El Real Valladolid se impone a un buen Barça B gracias a un tanto de Óscar González en el segundo periodo.

Suelen decir los entendidos en el mundo de la pelotita que el primer equipo del Fútbol Club Barcelona se ordena a partir del manejo de balón. Vienen a decir que Josep Guardiola no apuesta por un dibujo táctico definido, sino que se da una organización extraña y asimétrica -para algunos, desorganización, incluso- basada en una ocupación intuitiva del terreno de juego mediante la cual, desde que el de Santpedor comanda la nave blaugrana, jamás han perdido la posesión del cuero.
Su filial, último rival del Real Valladolid en dos mil once, está también acostumbrado a monopolizar el esférico, tal y como demostró a pesar de su derrota en el Nuevo José Zorrilla ante los hombres de Miroslav Djukic.
Probablemente, si uno echa la vista atrás, podrá descubrir que en diversas ocasiones así ha sido, que en repetidas veces los de Eusebio Sacristán han mandado en el juego, y sin embargo no han dominado el verdadero fútbol, el de los goles.
Así pasó en el feudo blanquivioleta, donde el equipo dirigido por el almirante serbio llegado de Alicante dio buena cuenta de su contrincante gracias a un gol de Óscar González en el segundo periodo, pese a que la pelota fue culé durante gran parte del encuentro.
Rompen así los vallisoletanos su racha de tres partidos seguidos empatados ante un gran rival, cuyo monólogo durante la primera mitad fue tan solo interrumpido por sendas oportunidades de Sisi y Jofre Mateu, hoy colocados ambos en sus extremos naturales.
La lectura, adecuada de base, no sirvió de demasiado en ese primer acto, ya que favorecía la amplitud y la profundidad propia y obligaba a los visitantes a mantenerse abiertos en defensa. Parecía también pretender, de ese modo, despejar la zona central para que Óscar González apareciese entre las líneas como el ilusionista que es.
Apenas lo hizo antes del tiempo de asueto, fruto de los buenos movimientos disuasorios del centro del campo barcelonista. En cuanto Nafti y Víctor Pérez empezaron a tener éxito en sus carreras detrás de Rafinha, Riverola y Sergi Roberto, el genio empezó a crear apuros a la imberbe defensa blaugrana.
Tocó entonces el Real Valladolid un poco más el balón. No demasiado. Gracias al buen hacer de Jesús Rueda y Marc Valiente, Jonathan Soriano no parecía ni la mitad del gran delantero que pareció la pasada temporada y Tello y Deulofeu se perdieron en la destreza defensiva de Peña y Balenziaga.
Asustaban los de Eusebio, pero, pese al respeto creado por la fama de quienes irrumpieron con mano de hierro frente al BATE Borisov en Champions, no existía el miedo en las filas de unos jugadores vallisoletanos que, como en Alicante el pasado domingo, se mostraban sin balón casi tan cómodos como con él.
Demostraron los de Djukic que, en contra de lo que indica la dichosa moda que invita a imitar al equipo que dirige Pep Guardiola, el balón en ocasiones no lo es todo. Hicieron ver a los escépticos del utilitarismo, a los descreídos del bilardismo, que no siempre jugar bonito es jugar mejor.
Muestra de ello fue la segunda mitad del conjunto pucelano. Sin manosear tanto el cuero, logró equilibrar la balanza de posesión gracias a una presión más adelantada y de mayor fiereza, que provocó multitud de errores en la salida desde zonas traseras por parte del Barça B.
Fruto de esa mayor intensidad fue la primera ocasión clara por parte de Óscar, que falló solo ante la meta de Masip una franca oportunidad para poner a los suyos en franquicia, algo que, sin embargo, lograría hacer un minuto después tras un lanzamiento desde la esquina de Sisi.
El cuadro albivioleta hizo a partir de entonces de su bandera del esfuerzo una vela con la cual navegar hacia los tres puntos sin sufrir en demasía en zona defensiva. Manucho, que volvió a sustituir a un casi inédito Guerra, pudo hacer el segundo, algo que estuvo en disposición de hacer también Jofre en dos ocasiones.
El resultado, sin embargo, no se movería ya hasta el final de un partido en el que el Real Valladolid volvió a mostrarse como un equipo casi imposible de doblegar, ya que tenga o no el balón, el sufrimiento habitual de la zaga en las primeras semanas de competición ha dejado paso a una sobriedad que, aderezada de la calidad y acierto de cara al gol de varias de sus piezas, hace que termine el año en los puestos cabeceros de la tabla y mantenga intactas sus aspiraciones de ascender a final de temporada de forma directa.
			