La intrascendencia del último partido de la temporada para el Real Valladolid no debe suponer una relajación de los jugadores, por varias razones
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Lo cortés no quita lo valiente, dice el refranero popular castellano. El significado es sencillo. Un crítico gastronómico exquisito, de esos que deciden el destino de los mejores restaurantes de España en la Guía Michelín, a quien se le intuye un paladar y un gusto fuera de lo común, también se le puede encontrar comiendo un buen día en un Burger King. Sí, así es. Y no, no es este Real Valladolid precisamente digno de tan afamada Guía, pero sí se le debería pedir que mantenga cierto nivel para este último partido de la temporada ante el Mallorca.
¿Por qué? Por varias razones. Probablemente el primer motivo debería ser el que más bajito tendría que decirse en el vestuario blanquivioleta formado desde el pasado mes de agosto, y no es otro que la profesionalidad. El conjunto mallorquín llegará a Zorrilla jugándose la vida, pese a que a los de Alberto López les importe más bien poco o nada.
Almería y Ponferradina tendrán un ojo puesto en sus respectivos partidos y otro en el feudo blanquivioleta, si bien son conscientes de que dependen de sí mismos. ¿Quién es el Valladolid para dejar pasar su papel de juez?
La cosa no está fácil para un viejo conocido como es Fernando Vázquez. Toca ganar y esperar suerte. Es ahí donde el Pucela debe mostrar esa vena que no ha sido capaz de mostrar a lo largo y ancho de 41 encuentros de Liga. Qué menos que ofrecer un último partido decente, algo que llevarse a la boca después de auténticos bodrios insufribles y de bostezar en voz alta. Y ni siquiera por esto. Se trata simplemente de cumplir con el trabajo, aquello por lo que a uno le pagan.
Claro, aquí entraría el maldito tema de las primas. Por seguir con los interrogantes. ¿Y si Almería o Ponferradina hubieran ofrecido un generoso pellizco por correr con más ganas? O lo que es peor. ¿Si lo hubiera hecho el Mallorca por no hacerlo? Lógicamente esta posibilidad sería más grave, y es lógico que la LFP y la RFEF tengan la lupa puesta en este partido. Así que ojo con lo que se juega.
No parece fácil que alguien haya podido ofrecer una cantidad demasiado alta. En Segunda División estos maletines existen, pero en menor medida y con cifras más irrisorias. Tampoco importa. Alguno recordará aquella prima que ofreció Carlos Suárez a sus jugadores allá por el mes de marzo ante un potencial ascenso y que salió a la luz tras la derrota ante el Huesca. Aunque cualquier caso es posible, tendría bemoles aceptar un potencial soborno ahora y no haber aceptado dinero en su día de tu propio jefe, un hecho totalmente legal y válido.
Otro motivo. Con todo lo que ha tenido que soportar el respetable de Zorrilla, la lógica dicta que habría que intentar agradar un poco a la afición en un intento desesperado por lavar la imagen antes de pasar a temas más trascendentales típicos del verano. Los partidos buenos en Zorrilla pueden contarse para esta temporada con los dedos de una sola mano, y con toda seguridad sobraría alguno.
En todo caso, más allá del dinero y del divertimento está la cuestión del honor, el orgullo y el amor propio. ¿Gastan de eso los jugadores del Real Valladolid? Cuando salten al campo de Zorrilla este sábado, solo ellos lo sabrán. Por lo menos hasta que concluyan los noventa minutos.
