El II Trofeo esFútbol convirtió en protagonistas a más de 250 jugadores de la categoría alevín e hizo disfrutar a propios y extraños

Foto: Paula Canal
Cada vez son menos audibles en el José Luis Saso los ecos de los goles marcados en el II Trofeo esFútbol, que congregó a más de 250 jugadores de categoría alevín, muchos de los que despedían una bonita etapa formativa, la de fútbol 7. Los 32 partidos jugados se vivieron de forma intensa, ya que aunque apenas ha cumplido su segunda edición, eran muchas las expectativas generadas en torno a lo que viene a ser una especie de Copa de la Liga.
El CD Laguna fue justo ganador, como lo habrían sido el CD Parquesol o la UD Sur. Tan solo una tensa y extensa tanda de penaltis resolvió el domingo las diferencias entre laguneros y naranjas, como solo un tanto postrero de Diego, que desataba la locura en los suyos, tal y como lo hicieron aquellos goles de Iniesta en Stamford Bridge o en el Soccer City.
Si la final fue el encuentro más vivido, el mejor de todos fue la semifinal entre los rojinegros y los encarnados. Y es que salvo una resolución desde el punto fatídico, tuvo de todo, ya que los dos equipos quisieron ganar, ofrecieron alternativas en el marcador y un choque de estilos de juego, ambos vistosos, de esos que hacen vibrar a cualquier aficionado al fútbol no solo de base.
La comparación, a todas luces, es odiosa. Es más: las comparaciones son odiosas. Y con todo, el símil está en los campos: a Adrián, el diez lagunero, se le conoce como ‘mini Messi’; Moli, por su exuberante físico, así como por la personalidad arrolladora que muestra, impropia de su edad, es comparado con Cristiano Ronaldo. Aunque no, Adrián y Moli no son Messi ni Cristiano. Son dos niños normales, humildes, y sobre todo eso, niños. Que en cualquier caso hacen disfrutar con su calidad y sueñan con que algún día esta esté bajo mayores focos.

Estos, empero, los hubo, gracias a la cobertura de Blanquivioletas y de esRadio Valladolid, aunque no hay que confundir este despliegue con una presión excesiva. Un evento que congrega a tantos participantes no podría recibir otro tratamiento mejor que el que tuvo el torneo, aunque sin perder de vista que si bien son protagonistas la finalidad no es otra que hacer que se sientan así, sin mayores pretensiones competitivas (al menos no por parte de los medios organizadores).
Después de una temporada de aprendizaje y de experiencias acumuladas y de una primera etapa formativa en fútbol 7, esta cita fue una fiesta de despedida cargada de vivencias para pequeños y padres, como quizá lo fue para Jaime, jugador del CD Arces y para los suyos.
El jugador celeste regaló con su desparpajo delante del micrófono uno de los momentos más divertidos del fin de semana al ser entrevistado por el equipo de esta casa antes de su partido del domingo. Y si el futbolista del club de El Palero fue una de las muchas notas agradables, las más amargas fueron las lágrimas de todos aquellos inconsolables en la derrota.

Hubo alguna otra más, aunque el objetivo de que fueran dos jornadas de festejo y fútbol se cumplió. Buena cuenta de ello dio la siempre animosa afición de la entidad que ejercía como anfitriona, la del CD Parquesol, que siempre dio colorido y nunca dejó de animar, aunque a última hora, en la tanda de penaltis, alguno quisiera deslucir todo lo bueno con sus gritos de “fuera, fuera” a los lanzadores rivales. Por suerte fueron escasos, muy minoritarios y al instante desaparecieron, durante la misma tanda, imperando –como debía– la deportividad.
Intensidad, nervios… pero sobre todo fútbol
Como un león enjaulado. Así vivió el padre de Mario, el diez parquesolino, la finalísima. Sus nervios a la postre fueron el reflejo de lo que se vio en el campo: dos equipos intensos que querían ganar, pero, sobre todo, que querían jugar al fútbol. Con el paso de los minutos las imprecisiones fueron mayores, aunque el interés de imponerse con el ideario propio fue siempre el mismo, lo cual es de agradecer, no solo por lo vistoso, sino por el crecimiento futbolístico de los jugadores que promueve la apuesta por un estilo rico en matices.

