El delantero, peleado con el gol en sus últimas temporadas en el Athletic, es el máximo goleador de un Alavés que pelea con decisión por ascender

Foto: Noticias de Álava
El gol que Gaizka Toquero marcó el doce de septiembre del pasado año al CD Mirandés, en Mendizorroza, puso fin a casi tres años de sequía. No veía puerta desde que embocó a domicilio ante el Kiryat Shmona hebreo el veintiocho de noviembre de 2013. Más de mil días, concretamente 1.033, bastantes de ellos de un ostracismo que concluyó con el descenso de categoría una vez abandonado San Mamés.
Infatigable, y de espíritu indomable, nunca dejó de ser ‘The Boss’. Aunque Valverde no contara con él, el sacrificio del que siempre ha hecho gala le permitió seguir recibiendo honores aunque no hiciera el gestito ese de John Cena. Ese que hace con cada tanto, en cada celebración. Y que aquel doce de septiembre significó más que nunca “my time is now”, que volvía a ser ‘ahora’ su tiempo.
Y en esas está. A aquel tanto le han sucedido otros ocho más, que le convierten en el máximo goleador de un Deportivo Alavés que cuenta con serias aspiraciones de subir a Primera. Y a excepción de aquel debut anotador, cada una de sus dianas ha significado que su equipo puntúa. De esta manera, sus goles han colaborado en la obtención de veinte de los 59 puntos que tiene ‘El Glorioso’, prácticamente un tercio. Y lo mismo marca en casa (cinco veces) que fuera (cuatro).
El momento le da igual. Lo mismo abre el marcador (en cinco ocasiones) que lo sella (otras cuatro). Aunque por encima de los goles está su identificación con el modelo, como anillo al dedo, su condición de líder espiritual. Él es la fe personificada, la lucha y la entrega del cuadro de Bordalás. Es un auténtico incordio para la defensa rival, aquel que comienza la presión y agita a las masas, que pugna cada balón y se faja en los envíos aéreos como si midiera diez metros más.
Cuando el Real Valladolid salte al césped de Mendizorroza llevará 334 minutos sin perforar la puerta rival, por los 313 generales. Pero como si no hubiera pasado tanto, o precisamente por esos más de tres partidos sin marcar, tratará de ejecutar el plan que pergeña su técnico y recordar su doblete de marzo de 2010 a los blanquivioletas, contra los que jamás ha perdido (sí contra el filial, en octubre de 2015, con el Alavés B).
En este momento de duda en el que se encuentran los blanquiazules, que no han ganado en los cuatro últimos partidos, por lo que han sentido mal de altura y perdido el liderato, Bordalás necesitará de jugadores que sigan muriendo por una causa inimaginable a principio de temporada. Y si alguien muere por aquella, o por la que sea, ese suele ser Toquero, kamikaze apasionado.
Probablemente no sea él el jugador alavesista de mayor calidad. Pero a corazón, antes de león, no le gana nadie. De que su sacrificio surta efecto dependerá buena parte del devenir de su equipo ante un Real Valladolid mermado de moral y confianza, esa que él mina con cada carrera, con cada disputa. Si destaca, Alberto tendrá un problema. Mendizorroza no. Decidido, como él, volverá a gritar aquello de “Toquero lehendakari”.
