Pese a los escasos focos que les iluminan, el nivel actual de la base permite pensar a medio plazo en el izado de la bandera de la cantera en el máximo nivel competitivo.
Dice Javier Pardo, columnista de El Norte de Castilla y uno de los grandes conocedores de la cantera del Real Valladolid que cuanto más tiempo pasa uno en Los Anexos, más cosas descubre. Su reflexión sale a la luz entre el frío y las sombras de la grada de piedra que contempla al Real Valladolid Promesas.
Sobre la fría piedra, un buen puñado de personas contemplan cómo los chicos de Javi Torres Gómez vencen cómodamente al Huracán Z. La situación actual del equipo de Trobajo del Camino quizá invite a pensar que no puede ser medidor del nivel actual del filial vallisoletano. Y sin embargo lo es.
Quizá no por nivel propio, pero sí porque frente al conjunto leonés el segundo equipo vallisoletano sumó su quinta victoria de manera consecutiva y su noveno encuentro sin caer derrotado, a pesar de haberse topado por el camino con rivales de la enjundia de la Cultural Leonesa, el Villaralbo o, en menor medida, el Atlético Bembibre.
Mientras transcurre de manera plácida la segunda mitad, un señor envía un balón cortito y al pie. “¿Hay nivel?”, pregunta, refiriéndose al propio filial y al Juvenil División de Honor y hasta excusándose por la cuestión. Al rato, charlando, desvela en qué trabaja, y uno llega a la conclusión de que la pregunta no viene provocada por la falta de tiempo, sino de ganas.
Honra aquel hombre el hecho de no opinar de oídas o a pesar de su desconocimiento sobre el tema. Al menos hasta el momento. Quién sabe si en este mismo instante estará hablando de la velocidad de Ruba, la conducción de Nacho o los tres pulmones de Jorge Pesca.
Inevitablemente, quien escribe piensa en cuánta gente ha hablado, con motivo del proyecto iniciado este verano, de lo bueno o malo que ofrece apostar por Los Anexos a pesar de no visionar sobre el terreno partido alguno de los chicos de Javi Torres ni cuando Manuel Retamero estaba al mando del filial.
De los chicos de Gail o de aún más jóvenes que dirige Juan Carlos, ni hablamos. Si pocos son quienes siguen al Promesas, menos aún quienes conocen a los Marcos, Anuar, Álex, Leiam, Pelayo, Gallego, Shlomi, Adeva y compañía.
Muy libre es cada cual de utilizar su tiempo libre en lo que buenamente pueda o le plazca. Libre Dios a este humilde escribiente de pretender aleccionar a nadie sobre sus hábitos o hobbies. Es incluso entendible no prestar atención a aquello que se encuentra en penumbra.
Quizá los argumentos a esgrimir por quienes ejercen la profesión periodística en la ciudad sean de mayor peso de quien preguntó por el nivel de la cantera mientras veía ganar a su máximo exponente. En los tiempos que corren, la conversión en hombre orquesta que sufre el periodista puede llegar a provocar que en ninguna de sus múltiples dobleces se encuentren Los Anexos.
La lógica tiende a imperar en quienes se ven obligados a percutir la batería saxofón en mano, aunque, como en todo, hay lamentables excepciones. Respetables cuando forman parte de una barra de bar. Poco éticas cuando se producen en tertulias varias en medios de comunicación, sea el hombre poco hábil periodista o no.
Cada conductor es libre de requerir los servicios esporádicos de quien le venga en gana para hablar de fútbol, si bien no debería ninguno olvidar que hablar por hablar está de más. En lo que concierne a la cantera, en ocasiones, las palabras sobran cuando salen de determinadas bocas.
La opinión es libre, pensará el lector. Ver algo así es de perogrullo. Parece que caer en la cuenta del gravísimo error -y mayor desfachatez- que supone hablar de lo que no se sabe, en cambio, semeja estar al alcance de apenas un puñado de elegidos.
Infomar sobre la gran racha de los dos principales equipos de la base blanquivioleta es casi una obligación, aunque se haga siquiera de soslayo. Caer en el atrevimiento de valorar si un canterano está preparado o no para dar el salto o si su futuro es más o menos halagüeño de oídas es poco menos que una sinvergonzonería.
Javi Torres Gómez y Luis Miguel Gail llevan semanas sin arriar las velas de sus respectivas naves. Cuatro victorias consecutivas del Real Valladolid Promesas, nueve seguidas del Juvenil División de Honor y unas sensaciones gratísimas permiten pensar, pese a los escasos focos que les iluminan, en una bandera de la cantera izada en el máximo nivel competitivo.
Viajan, uno y otro equipo, con viento a favor. Lástima que, en medio del océano de Los Anexos, pocos sean sus acompañantes. Sin duda merecen más, y también más respeto. Porque hablar sin ver, sin saber, es faltar al respeto de un buen puñado de jugadores que, en contra de lo que algunos dicen a ciegas, tienen visos de llegar al escalón blanco y violeta más elevado.