Adrián, el diez del Laguna, falló un penalti en la tanda, como en semis, y encogido marcó el otro. Su cara fue el reflejo del momento y encogió el corazón de quien la vio por su corta edad, aunque era comprensible. Si como espectadores sufren, y los profesionales lo hacen, ¿cómo no iban a vivir así la final los pequeños?
El capitán lagunero dejó antes, durante el tiempo reglamentario, una de las acciones más vistosas de todo el torneo, después de realizar un control con el exterior de la bota, en carrera, con dirección a la portería rival. Como él, en las filas rojinegras destacaron Yago (y sus bicicletas) o la gran fase inicial de Villa, al igual que los dos anteriores, alevín de primer año.
En la misma final, su compañero Fer paró dos penaltis y marcó uno, con los que rubricó un gran campeonato, en el que fue nombrado mejor portero, después de dejar la portería a cero en tres partidos de los cuatro jugados. No obstante, su entrenador, Diego Puerto, explicó este lunes en #HacemosCantera que “la clave del éxito no está en las individualidades”, sino que reside “en el trabajo en equipo”.
En el único envite en el que encajaron gol fue en el citado de semifinales contra la UD Sur, conjunto que tuvo de nuevo como pilar a su delantero Moli. Pichichi en la Primera Alevín y goleador en varias de sus apariciones en la Primera Infantil, recibió el galardón al mejor jugador después de ver puerta en ocho ocasiones, aunque no solo. Como comúnmente se dice, tiró del carro, bien secundado por Castell, y le dio igual hacerlo con un cordón desatado o tocado.

Así, con algún que otro problemilla que le hizo jugar la final con la rodilla vendada, terminó Mario, del CD Parquesol. Por ello, el ‘trequartista’ naranja ayudó a su equipo con el pase en semis pese a las molestias que arrastraba del choque contra el Simancas. El parquesolino marcó uno de los mejores tantos de cuantos se vieron, contra el Boecillo: recibió entre líneas de Raúl –otro de los grandes destacados del trofeo– y encaró al meta para quebrarlo al más puro estilo Mbappé y enviarla a la jaula.
Aunque seguramente el mejor fuera el del simanquino Samuel, en el duelo por el quinto y el sexto puesto ante el San Roque de Peñafiel. Aprovechó la buena acción por banda derecha de su compañero Marco y su servicio para, de espuela, como si fuera Billy Elliot convertido en futbolista, cerrar la goleada que sirvió a los franjiblancos para ser los primeros ‘de los otros’.
… y mucho más
El torneo, que contó con cuatro árbitras y cuya final fue pitada por Esther Martín, candidata a ser colegiada de la Primera División femenina, no tuvo solamente buenas actuaciones de los jugadores de campo. También fueron buenas las intervenciones de Mario, portero del Don Bosco (pese al farolillo rojo y los goles encajados), o de Víctor, el cancerbero de La Cistérniga, valiente como pocos y que llamó la atención por su peinado ‘comanche’.
Atrevido como le fue el conjunto de La Cirria, que se plantó en cuartos de final siendo a priori una de las primeras sorpresas. También lo fue el San Roque de Peñafiel, el otro participante de Segunda, quien le venció en las semifinales del cuadro de consolación, en lo que vino a ser una Supercopa de la categoría. Más lejos que ellos llegó el Betis CF, décimo de la Primera Alevín y que se plantó en semifinales tras deshacerse del Arces y del campeón de la primera edición, el Real Valladolid.
Todo esto fue consecuencia directa de semanas de preparación de un torneo que Blanquivioletas vivió de forma intensa, con más de veinte artículos publicados durante su desarrollo y una cantidad ingente de tuits, de fotos y otros contenidos agregados, desarrollados por un equipo de trabajo en el que participaron hasta trece personas de forma completamente altruista y de una calidad humana intachable, que si bien sabían que no, que en el II Trofeo esFútbol no iban a participar ni Messi ni Cristiano Ronaldo, disfrutaron y le pusieron más cariño y empeño que si lo hubiesen hecho.

