven para contentar al protagonista, en vez ofrecer una oportunidad real a los jugadores que vienen desde abajo. A diferencia de los que solo pisan el césped para forjar un volátil recuerdo, Johannesson hundió los tacos en el campo y grabó en él su huella; lo hizo para quedarse.

Empezaba su aventura en el equipo carabayón. Veintidós años y tan solo trece partidos de experiencia entre los mayores. La oportunidad le llegaba este curso, después de las lesiones de dos de sus compañeros –José Fernández y Nacho López–. De nuevo, se producía la típica situación en la que el ‘futbolista de repuesto’ sustituye durante unas jornadas a un titular consolidado que a su vuelta devuelve al feliz canterano a la hilera de asientos que forman los banquillos. No ocurrió lo mismo esta vez, ya que Johannesson grabó su huella en el campo; lo hizo para quedarse.

En vistas del magnífico rendimiento del extremo, ahora reconvertido en lateral, su técnico, Sergio Egea decidió seguir prestándole la confianza. Rápido, eléctrico y con rasgos que se alejan de la característica estética nórdica, Diego se ha ganado la condecoración de jugador revelación de la Liga Adelante.

Además, y haciendo honor a la frase “el esfuerzo tiene recompensa”, el pasado enero recibió la llamada de su selección, que continúa configurando su plantilla en vistas al Europeo de Francia 2016. Y allí fue, a California, a medirse contra Estados Unidos, casi siguiendo los versos de la mítica canción pop de los ’80, California Dreaming: “Soñando con California, en un día de invierno”.

Del azul oviedista al de la elástica islandesa, haciendo un guiño a su padre, el mismo que sonreía orgulloso cuando miraba a su hijo recién nacido, mientras la cámara de un periódico congelaba la instantánea. Los más desconfiados puede que piensen que la convocatoria con su país es una mera casualidad, cuestión de tiempo que se olvide.

Sin embargo, el guaje de Vetusta no se conforma con ser un mero acontecimiento. Su vuelta no sería motivo de asombro, pues ya ha demostrado que su esfuerzo no tiene límites. Ahora, el Real Oviedo cuenta con un auténtico puñal en la banda. Un chaval que en su presentación hundió sus botas en el campo y grabó en él su huella; lo hizo para quedarse.

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