Los blanquivioletas no pueden más que sacar un punto ante la Agrupación Deportiva Alcorcón pese a jugar ochenta minutos con un jugador menos por la expulsión de Jaime. Quini desperdició el penalty cometido por el meta y Sisi tuvo que retirarse lesionado en un encuentro en el que finalmente Javi Guerra no pudo ser de la partida.
El Real Valladolid no pudo más que sacar un punto en su vuelta a casa en año nuevo, después de que la Agrupación Deportiva Alcorcón igualase un encuentro desgraciado para los intereses blanquivioletas desde antes incluso del pitido inicial.
Si unas molestias en el gemelo habían obligado a Miroslav Djukic a descartar a Óscar González de antemano, en el previo era Javi Guerra el que se caía de la lista por esa uña maldita que a lo largo de la semana tantos quebraderos de cabeza le había provocado.
Por si fuera poco, López Acera decretó una pena máxima cometida por Jaime sobre Fernando Sales diez minutos después de destapar la caja de los truenos. Pese a que Quini marró su oportunidad ante Dani Hernández, poco duró la alegría en casa del pobre, pues cinco minutos después Sisi cayó lesionado de su hombro derecho.
Para entonces los blanquivioletas iban ya por delante, gracias a un incontestable gol de un Víctor Pérez aún en fase de crecimiento que alojó en las mallas un balón inquieto, que botaba próximo a la frontal en el frente izquierdo del ataque local.
El manchego, otrora jugador alcorconero, agradecía con un bello tanto la liberación que para él suponía el descargo de unas labores defensivas que, sin embargo, se vio obligado a volver a cumplir cuando Miroslav Djukic retiró a Álvaro Rubio del césped para dar entrada a su meta reserva.
El riojano fue sustituido con la misma fugacidad con la que entró en el once. Salió como entró y como acostumbra a jugar, de puntillas y sin alzar la voz, para que Dani Hernández hiciese su debut en competición liguera deteniendo la pena máxima impepinable cometida por Jaime.
Ni se inmutó ante el lanzamiento de Quini, lo cual es digno de señalar en su favor y va en el debe del punta, pues éste hizo una burda imitación de Panenka que bien podría sumarse a otra sarta de tropelías cometidas en nombre y por cuenta del checo en uno de los amplísimos reportajes con los que un puñado de románticos acostumbran a rendirle tributo.
Desde que Sisi dejó el verde pasó el Real Valladolid a jugar con varios jugadores menos, no porque Nauzet no sume, sino porque la ausencia del ratón de banda deja un vacío mayor que el que ocupan tres como él. En defensa y en ataque.
Como semanas antes hicieron ante el Barça B, los soldados de Djukic se cuadraron y buscaron no dejar resquicio por el que pudiese colarse amarillo alguno, por más que el balón perteneciese al enemigo. Los de Anquela monopolizaron el cuero, pero sin llevar peligro al lado rival.
El monólogo grácil y escaso de gracia de los madrileños advertía con igualar la contienda, algo que hizo Miguélez a falta de casi veinte minutos para el final. Obtenida tan ineludible como pesada recompensa, al Alcorcón tan solo le faltó pedir disculpas por el empate, como si el dominio incontestable del que disfrutaron durante la práctica totalidad del encuentro se hubiese llevado a cabo de usted.
El partido, extraño de principio a fin, sirve a los locales para poco más que para congratularse por el ingente esfuerzo realizado y por arañar un empate en el infortunio, allí donde muchos caen en la desgana, la derrota y una desidia que para muchos existió, a tenor de las protestas del público para con algún que otro jugador.
Lo cierto es que, apocalípticos aparte, si existió una sensación de ‘poco Valladolid’ fue porque la dejadez, como el empate, llegó a las filas albivioletas casi sin querer, como pidiendo perdón. Palabra que no conocerá Jaime, sancionado para el Pedro Escartín. Y que, exista o no, no aliviará el hombro de Sisi a la voz de ya.
			